PABLO ESCOBAR: FIN DE UN IMPERIO O SALVACION DE UN MITO? POR
JORGE GARRIDO
Bogotá. 30.06.91. Pablo Escobar, el mayor del poder oculto, la
violencia, el capital ilÃcito, y también de los planos más
oscuros de la polÃtica de su paÃs, se entregó a las
autoridades en un gesto que pudiera llegar a significar la
salvación de un mito complaciente de la sociedad colombiana.
Héroe o antihéroe, según las más contradictorias lecturas de
una leyenda que escapa a la realidad, el jefe del cartel de
MedellÃn muy dificilmente pueda ser valorado en todas sus
implicaciones fuera de su contexto nacional. Para muchos, la
rendición de Escobar será el fin de una tenebrosa historia de
crÃmenes. Otros pronostican que su entrega lo adaptará a los
nuevos tiempos y que su figura se prolongará en la carcel,
donde continuará ejerciendo influencia en la vida pública. La
prsentación a la justicia del capo de la droga resulta casi
una fantasÃa para los colombianos que creyeron más en su
imágen idilicia, de "héroe intocable", que en la terrenalidad
de su existencia. El narcotraficante más perseguido por las
polÃticas del mundo, se convirtió en la obsesión para los
agentes antinarcóticos norteamericanos, y terminó, sin
embargo, en las manos de negociadores y polÃticos renovadores,
quienes no ofrecieron recompensas a delatores ni ordenaron
enfatizar la represión sino una fórmula de paz susceptible de
ser aceptada.
¿Qué significa realmente Pablo Escobar para Colombia? la
respuesta quizás resulte paradójica, y tenga diversas
interpretaciones: se trata de un sÃmbolo social tolerado y
temido a la vez, que sintetiza la complejidad de esa sociedad,
su larga historia de violencias y corrupción en la mayorÃa de
las esferas de la actividad pública.
El cartel de la droga, como manifestación social, es algo más
que una poderosa organización dedicada al cultivo,
procesamiento y tráfico internacional de cocaina. Representa
la metáfora de una forma de vida y la manera de enfrentar la
realidad de un paÃs, incluso su estado de pobreza,
limitaciones económicas y conflictividad polÃtica.
La organización del tráfico de estupefacientes para
desarrollarse como negocio tuvo que penetrar la actividad
productiva y los sevicios, el manejo financiero, los poderes
públicos, especialmente los judiciales, y la clase polÃtica y
sus instituciones.
Un reciente reportaje televisado en envigado, zona donde esta
enclavada la prisión que retendrá al capo de la droga, muestra
la adoración de sus pobladores por el jefe mafioso, quien les
cosntruyó viviendas y estimuló el comercio y la industria
local..Escobar, 42 años, aabandonó su cargo parlamentario y
definitivamente la vida polÃtica, para introducirse en menos
de una década en el sexto hombre más rico del mundo.
Alcanzó a burlar todas las reglas del juego polÃtico, el orden
económico y la ética púlica de un paÃs profundamente
conservador y religioso en donde se mantenÃa vigente hasta
hace unos dÃas la constitución más atrasada de América
Latina.
Su imagen llegó a insertarse en la sociedad hasta el punto de
convertirse en presencia obligada, en un ser omnipresente, en
sÃmbolo oscuro, respetando y envidiado a la vez. El mayor de
los narcotraficantes era objeto de repudio público por
goabernantes, medios de prensa, dirigentes polÃticos,
militares y empresarios, quienes lo trataban como al hombre
que desafiaba al sistema, evadÃa sus leyes, los retaba con las
armas y el dinero, corrompÃa a negociantes y funcionarios y
provocaba las presiones de Washington. Sin embargo, resultaba
sorprendente escuchar hablar de él en un café bogotano.
Mezcla de miedo y deslumbramiento, el pueblo y sus capas
medias lo imaginaban como un ser poderoso, por encima de
todos, para muchos incluso una especie de -Robin Hood- que
atacaba a los -fuertes- y repartÃa regalos entre los
habitantes marginados de MedellÃn.
Las autoridades le atribuÃan todos los crÃmenes y secuestros
que se producÃan en el paÃs, mientras la población veÃa en sus
actos una suerte de venganza ante tanta desigualdad social y
económica. Colombia llegó a ser más conocida en el mundo por
la cocaina y las pistolas que por sus riquezas naturales, sus
ventjas geográficas y climáticas, el café, el oro, el banano,
las flores y las bellezas turÃsticas de su costa atlántica.
Un sociólogo definió la situación como una encrucijada en la
que el capo de la droga supo encontrar una brecha, un espacio
extraño -mÃtico para algunos, muy realista para otros- desde
el cual nos mira a todos, escudriña nuestros pensamientos y
aprovecha todas las vanidades, los odios, las injusticias, las
contradicciones y las debilidades de la sociedad.
Con su entrega, quizás haya encontrado un lugar en los nuevos
tiempos marcados por la modernización de Colombia, la
renovación de su carta magna, el surgimiento de nuevos
partidos polÃticos transformadores, el rompimiento del viejo
poder liberal-conservador y el cese de la guerra entre la
guerrilla y el gobierno. Queda por asistir a su adaptación o
sobrevivencia a los cambios sociales y superestructurales, a
la aplicación de una polÃtica neoliberal, la apertura del
mercado, la caÃda del proteccionismo y las barreras aduaneras
que propiciaban en buena medida la existencia de un negocio
ilÃcito. Un nuevo pacto se acaba de gestar en la nación.
Las principales fuerzas en mayorÃa de votos y seguidores,
arribaron a un acuerdo histórico para disolver el Congreso,
reformar la centenaria carta magna, y cambiar el mapa
polÃtico del paÃs en muy poco tiempo. La violencia de medio
siglo puede concluir dentro de varias semanas. Los
paramilitares se desmovilizan, los guerrilleros, después de
pelear 35 años, se convierten en partidos civiles con asientos
en el parlamento, liberales y conservadores ceden el paso a
los nuevos socialdemócratas, los narcotraficantes desmontan
sus redes y se rinden a la justiica. Lo mas difÃcil resultará
cambiar la mentalidad de los colombianos, quienes han vivido
más de 50 años entre las acciones armadas, el enriquecimiento
subrepticio, el poder entre bastidores, sin perder su amor a
la vida, la música contagiosa, el fanatismoo por el futbol, su
peculiar sentido del humor y sus leyendas y mitos.
Puede ser el fin de su imperio -aunque difÃcilmente del
tráfico de cocaina- o solo la manera de salvar un mito que se
prolongará quizás en el tiempo, el espacio y la leyenda de
toda una época.
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Ciudad N/D
Publicado el 30/Junio/1991 | 00:00