LAS CIFRAS DE LA TENSA CALMA, por Gonzalo Maldonado Albán

Quito. 31.12.90. Para describir en una sola frase el ambiente
económico que respiran los ecuatorianos en este año que
languidece, viene como anillo al dedo esa muletilla que los
corresponsales de las agencias internacionales utilizan para
definir una situación donde el aparente orden reinante
contrasta radicalmente con el estado de exitación y angustia
que se vive por dentro. Me refiero a eso que tan elegantemente
se ha dado en denominar como la tensa calma.

Y es que a pesar que los principales agregados macroeconómicos
del país (reserva monetaria, déficit fiscal, emisión
monetaria, déficit en balanza de pagos, etc.) no se encuentran
desbordados y fluctúan, más bien, dentro de un rango
relativamente razonable, la estructura productiva del Ecuador
se halla fuertemente vulnerada, y generando las graves
consecuencias sociales que ello implica.

Porque, como dije, a pesar que las principales cuentas
financieras del país están bajo control, el desempleo y el
subempleo han crecido en magnitudes alarmantes; el deterioro
salarial es cada vez más agudo; la concentración de la riqueza
alcanza límites inaguantables; en fin, las condiciones de vida
de la mayoría de los ecuatorianos van rodando cuesta abajo sin
que se vislumbre una posibilidad real de cambio en su
situación.

Todo esto en circunstancias en que el actual programa de
ajuste aplicado en el país termina sin pena ni gloria y uno
próximo -de idéntico estilo- se perfila en el horizonte: en
medios vinculados al gobierno se ha comenzado a hablar de la
concesión de un nuevo préstamo "stand by", que es una suerte
de "paso previo" a la aplicación de los programas de ajuste
que auspicia el FMI.

Vistas así las cosas, me propongo, en lo que resta de espacio,
configurar ese panorama económico de la tensa calma; ese de
las estadísticas de la tecnocracia ecuatoriana, y ese del
campesino, del informal y del asalariado que se come las uñas
con desesperación al constatar día a día que su situación no
mejora, no mejora y no mejora.

Los inicios

En enero de 1990, la economía ecuatoriana presentaba las
siguientes cifras: había un déficit fiscal de cerca de 21 mil
millones de sucres; la reserva monetaria internacional neta
era de 103 millones de dólares; la balanza comercial del país
registraba un saldo positivo de 48 millones de dólares; el
índice inflacionario marcaba un 52 por ciento anual; el dólar
de mercado libre se cotizaba en 688,45 sucres para la venta, y
en 687,2 sucres para la compra, superando en cerca del 4 por
ciento a las cotizaciones del mercado de intervención.

Al mes siguiente, en febrero, las autoridades económicas de
turno firmaron una Carta de Intención con el Fondo Monetario
Internacional, en la que se comprometieron a aplicar un
programa de ajuste con la finalidad de "rehabilitar las
principales variables macroeconómicas y sentar las bases para
un desarrollo sostenido del país", según dijeron en ese
entonces.

El ajuste aplicado tuvo un carácter netamente restrictivo y
buscó dos objetivos fundamentales: corregir el proceso
inflacionario que amenazaba con desquiciar las relaciones
económicas del Ecuador; y generar un superávit comercial
suficiente como para cubrir el servicio de la deuda y
financiar, aunque sea en parte, la actividad productiva del
país.

En el ámbito externo se continuó con las devaluaciones
semanales del tipo de cambio para intentar mantener la
competitividad de las ventas externas y se insistió con el
sistema de incautación de divisas para lograr algún control
sobre sus cotizaciones en el mercado libre.

Al interior de la economía se elaboró un riguroso plan
monetario y crediticio que establecía un crecimiento de la
emisión a tasas inferiores al índice inflacionario y concedía
líneas de crédito sólo para las ramas de actividad más
estratégicas de la economía.

Así mismo, se diseñó un estricto programa de disciplina
fiscal, que preveía un fuerte congelamiento de los gastos
corrientes del Estado, sobre todo el concerniente al rubro de
sueldos y salarios; y establecía un itinerario de incrementos
graduales en las tarifas de los servicios públicos.

Se continuó con una política de precios administrados para los
productos de primera necesidad, pero estos topes fueron, en la
práctica, desobedecidos.

En un intento por atenuar el costo social del ajuste, las
autoridades económicas de ese entonces decidieron reforzar la
cadena de distribución de alimentos a nivel nacional para
evitar la especulación, a través de las denominadas "ferias
libres", a cargo de ENAC y ENPROVIT.

Concomitantemente a ello, se decidió poner en práctica la
segunda parte del acuerdo de ajuste, dando paso a la
aplicación de reformas de orden estructural que apuntan a
modificar la oferta productiva ecuatoriana: estoy hablando de
las reformas tributaria, arancelaria y al mercado de valores
que, en definitiva, consolidan el giro aperturista y
liberalizador que se impuso con el ajuste del Fondo
Monetario.

En fin, 1990 fue un año en el que se puso en práctica toda una
estrategia de afectación global de la economía del Ecuador: a
nivel macro, a través del plan de ajuste fondomonetarista; y a
nivel micro, con la aplicación de los programas de ajuste
estructural acordados con el Banco Mundial.

La calma

1990 termina con unas cuentas fiscales y monetarias
relativamente saneadas, tras el ajustón que soportó a lo largo
de sus meses: la reserva monetaria internacional neta se
incrementó a 271 millones de dólares en noviembre último; el
presupuesto del Estado registró un superávit de más de 22 mil
millones de sucres en julio pasado; la balanza comercial
presenta un saldo favorable de 126 millones de dólares; el
ahorro financiero privado ha crecido en magnitudes
considerables (casi 50 por ciento entre enero y octubre de
este año); los depósitos monetarios en el Banco Central han
crecido en más de 56 por ciento entre enero y noviembre de
1990; el dólar de mercado libre no ha sobrepasado la barrera
sicológica de los mil sucres fluctuando alrededor de la cifra
de los 900 sucres.

El ajuste ha logrado tomar de nuevo las riendas de unos
agregados macroeconómicos desbocados que amenzaban con arrojar
al desfiladero al frágil jinete de la economía ecuatoriana. Ni
hablar. Sin embargo...siempre el eterno sin embargo...La tensa
calma

Después de la tempestad viene la calma, dice el refrán. Pero
en este caso, después de la tempestad (léase el ajustón que
tuvo que soportar la economía ecuatoriana) vino la tensa
calma. Para muestra, los siguientes datos: el salario mínimo
real en Ecuador es de apenas 1.935 sucres y su capacidad
adquisitiva es de sólo un 3,8%, si se lo compara con el monto
del salario nominal, que es de 50.400 sucres (incluídos los
beneficios de ley)

De acuerdo a cálculos de CEPLAES, desde 1987, el monto del
salario mínimo real ha venido registrando tasas de crecimiento
negativas: -7,4 por ciento en 1987; -23,4 por ciento en 1988;
-9,4 por ciento en 1989; y -13,3 por ciento en 1990. En
dólares, el salario mínimo vital promedio ha declinado en un
45 por ciento durante este mismo período, pues pasó de 118,3
dólares mensuales en 1987, a 64,9 dólares por meses en
1990.

Así mismo, la participación de las remuneraciones en el
producto nacional ha ido decayendo con el tanscurso del
tiempo: en 1987 era del 22,4 por ciento del PIB total; un año
más tarde, en 1988, bajó al 17,6 por ciento; y en 1989 fue de
14,1 por ciento. Este declive tan pronunciado de la capacidad
de compra de los salarios de los ecuatorianos tiene como
principal responsable a la fallida lucha por derrotar a la
inflación.

Las autoridades económicas prometieron bajarla a un 25 por
ciento anual; de acuerdo a últimos datos estadísticos, el
índice inflacionario del mes de noviembre último fue de 49,8
por ciento anual, prácticamente 25 puntos porcentuales por
encima de la meta inicialmente prevista. La inflación mensual
registrada durante ese mismo mes fue de 4.2 por ciento, el
más alto desde abril pasado.

El rubro de la inflación que mayores variaciones ha registrado
es el de "alimentos y bebidas", que a finales de noviembre
alcanzó un 51, 4 por ciento anual. Este fenómenoo ha
deteriorado doblemente el nivel de vida de los ecuatorianos,
pues ha significado que los productos de primera necesidad
estén, cada vez más fuera del alcance de sus bolsillos.

En segundo término, se encuentra el rubro "Miceláneos", que
varió en un 49,8 por ciento anual. En este rubro se incluyen
los gastos en educación y transporte, por ejemplo.

El rubro que ha registrado los incrementos menos considerables
es el de "vivienda", que a criterio de algunos analistas, ha
permitido, de alguna manera, "amortiguar" el proceso
inflacionario en el país.

Sobre la situación actual del mercado de trabajo,
lastimosamente no se cuenta con cifras actualizadas, pero
basta mencionar que durante 1989, apenas el 32,2 por ciento de
la fuerza de trabajo que se incorporó al mercado laboral pudo
encontrar una colocación en el sector "moderno" de la
economía. El resto debió arreglárselas para ubicarse en el
sector de los informales. (A-2).
EXPLORED
en Ciudad Quito

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