Quito. 07.06.95. "La única cosa que al ser humano le importa, que
puede durar doscientas horas, es una historia de amor" dice José
Ignacio Cabrujas, "hacedor de telenovelas" venezolano. Y tiene
razón. Miles de miles de personas en toda América Latina,
diariamente y durante meses, y con paciencia, esperan la hora de
la telenovela, historia de amor llena de obstáculos que impiden
que ese amor se realice durante ciento noventa y nueve horas para
que finalmente, a la hora doscientas se haga realidad.

No hay en la actualidad un medio de comunicación tan importante
como la televisión y un programa más difundido en ella que el
teleteatro.

En Estados Unidos a la telenovela se la conoce con un tinte
irónico, casi despectivo: "soap-opera" (ópera-detergente). El
término ópera haría alusión a un espectáculo artístico cultural
mientras que "jabón" nos recuerda a todas las tareas domésticas
que deben realizarse en casa (lavar los platos, lavar la ropa,
los inodoros...). Ironía esta, la de unir a mujeres que asisten a
tales espectáculos con la hacendosa ama de casa lava-platos.
Quizá desde este origen se haya determinado (aunque la realidad
lo contradiga) que la telenovela tiene como destinatario
fundamental las mujeres.

Hasta hace poco mirar telenovelas era considerado por ciertos
intelectuales y determinados sectores de la clase media como algo
despectivo. Disfrutar de una telenovela estaba destinado para las
mujeres y de entre ellas para las amas de casa. El coeficiente de
inteligencia de este sector consumidor promedio era considerado
muy bajo; incluso estudios creados por tecnócratas de la
publicidad lo consideraban como un adolescente de trece años.
Entre otras características que se le otorgaba al consumidor
promedio estaba el rechazo por la lectura, el gusto por los
colores vivos, el brillo y el ruido, y una gran dosis de
conservadurismo.

Sin embargo las cosas han cambiado. Y han cambiado porque las
mismas telenovelas se han innovado.

De Estados Unidos a Latinoamérica

La telenovela se inicia en Estados Unidos donde también es un
género muy utilizado y que goza de gran audiencia. Se han
caracterizado por su gran realismo, su dramatismo, el gran
despliegue de infraestructura y la larga duración. Se han dado
casos como "La caldera del diablo", que duró años de años.
Generalmente se las transmite durante el día. Han tenido gran
popularidad dentro del país y fuera de él: "Dallas" se llegó a
transmitir en 91 países y "Dinastía" en 62. En Gran Bretaña, país
de difícil entrada para las producciones norteamericanas
telenovelas como "The guiding light" y "Coronation Street"
tuvieron un éxito impresionante.

Se podría decir que la telenovela clásica norteamericana tuvo
influencia en la telenovela latinoamericana, pero en el fondo no
es más que la adaptación de la radionovela. ¿Quién no recuerda
haber pegado su oreja a la radio para escuchar "Calimán" o "El
Gato"? Quizá su origen debe ir hacia la época de la entrega por
capítulo de las novelas a través de los folletines.

En todo caso, México, posteriormente Venezuela, Argentina, Brasil
y ahora Colombia irrumpen con fuerza dentro y fuera de sus
fronteras con las telenovelas, llegando incluso a formar clásicos
de este género. ¿Cómo no nombrar al "Derecho de Nacer", a "Los
hermanos coraje", a "Simplemente María (Perú)".

A diferencia de las seriales y enlatados norteamericanos que
habían invadido la televisión latinoamericana, estas telenovelas,
de una u otra manera, a través de sus personajes e historias
acercaban América Latina a sus pobladores, reflejaban sus
problemas, su propia vida, produciendo identificación con los
personajes.

Reducidas posibilidades

A las telenovelas se les ha designado en Latinoamérica el horario
estelar. Y los ratings obtenidos han sido siempre altos. El
programa que mayor réditos ofrece a un canal es la telenovela.
Pero varias han sido las censuras que han sufrido estos
productos. La censuras económica ha sido una de la principales:
el teleteatro se vende aunque se filme exclusivamente en espacios
reducidos, casi todos interiores, con medios técnicos modestos,
con poco esfuerzo profesional. Debido a eso y en aras de la
rentabilidad, se produjo bajo esos parámetros y los resultados
han sido evidentes, más allá del alto rating que hayan obtenido
algunas telenovelas de pésima calidad (ejemplo de esto es,
actualmente, "Dos mujeres un camino" y "Peligrosa").

Pero no ha sido solo la censura económica la que ha determinado
la forma estrecha de realizar las telenovelas: existe una
interiorización en los creadores sobre los temas que debe topar
una obra de este tipo. Durante años el teleteatro solo representó
-a su modo- un número muy reducido de posibilidades (el amor
entre la pobre sirvienta y el rico patrón, odio y desprecio de
los ricos hacia las sirvientas, padres e hijos desencontrados).

Sin tiempo ni historia

Varios son los elementos que han estado presentes en las
telenovelas y que de una u otra forma empobrecieron el género:
personajes estereotipados, sin posibilidades de cambio, buenos o
malos eternamente; el tiempo sin medir, no sabíamos si pasaban
días, meses o años desde el inicio al desenlace (los únicos
períodos determinados eran cuando un personaje estaba esperando
un bebé). Pero los niños, los jóvenes o los mayores no cambiaban.
No envejecían. La casualidad y el azar era la regla firme de esas
obras. Sin causa ni efecto. Reinaban el encuentro y la ruptura
fortuitas. Los magos, los tiradores de cartas eran los que iban
advirtiendo el futuro, que no podía ser manejado por los
personajes. El mundo que aparecía como fondo de la acción se
quedaba quieto, no transcendía del cuadro; nada sucedía allá
afuera; los problemas eran tratados exclusivamente dentro del
campo de lo moral, fuera de lo histórico y lo social: ¿puede una
mujer pobre amar a un hombre rico? ¿Puede una madre
desnaturalizada, que abandonó a su hijo recuperarlo?. Los
personajes teleteatrales, voluntaria o involuntariamente, eran
siempre dobles, siempre estaban enmascarados, los presentaban
como pobres, pero en realidad eran hijas o hijos de poderosos y
ricos, o al revés. Siempre había un bloque, un juramento una
promesa que impedía retirar la máscara. La confusión, casi como
el azar, era el elemento que acompañaba todo el tiempo. Se
escuchaban fragmentos de conversaciones que cobraban otro sentido
al original, se veía al protagonista en ciertas acciones
equívocas...

En fin, se daba todo esto hasta llegar al re-encuentro de los
amantes.

Pero para bien del género y de los telespectadores las
producciones brasileñas comenzaron a cambiar la realidad.

La revolución brasileña

Son las telenovelas brasileñas las que rompen con las censuras
mencionadas y con la estructura tradicional.

La comedia, la crítica social, la tragedia urbana, la ecología,
la segregación racial, la presencia de discapacitados y su
valoración, la religiosidad popular, una nueva forma de presentar
el sexo, la homosexualidad, lo diferente y la política ocupan su
lugar. Y todos estos elementos son analizados y se reflexionan
desde diferentes perspectivas. Existe un tiempo histórico y
personajes más humanos. La naturalidad y calidad de los actores,
la nitidez de la imagen y la creatividad del guión, acompañan
toda esta nueva perspectiva y logran constituirse en productos de
calidad, que traspasa, las fronteras de Brasil rompiendo la
barrera idiomática con buenas traducciones. En Cuba o en Italia o
en España, cualquier actividad se paraliza a la hora de la
telenovela brasileña. En Brasil el fenómeno es similar, las dos
novelas de los horarios estelares, la de las 19h00 y la de las
20h30, han alcanzado ratings de 40 puntos.

Siguiendo el mismo camino, irrumpen las telenovelas colombianas
(que desde hace poco llegan a Ecuador), retomando algunos
elementos de las brasileñas, pero introduciendo otros propios (la
música como parte del guión y la presencia de rasgos culturales
específicos del país, añadiendo lo real maravilloso de estos
lados, por ejemplo) han ido aportando al establecimiento de la
telenovela como un elemento-creativo, propio y distintivo de este
continente.


De sumisas a rebeldes

Un elemento único de Latinoamérica y propio de este producto, y
quizá el que más transformaciones ha tenido, es la presentación
del rol de las mujeres. Desde la ingenua, sumisa, aguantadora,
llorona, nada rebelde, eterna ama de casa y sirvienta del padre,
de los hermanos o del esposo, típica de las primeras telenovelas,
se ha llegado a propuestas, en donde la heroína es más bien una
mujer rebelde, luchadora, inconforme, que va o quiere ir
descubriendo su identidad; una mujer que ocupa roles diferentes a
los considerados tradicionalmente suyos. "Sol de verano", "Rueda
de fuego", "La reina de la chatarra", "Vale todo", brasileñas y
actualmente las colombianas "Momposina", "Café", y "Señora
Isabel" son ejemplos de esto.

"A mi me gustaría abandonar toda esta situación y hacer lo que
Raquel está haciendo", manifestaba una mujer entrevistada sobre
su reacción en relación a la Raquel de "Vale de todo", que salió
a vender sanduches en la playa con tal de no depender de nadie.

Tal vez valga preguntarse: ¿en qué otro lugar del mundo, se puede
contar con estos productos, cuestionantes, rebeldes, y tan
masivamente vistos?

El género del siglo XXI

Eternas discusiones se han abierto sobre los valores estéticos de
las telenovelas. Desde arte hasta anti-arte se le ha dicho. La
verdad es que miles de personas encuentran en ella un gran
disfrute estético. José Ignacio Cabrujas la compara con una
prostituta a la que todo el mundo esconde pero todos la
solicitan. Para él, "Es un género hermosamente horrible,
ordinario, vulgar, plebeyo... Pero lo bello de una telenovela es
el mito, el color, la gama de emociones que maneja y sobre todo
el reto del lenguaje".

Pero no son solo las telenovelas las que han ido cambiando,
también el público que las ve. Existen espectadores cada vez más
críticos que diferencian entre productos buenos y malos, que
exigen calidad. Eso, se suma a que cada vez más hombres y mujeres
admiten, sin sentimiento de culpa, que ven telenovelas. Las
mujeres más desenfadadamente, los hombres quizás intentando
disminuir la importancia de hecho, dotándole de hilarismo. Muchos
otros que sí las ven, todavía no lo admiten, porque para un
"macho" eso sería un acto vergonzante.

En todo caso, los ecuatorianos vienen de una tradición oral, en
donde las historias, los cuentos, las fábulas y los mitos han
tenido papel primordial, las telenovelas (hermosas historias de
amor contadas con un lenguaje cotidiano) podrían ser un elemento
continuador de esa realidad. Y en este mundo dominado por la
imagen, la telenovela latinoamericana tiene la posibilidad de ser
en el siglo XXI, el género rebelde, propio y auténtico de este
continente. Un género que sin pretender ser propulsor de cambios
sociales, ayude a los hombres y mujeres de América Latina a ver
que la vida puede ser diferente, a abrir un punto de ruptura con
el mundo del sentido común. (5B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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