Quito. 30 ago 97. Cuentan que en lo que es ahora Pueblo
Viejo, en la intersección de los ríos Pisque y Guayllabamba,
vivía un cacique famoso por ser indomable.

También relatan que este cacique, llamado Guaylla, preparó una
estratagema para defender Quito con los cochasquís, los
yaruquís y Rumiñahui. Perdieron la guerra, pero su nombre se
eternizó en una tierra donde crecían las tunas.

Así nació Guayllabamba, que en 1997 tiene 12 mil habitantes,
en donde se inauguró hace dos semanas el nuevo zoológico. Su
nombre mezcla el del cacique con las características del
suelo. A Guaylla le agregaron el sufijo "bamba", que significa
Tierra Plana, también llamada de Tunas.

Pero la necesidad de agua obligó a los amigos de Guaylla a
abandonar su tierra natal y buscar una nueva casa.

Caminaron seis kilómetros y se asentaron en el lugar en el que
se encuentra actualmente Guayllabamba, donde encontraron
vertientes por todos lados.

En la actualidad, esta parroquia cuenta con 500 "ojos de
agua", que es como se conocen a las vertientes naturales.
Dicen que viven sobre el agua y que solo necesitan cavar unos
metros para encontrarla.

El agua les sirve para regar los sembríos de toda la zona que
se extiende al norte hasta el río Pisque; por el sur llega al
río Guayllabamba; por el este, hasta Ascázubi y El Quinche, y
por el oeste, choca con la intersección de los dos ríos.

Pero Guayllabamba no solo fue famoso por su gente indómita,
sino porque junto con las ruinas de Cochasquí, de Oyambaro y
las lomas de Pucará, era considerado observatorio astronómico
en tiempos de los incas.

Prueba de ello es que el geógrafo Pedro Vicente Maldonado
realizó, en ese sitio, los primeros estudios geográficos y
astronómicos del Ecuador.

A pesar de toda esta historia, los 28 barrios de esta
parroquia celebran como su fecha clásica el 29 de mayo, cuando
se recuerda la parroquialización que les llegó luego de la
independencia del país.
Era 1861, y Guayllabamba pertenecía al cantón Cayambe.

Poco a poco fue naciendo este pueblo que se construyó en base
de la siembra, cosecha y comercialización del aguacate.

"Llegaban de todas partes para comprar y llevarse los
aguacates. Algunos se fueron quedando", dijo Juan Aguayo,
director de la escuela Louis Pasteur. Ahora el aguacate es
solo un producto típico más.

Aunque el verdadero auge económico de esta población comenzó
en 1946. Y todo por culpa de un partido de fútbol.

Juan Aguayo relató que ese año el equipo Galo Plaza de
Guayllabamba jugó un partido con la escuadra del cantón
Cayambe.

El Galo Plaza ganó el encuentro, "pero le rompieron la pierna
a Efraín Flores", cuenta José Merino. Era uno de sus jugadores
y los mil 200 guayllabambeños se encolerizaron. Marcharon a la
capital y exigieron la independencia de Cayambe para anexarse
a Quito. Fue así como este sector llegó a pertenecer a Quito y
comenzó a prosperar económicamente con sus restaurantes, sus
comidas y con sus locros.

Era un sitio obligado de paso para los viajeros que llegaban
del norte del país. Tenían que detenerse, probar los locros y
viajar tres horas más para llegar a Quito.

Era 1950. Cuarenta y siete años más tarde, los viajeros solo
se demoran 40 minutos en llegar a Quito.

DEL LOCRO DE DOäA MELCHORA AL DE DOäA ELISA

Si algo caracteriza a Guayllabamba son sus locros. Según las
narraciones orales de sus moradores, de 1920 a 1923 llegaba
hasta ese lugar el presidente de la República, José Luis
Tamayo, para probar el plato preparados por doña Melchora.

En una olla grande cocinaba papas a las que agregaba queso y
col billana. Esta hortaliza blanca, con otros condimentos,
eran el secreto del sabor especial.

Los años pasaron y en 1950 llegó desde Riobamba, doña Elisa
Almache, que preparaba sus locros como los hacía en su tierra,
pero que se volvieron guayllabambeños con su toque.

"Guayllabamba era una calle empedrada", recuerda José Almache,
su hijo.

Los Alamache hicieron famosos a los locros entre los viajeros,
agregando el cuero de chancho chamuscado, chicharrón y
tostado.

Primero fue un plato que lo vendían en los almuerzos hasta que
se transformó en plato típico. Aseguran que el secreto de su
sazón es la papa chola que se cocina con leche, queso,
mantequilla y cuero de chancho.

Uno de los lugares más típicos es el famoso restaurante
"Riobambeñita", en donde probó el locro el alcalde de Quito,
cuando inauguró el zoológico.

SOBRE UNAS DESGRACIAS QUE RECUERDA EL CEMENTERIO

Por un camino empinado se llega al cementerio de Guayllabamba.
El viento sopla, agitando las copas de los árboles, como si
fueran abanicos.

Las tumbas están viejas, algunas fueron abiertas, destruidas
por el tiempo. Otras se mantienen y sus inscripciones
recuerdan a los moradores de Guayllabamba el primer accidente
automovilístico, el más grande en la historia del país.

El 31 de agosto de 1963, un vehículo que viajaba de Quito a
Guayllabamba, con 50 pasajeros, se accidentó y todos
fallecieron.

"Nunca antes Guayllabamba vio tantos féretros. No entraban en
la iglesia", dijo Juan Aguayo. Fue el día en que todo el
pueblo se vistió de luto.

Por la empinada calle que sube al cementerio desfilaron los
féretros y la gente, que lloró durante largos días a sus
muertos. Fue su segunda desgracia.

Y la tragedia se fue olvidando poco a poco, cuando el polvo y
el tiempo fue cubriendo las lápidas de quienes murieron en el
accidente.

De la misma manera en que olvidaron a quienes murieron por el
paludismo. Por la epidemia que se propagó desde 1938 y se
extinguió 12 años más tarde en ese pueblo.

Cuentan que todas las casas tenían un muerto por el que llorar
y nadie entendía porque esa tierra, que se levanta sobre el
agua, fue en ese tiempo el principal foco de infección del
paludismo en América Latina. (DIARIO HOY) (P. 3-B)

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