El pasado 22 de febrero se presentaba en Roma un nuevo libro de Juan Pablo II Memoria e identidad, editado por Rizzoli, el mismo grupo que edita Il Corriere della Sera. Al acto, celebrado en el Palacio Colonna, en Roma, asistieron el Cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, y Paolo Mieli, director del Corriere della Sera. Son 200 páginas, traducidas a 11 idiomas y nacidas de largas conversaciones en Castelgandolfo, durante el verano de 1993, con dos profesores polacos de filosofía, Josef Tischner y Kristof Michalski.
El Papa decidió publicarlo como libro hace pocos meses, después de releer y corregir sus páginas. Dado su estado de salud y tras la última hospitalización y traqueotomía, es, sin duda, todo un testamento espiritual.
No se debe pasar por alto el título Memoria e identidad, porque vivimos en un mundo que tiende a olvidarse de la historia, tanto de la grande, la de la humanidad, como de la chiquita, la propia historia personal. Esa como ignorancia del pasado nos lleva a una amnesia colectiva con la consiguiente pérdida de identidad.
La memoria es la garante principal de nuestra identidad. Si olvidamos lo que fuimos y lo que nos pasó, entonces ya no sabremos qué somos ni cómo nos debemos comportar. Y, si bien parecería que la memoria mira hacia atrás, hacia el pasado, no obstante, toda su función es prospectiva y futurista. Precisamente porque recuerdo la experiencia ya vivida, por eso mismo puedo abrirme a la esperanza de un futuro mejor con el compromiso de no repetir aquellos errores que quedaron atrás.
Es curioso que su primer libro, en 1994, se titulaba Cruzando el umbral de la esperanza. Así memoria, identidad y esperanza son una trilogía y una clave de hermenéutica existencial y wojtyliana.
El horizonte del libro es el de una teología de la historia. Tema apasionante y de gran envergadura que ha obligado a los historiadores a tomar partido por tres grandes opciones acerca de la interpretación del acontecer histórico: 1.- Si es el resultado de un fatal determinismo. 2.- Si procede de la libertad del hombre que Pablo VI consideraba artífice de la historia. Y 3.- Si, en todo caso, hay o no un coeficiente trascendente en el acontecer humano.
Se puede decir que Juan Pablo II focaliza su reflexión teológica y filosófica en explicar las raíces del mal que deriva del comportamiento humano. No se analiza el papel de la divina providencia en los acontecimientos humanos, ni el sufrimiento procedente de cataclismos telúricos. En su libro, se analizan las ideologías del mal, el nacionalsocialismo, el comunismo y los regímenes que nacieron de ahí. Y se proyecta positivamente hacia la paradoja de que esos males acaban suscitando la necesidad del retorno a la práctica del bien.
Es un libro también autobiográfico, sobre todo cuando habla de la experiencia vivida en el atentado de Mehmet Ali Agca, el 13 de mayo de 1981. Se narra lo que sintió desde que le dispararon, su ingreso grave en el Policlínico Gemelli, su convalecencia y recuperación, su visita en la cárcel a Ali Agca y su decisión de perdonarlo. Hay aquí mucho para meditar y admirar.
El libro se pregunta a dónde nos llevarán "esas nuevas erupciones de violencia", desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, los de Madrid el 11 de marzo, la matanza de Beslau en Osetia y las llamadas redes del terror. Es un libro en el que su autor sabe muy bien lo que el mundo se está jugando y nos lo advierte con responsabilidad y con amor.



Hasta el viejo hospital de los juguetes...

La Clínica del Juguete tiene cinco años de existencia. Es la única del Ecuador. Se hacen arreglos de objetos electrónicos y también se restauran antiguedades


Motores de juguetes viejos, sirven para repara a los más nuevos

Tal vez sea coincidencia que a la entrada de la Clínica del Juguete hayan ambulancias. Pero lo que no es casual es que adentro, como las personas, los juguetes esperen su turno para ser atendidos.
La sala de espera luce como un 25 de diciembre: muñecas, osos de felpa, trencitos, carros electrónicos por todas partes. La diferencia es que estos juguetes no son nuevos ni están en óptimas condiciones. Pero sí, en algún momento hicieron felices a los niños.
Y, precisamente, un pequeño fue quien inspiró la creación de este peculiar y único ‘centro de salud’. Fransua, de 5 años, es el primer hijo de los creadores: Shirley Ordóñez (23 años) y Paúl Morales (39). Cuando iba a nacer, ellos se preguntaron: "¿Por qué comprar juguetes si nosotros los podemos hacer?". La primera creación fue un soldado de madera que Paúl le regaló a su hijo.
El gusto por crear y arreglar fue tal, que luego pensaron en compartir su habilidad con los demás. Hace cinco años comenzaron con la aventura y a punte práctica se convirtieron en ‘doctores’, no de humanos pero sí de la ilusión de los niños: los juguetes.
Shirley es quien administra el lugar; para ella, los juguetes no son solo para los pequeños: "Muchas personas cuando crecen se dan cuenta lo valiosos que son sus juguetes". Por eso, sus clientes más frecuentes son adultos.
Ellos acuden con la ilusión de ver sus juguetes, que estuvieron guardados por muchos años en el baúl, como si fueran nuevos. "Quieren revivir la ilusión de cuando eran niños", dice Shirley.
La "sala de operación" es pequeña pero bien equipada: tornillos, tuercas, engranajes para motores, llantas de todos los tamaños, parlantes para muñecas, baterías, ojos… son algunos de los repuestos que los "doctores" utilizan para los arreglos.
Varios materiales los consiguen en el mercado. Otros son de restos que han sido abandonados por sus dueños-niños. Aunque, no todos tienen ese destino, muchos se guardan -después de pasar por el quirófano- para regalar en Navidad a los menores de escasos recursos.
Ver los ojos de las personas que reciben sus juguetes arreglados o funcionando otra vez es muy gratificante para la pareja: ¡qué ternura! da el "cicuentón" que de nuevo tiene en sus manos el carro con el que jugó de pequeñín o cuando la niña abraza a su muñeca que dejó de ser manca porque tiene un nuevo brazo o el abuelito que vuelve a escuchar, después de muchos años, su canción preferida de la cajita de música…
A esta clínica, las personas pueden llevar todo objeto que consideren divertido. El más raro "paciente" ha sido una yunta que lleva el ganado para arar la tierra, "le recordaba cuando vivía en el campo, y quería tenerlo en casa". Y la más complicada, una muñeca de porcelana de más de 78 años, que llegó en pedazos y fue restaurada y convertida en una flamante "damita" de los años setenta.
"En el viejo hospital de los muñecos...", como dice la canción, ese al que llegó "Pinocho malherido..." cualquier cachivache es bienvenido. Y si una "muñeca vestida de azul que se constipó..." (otra canción), sigue enferma, tendrá un lugar donde aliviarse. (ED)

OTROS DETALLES

Shirley Ordóñez y Paúl Morales llevan 10 años de matrimonio. Tienen tres hijos: Fransua, de 5 años, Polet, de dos y Jean Pool, de 9 meses.

Antes del nacimiento de su hijo Fransua, la pareja vivió un año en Francia. Allí se enteraron de la existencia de una clínica del robot en Japón.

A futuro, la Clínica del Juguete extenderá sus servicios a los valles y cerca de un centro comercial. En las sucursales receparán los pedidos.

El costo del ingreso de los juguetes es de $3, sin son a control remoto es $5. El costo de la reparación dependerá de el daño que tenga.

Su objetivo es tener una casa de tres pisos donde se brinde servicios en cada área: reparación de muñecas, arreglo de juguetes electrónicos y restauración.

Está ubicado la av. América 42-32 y Avelardo Moncayo. De sur a norte antes de llegar a la Mañosca, en Quito. Atienden de 08:00 a 20:00, todos los días.


Dos voluntarios de corazón, en Greenpeace



Cuidar el ambiente es el compromiso de los jóvenes argentinos

Daniela (25 años) y Ramiro (26) son voluntarios de la organización ecologista Greenpeace. Ambos dedican la mayor parte del día a apoyar las actividades del grupo en Argentina. Su defensa es "una forma de vida".
Ramiro entró a Greenpeace "inspirado" por los ensayos nucleares de Francia en 1996. De chico lo había impresionado ver por la tele las pruebas atómicas en el atolón de Bikini y las campañas para la protección de las focas en peligro de extinción.
Para Daniela su compromiso con la ecología tiene que ver con su lugar de nacimiento y la educación familiar. "Yo soy del sur y allá siempre viajábamos a la cordillera y teníamos mut presente que había que cuidar los árboles, los animales y todo".
Cuando llegó a Buenos Aires vio un programa de Greenpeace y se enteró de los objetivos de la organización y del trabajo. "Primero me asocié, tenía tiempo libre y quería hacer algo más. Ahí fue cuando me acerqué a la oficina y me hice voluntaria".
El trabajo del voluntario consiste en asistir a los coordinadores de las diferentes campañas. "Depende un poco de lo que haya que hacer", explica Ramiro. "A veces es administrativo, otras, participamos en protestas. Me ha tocado estar en "acciones" o pintando carteles. Es algo muy variado".
Para quienes no conocen de cerca a Greenpeace, la primera imagen que viene a la mente es la de un grupo de ecologistas intentando bloquear con una pequeña embarcación de goma un barco ballenero o con desechos tóxicos. Pero Daniela y Ramiro aseguran que es mucho más que esas cosas "espectaculares".
"Yo no entré con la mentalidad de "voy a estar arriba de un gomón interceptando un buque". Se te pasa la idea por la cabeza, pero a mí lo que más me motivó fue tratar de ayudar para no seguir contaminando", dice Dani.
Ramiro sí recreó esa imagen, pero, "adentro te das cuenta de que para llegar a ese tipo de acciones hay que organizar un montón de cosas. Y de eso, significa mucho trabajo". (Internet)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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