Quito. 30 ago 97. Tal vez alguien pensó que, derrotada la
parodia el 5 de febrero, refundarÃamos la polÃtica. Es más.
Jaime Nebot llegó incluso a imaginarse que era posible
refundar la República gracias a la Asamblea.
¿En la fragua de las cenizas del 5 de febrero?
Comenzó entonces el debate en el parlamento, hasta que esta
semana se empantanó en un detalle que, referido a la
formalidad, afecta a la profundidad: los dos tercios o la
mitad más uno al momento de refundar la República.
Las batallas polÃticas se deciden por un voto, mientras las
comunidades nacionales se levantan en consensos.
Ahora ¿son posibles los consensos cuando la sociedad se
dispersa en juicios de toda laya?
Alguien pensó que lo que le hacÃa falta a la República era
eliminar la segunda vuelta electoral. O, quizás, nombrar
jueces de por vida, universalizar el uso del RUC, restringir
los espacios para fumadores, crear el Ministerio de la
Anticorrupción, incrementar el número de comisiones
legislativas, eliminar la Vicepresidencia, elevar el grado de
escolaridad que se exige a los candidatos, reinstaurar las
clases de religión en los colegios fiscales, elegir presidente
cada cinco años, prohibir las reelecciones o privatizar el
IESS.
Otro se imaginó que refundar la República significaba
privatizar los teléfonos, liberar los precios de las
gasolinas, eliminar el régimen de partidos, instaurar la
bicameralidad, informatizar las Aduanas, elevar el cociente
electoral. Un periodista ha propuesto modernizar los sÃmbolos
patrios... Reescribir el himno nacional, por ejemplo.
Otros pensaron que refundar la República significaba reconocer
los derechos de los homosexuales, consagrar en la Constitución
el reino de las diversidades nacionales, descentralizar el
Estado, patentar el secreto de la gobernabilidad, devolver a
los indios el derecho de elegir a los tenientes polÃticos,
organizar el paÃs en tres franjas verticales en vez de las
regiones horizontalmente aisladas, consagrar el derecho de las
minorÃas.
En fin, entre las cenizas del 5 de febrero, se enfrÃan todos
los diversos sueños de una nueva República.
Y, enfriados los ánimos, retomado el poder por los mismos
protagonistas de la parodia que denunció el 5 de febrero,
establecida la diversidad de opiniones sobre la manera de
volver a fundar la República del general Juan José Flores y su
reglamento respectivo, el nudo gordiano se concentra en saber
quiénes la van a refundar, si la mitad más uno, si la mayorÃa
de los presentes en la sala, si los dos tercios, si la alianza
entre socialcristianos y demopopulares, si Heinz Moeller o las
organizaciones de ecologistas. Si debe ser en el plenario del
Congreso Nacional, en el salón amarillo o en los locales de
Fetrapec.
Porque alguien tiene que refundarla. ¿Para qué? Es difÃcil
saberlo, pero que hay que refundarla, hay que refundarla. Lo
ha dicho Jaime Nebot y él habla con boca de ángel ¿o de
demonio?
Hay que refundarla aunque sea fraguándola en las frÃas cenizas
del 5 de febrero. No hay más remedio. Si no la REfundamos,
¿cómo REelegimos a los mismos? TendrÃamos que cambiar de
polÃticos y ése es otro camello.
Y, mientras la refunda el Congreso de Heinz Moeller y LÃder
Padilla, el resto podrÃa ocuparse en resolver si el paÃs se
organiza por provincias discapacitadas, regiones autónomas,
gremios empresariales u ONGs. Si la Constitución rige sobre la
organización del poder o la cotidianidad de la ciudadanos; o
si es el escenario común para ventilar nuestros desacuerdos o
un espacio polÃtico contratado. (DIARIO HOY) (P. 3-A)
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Publicado el 30/Agosto/1997 | 00:00