Quito. 12.10.91. Liberación Nacional tiene parte de una
corriente marxista, de un sector del campesinado, de un sector
cristiano, de vertientes de otros sectores nacionalistas.

Nuestro partido parte de la necesidad de la armonía y el
equilibrio, del conocimiento de lo relativo y del límite que
pueden crear los factores ideológicos que componen un
proceso ideológico que conduce a una organización política.

La economía de mercado no supone la ausencia del Estado como
regulador y conductor de la misma.

Hay un envejecido liberalismo cuyas categorías, a veces,
conducen la lectura de esa economía y desde allí queda en la
oscuridad el mercado como objeto de control y conducción del
Estado.

La economía de mercado debe presuponer y, más aún en un país
subdesarrollado como el nuestro, la actuación del Estado en la
regulación del mercado como factor de desarrollo y no como
espacio de destrucción.

No va haber una destrucción atómica del planeta, pero puede
ser ecológiva la destrucción.

La fortaleza del FMI está en la debilidad de nuestra
producción.

La teología de la liberación es parte de un reconocimiento de
nuevas funciones de la religión en la historia presente. Entre
sus nuevas funciones está el pensar no solo en el reino del
otro mundo sino en el reino de este mundo.

La riqueza ética de la religión ha demostrado mayor vitalidad
que las certezas científicas en el pensamiento humano; por eso
su fortaleza en la cohesión de grandes grupos humanos y en la
referencia que los hombres hacemos que sus principios para
reorientar los pasos en pos de la justicia.

Respetamos la religión como una fuerza espiritual; en el caso
del cristianismo creemos que, como cultura, es un factor
esencial en la transformación ideológica del país.

Hoy la perestroika ya no existe. Vivimos la etapa de post-
perestroika.

El marxismo es uno de los grandes aportes al pensamiento
humano y, al igual que las religiones, el avance del
desarrollo social impone relativizarlo.

Cuba es una de las experiencias de la búsqueda de los pueblos
de América Latina.

Cuando digo Cuba, me refiero a su revolución de 1959, me
refiero también a la proximidad de esa revolución tuvo con la
revolución de la independencia de Cuba, que fue la última de
América Latina.

Cuba tiene un valor moral para América Latina muy grande y los
límites actuales e imcomprensiones que tenga, incluso la
imposibilidad de transitar, no reducirá la gloria de su
revolución, que fue una de las formas de buscar una democracia
nueva para la región.

Las armas de por sí nunca han defendido ninguna revolución.

La mayoría de las guerras ha sido una tragedia para la
humanidad.

La victoria del progreso solo ha estado ligada al avance
científico técnico, al de la producción, al avance económico.

La revolución que se ha dado en el mundo tiene una profundidad
gigantesca, la más grande del siglo y quizá no se ha disparado
ni un solo tiro.

La revolución es distinta también como consecuencia de esta
transformación mundial. Hoy está ligada a la producción, fuera
de ella es imposible soñar en la justicia.

Es el momento de pensar en nuestra liberación, ligada a la
producción, al desarrollo de la economía.

En el Ecuador se está gestando una forma de conciencia nueva
que va a dar al traste con las viejas relaciones políticas,
con las caducas formas de existencia de las clases, con el
desconocimiento a los pueblos indios.

Tenemos que reconocer cuáles son las verdaderas
contradicciones que hay en el Ecuador. Hay una reducción un
poco perezosa, que todo divide en gobiernista y
antigobiernista. Esa es la opinión del aparato especulador del
Ecuador.

Es imprescindible que se cierre la frontera de forma justa; lo
justo no es otra cosa que la armonía de intereses y el
reconocimiento mutuo de derechos históricos que sellen de
manera definitiva, a una nueva historia de relaciones entre
Ecuador y Perú.

La ventaja y la desventaja de los creadores de los procesos
revolucionarios es la incomprensión inmediata y la gloria
histórica del futuro.

A Fidel Castro le va a suceder igual que a Simón Bolívar, con
dimensiones distintas y con función histórica diferente.

El Estado ecuatoriano es un Estado desvinculado del movimiento
social, de los pueblos indios.

Políticamente, debe existir una desprivitación del estado.

Es fundamental transformar el estado en un motor del
desarrollo.

El Ecuador vive un momento donde la liberación es una consigna
fundamental; más allá de pobreza -de la cual es necesario
liberarse a través del desarrollo económico- más allá del
subdesarrollo, de la organización obsoleta, pensamos que
también es necesario liberarnos de una organización social que
desconoce los componentes fundamentales de nuestro pueblo y
que son motivo del orgullo histórico se nuestra patria.

La influencia marxista es tan beneficiosa como la de la
cultura cristiana, solo que en ambos casos es negativo
llevarlo a los extremos.

No tenemos capacidad de negociación por una debilidad profunda
en el poder para responder a los intereses nacionales y
populares.

Lo latinoamericano es impostergable como una cuestión
patriótica, pero no es el espacio único de desarrollo.

Lo fundamental es reconocer que, viviendo una economía mundial
única, a nosotros nos compete el mundo como espacio de
relación económica, sin reducirnos de manera exclusiva y
excluyente a América Latina.

El pueblo ecuatoriano s multiétnico y constituye una nación
única y el Estado debe representar esa diversidad.

Es imprescindible organizar un frente multipartidista, incluso
de posiciones ideológicas diversas, supuestamente ubicadas en
la contradicción del pasado para que puedan enfrentar la
contradicción del presente, la que existe entre el desarrollo
y el subdesarrollo, y llevar adelante las acciones que suponen
la salida del atraso. (A-2).
EXPLORED
en Ciudad N/D

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