LA OPEP Y LOS CONSUMIDORES DEBEN FUMAR LA PIPA DE LA PAZ,
por Humberto Calderón Berti

Caracas. 15.12.90. (Opinión). Nuevamente el Medio Oriente es
escenario de conflictos. Así ha sido desde tiempos
ancestrales. Las motivaciones han sido diversas. Conflictos
religiosos. Lucha por la hegemonía regional. Tierra de
conquista de persas, griegos, romanos, árabes, islámicos,
franceses, ingleses y otomanos.

En la época contemporánea dos elementos se han juntado para
agravar la situación. La creación del estado de Israel y el
problema del pueblo palestino, sometido a una injusta
diáspora, y la creciente importancia de la región como asiento
de alrededor de 70 por ciento de las reervas petroleras del
mundo.

En octubre de 1973 la guerra del Yom Kippur y el consiguiente
embargo de los suministros árabes a algunos países de
occidente originaron la primera gran escalada en los precios
del petróleo. El precio del crudo árabe liviano era de 2.60
dólares en junio de 1973. En enero dd 1974 superaba los 10
dólares por barril. Esta alza originó una primera reacción de
los países consumidores más avanzados.

Se creó la agencia internacional de energía cuyo objetivo ha
sido conservar energía, sustituir hidrocarburos por otras
fuentes de energía y estimular el desarrollo del petróleo en
áreas distintas a los países de la OPEP para ser así menos
dependientes de sus suministros.

A comienzos de 1979 otro hecho político importante ocurrido en
el Medio Oriente, el derrocamiento del sha de Irán, catapultó
los precios de 12,70 dólares por barril a más del doble para
fines del mismo año.

Un año más tarde, cuando se inició la guerra Irak-Irán,
nuevamente los precios se dispararon y algunos crudos se
situaron en las proximidades de los 40 dólares por
barril.

Estos aumentos significaron unos gigantescos desembolsos
financieros para los consumidores. Pero sus efectos fueron
distintos, de acuerdo con el estado de desarrollo de los
países.

Las economías de los países más avanzados, con mayor capacidad
de respuesta, entraron en un proceso recesivo. La demanda
petrolera bajó drásticamente. Los países de la OPEP,
empecinados en defender a ultranza un precio político para su
petróleo, disminuyeron su producción hasta 15,5 millones de
barriles por día en 1985.

Al ser el consumo mundial (excluyendo los países de economías
centrales planificadas) de unos 48 millones de barriles por
día, la OPEP se convirtió en un producto marginal y perdió la
potestad de fijar el precio de sus crudos y productos. Por su
parte, en los países de menor desarrollo relativo el cuadro
económico se agravó sensiblemente.

El alza de la factura petrolera castigó de manera
inmisericorde sus presupuestos. Los países productores
establecieron programas de cooperación para aliviarlos. Pese a
todos los esfuerozs, el encarecimiento del crudo constituyó
para ellos una verdadera calamidad. Con la invasión de Irak a
Kuwait los precios vuelven a dispararse, superando los 30
dólares por barril. No es posible encontrar una explicación
lógica de lo ocurrido.

El petróleo proveniente de Irak y Kuwait que dejó de fluir al
mercado ha sido compensado con creces por la producción
adicional de Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos y
Venezuela. No existe escasez que justifique las alzas.

Esta perniciosa distorsión ha sido impulsada por razones de
índole sicológica y una dosis de especulación a través de los
mercados de futuro.

Nadie puede, ahora, achacarle a los países de la OPEP la
responsabilidad por el aumento de los precios. Los propios
consumidores agrupados en la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico) tienen inventarios
acumulados para 97 días de consumo. Si estos países hubieran
colocado en el mercado una fracción de sus reservas,
manteniendo el equivalente a 90 días de consumo, el precio
estaría hoy lindando los 22 dólares por barril.

Otro tanto ha ocurrido con la reserva estratégica de los
Estados Unidos. Los 5 millones hasta ahora utilizados sólo han
sido distribuídos para probar el funcionamiento del sistema.
Si estalla la guerra, que es lo más factible, los precios se
elevarían hasta niveles jamás vistos. La permanencia de las
alzas dependerá de la duración y los daños que puedan ser
causados por el enfrentamiento bélico.

En todo caso lo que ha sucedido en materia de precios, ya ha
ocasionado sus efectos. Todos los países consumidores han
visto aumentar el costo de su factura petrolera.

La experiencia de años recientes nos indica que los aumentos
bruscos en los precios del petróleo no le convienen a nadie.
Ni a los consumidores ni a los productores.en este sentido los
países de la OPEP han vivido una lamentable experiencia:
después de cada elevación indebida los precios vuelven a caer
estrepitosamente.

El reflejo de los altibajos sobre los ingresos es elocuente.
En 1980, cuando se alcanzó el clímx de los precios, los
ingresos de los países de la OPEP ascendieron a 284.500
millones de dólares. En 1985, cuando se verificó la guerra de
precios, bajaron a 77.300 millones de dólares.

Los productores de la OPEP cambiaron sucesivamente la
estrategia de defensa a ultranza de los precios por otra de
recuperación gradual de los mercados. Para ello utilizaron dos
herramientas: colocación de volúmenes crecientes de crudos en
los mercados internacioanles y precios relativamente
deprimidos.

Se estimuló así el desarrollo y la economía de los países
industrializados creció de manera contínua entre 2,5 y 3 por
ciento anual. Esto significó una demanda adicional de
alrededor de 1 millón de barriles por día. Como los
exportadores no miembros de la OPEP no estaban produciendo al
máximo de su capacidad, le correspondió a la OPEP satisfacer
esta demanda.

Desde 1985 hasta hoy la producción OPEP ha aumentado
constantemente y en el primer semestre de este año se situaba
en 22,5 millones de barriles por día. Esto significa un
incremento de 7 millones de barriles diarios.

Hasta el día de la invasión de Irak y Kuwait el escenario más
favorecido por los analistas estimaba que la tendencia
presente hasta ese momento continuaría durante los años
siguientes. Esta previsión ya no parece válida. Lo que está
por verse es qué escenario surge como el más factible. Es
difícil entreverlo a estas alturas.

Pero el pasado es rico en experiencias que nos deben enseñar
mucho a productores y consumidores. Hasta ahora ha habido
resistencia, de una y otra parte, para lograr algunos
entendimientos y acuerdos de beneficio mutuo.

El mejor interés de los consumidores consiste en disponer de
suministros seguros y confiables, en volúmenes adecuados a sus
necesidades y a unos precios moderados. El interés de los
productores se identifica en la existencia de una demanda
creciente y en la garantía de colocar sus exportaciones, sin
mayores sobresaltos, a precios remunerativos. No debería haber
entonces contradicción de intereses entre consumidores y
productores. Por el contrario, existe mucha coincidencia.

El problema radica en los propios miembros de la OPEP, cuyos
intereses a largo plazo no son coincidentes, sino
antagónicos. Para Arabia Saudita, Irak, Iran, Kuwait, Emiratos
Arabes Unidos y Venezuela el interés primordial reside en
alargar al máximo posible la vida del petróleo como fuente
energética, la magnitud de las reservas de estos países así se
lo aconseja. Para el resto de los trece miembros de la OPEP,
con reservas discretas, el objetivo es maximizar el ingreso en
el corto plazo mediante el sostenimiento de los precios al
mayor nivel posible.

El primer grupo debe desarrollar la estrategia que responde a
sus intereses. La confiabilidad en el suministro es uno de los
elementos de esa estrategia. Es contrario a sus intereses el
utilizar el petróleo como arma de chantaje político. Cosa muy
distante es su utilización como elemento de negociación
multilateral y bilateral con los consumidores.

El otro factor es el precio. Un nivel de precios moderados
conviene por igual a productores y consumidores. Mientras el
petróleo mantenga precios competitivos frente a otras fuentes
de energía, habrá incentivo para su utilización creciente. Si
los países determinantes de la OPEP no actúan acordes con sus
intereses estratégicos a largo plazo y sucumben a la tentación
de utilizar el petróleo como arma política, o sus precios son
manejados de manera irracional, el mundo industrializado
acentuará la investigación orientada al desarrollo de fuentes
alternas de energía.

Esto podría ocasionar una "irrupción tecnológica" adversa a
sus intereses. Poco o nada, pues, vale tener grandes recursos
de petróleo si no hay demanda que lo requiere. En este
contexto, de los países productores depende mucho lo que pueda
suceder.

Pensamos que un diálogo entre los grandes consumidores y los
"seis grandes" de la OPEP sería muy útil. El presidente
venezolano Carlos Andrés Pérez ha propuesto la celebración de
una conferencia entre productores y consumidores. La idea no
es descartable. Quizás la oportunidad no sea la mejor pues
habría que esperar la solución del conflicto para conocer la
posición que prevalece entre los países del Golfo y el papel
que jugarán en la zona los Estados Unidos y sus aliados.

De cualquier forma la situación de la OPEP ha cambiado
radicalmente. Hoy aparece desdibujada y en cierta forma
desvirtuada en su esencia por los problemas que aquejan a la
mayoría de los países determinantes de la organización.

Las decisiones que se adopten en esta coyuntura no podrán
sustraerse a la gravitación geopolítica del Medio Oriente. Es
difícil que en las actuales circunstancias puedan tomarse
decisiones que respondan al interés colectivo de los
integrantes de la OPEP. Solo después de superada la crisis del
Golfo sabremos a qué atenernos y cómo se podrían conciliar los
intereses entre los miembros de la OPEP y de estos con los
países consumidores. (IPS). (A-4).
EXPLORED
en Ciudad Caracas

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