EL EMPLEO ES INSTRUMENTO INSUSTITUIBLE
GUAYAQUIL. 25.12.90. Texto de la intervención del Ministro
del Trabajo, Ab. Roberto Gómez, en la reunión de Ministros del
ramo, realizada en Santiago de Chile, para analizar la
problemática del empleo en la década del 90.
El empleo es el instrumento insutituible que permite a un ser
humano realizarse como tal, y obtener los recursos necesarios
para satisfacer sus necesidades vitales y familiares. Es la
manera como el individuo puede contribuir al mantenimiento,
supervivencia, dignificación y progreso individual y social,
señala la ponencia del Ecuador en la reunión de ministros de
trabajo de América Latina y el Caribe.
Pero el empelo no es tanto una causa cuanto un efecto de la
dinamización desencadenamiento de las fuerzas y elementos de
la economÃa de un paÃs o de un pueblo. En definitiva, es la
producción de bienes lo que genera el empleo, porque el
excedente de bienes, después de haber satisfecho las
necesidades vitales y primarias es lo que permite diversificar
el intercambio que es el motor, la infraestructura, la
estructura y la superestructura del empleo.
El empleo actualmente en América Latina, El Caribe y el Tercer
Mundo es deficitario e insuficiente, precisamente porque no
hay producción suficiente y abundante y porque hay vicios
estructurales de intercambio y redistribución. No hay
producción porque la indolencia de los dirigentes polÃticos y
administrativos de la sociedad ha permitido la satisfacción
plena de las necesidades de los más, porque siempre se ha
pensado en función de los menos, que por la misma razón se han
constituido en privilegiados.
Consecuentemente, la utilización y empleo de los factores de
la producción ha sido limitada y la redistribución de bienes y
servicios es excluyente y discriminatoria.
El origen polÃtico de estas deficiencias es que los
detentadores o posesionarios del poder no se han identificado
realmente en el pueblo o con todos los asociados, sino con sus
particulares intereses o de grupos. La suerte de las grandes
mayorÃas realmente no les ha interesado.
La situación de falta de producción y consecuentemente de
empleo ha llegado a lÃmites insostenibles e intolerables. las
masas y los pueblos reclaman bienes y servicios para
satisfacer sus necesidades y para llevar una vida cómoda,
además, para reclamar también libertad y democracia. El
reclamo y la exigencia es cada dÃa más fuerte porque la
convicción de que tienen derecho a ello es también cada vez
más enérgica, más definitiva y violenta.
Prácticamente ya no hay sectores sociales que no tengan
conciencia de su derecho a tener vivienda, alimentación,
vestimenta, salud, educación, seguridad y libertad.
Los vicios no se han corregido proque es una tarea muy ardua y
lenta; pero ya existe lo básico y primordial; la consecuencia
del cambio y la exigencia y los gobiernos actuales, que son
fruto de estos nuevos imperativos sociales, ya han comenzado a
dar los primeros pasos en la dirección correcta.
En la década del 90, esta nueva conciencia y exigencia social
se va a incrementar por natural y elemental gravedad; los
gobiernos y programas gubernamentales tendrán que responder a
estos urgentes requerimientos, so pena de caer en la vorágine
de la convulsión y violencia sociales.
Tendrá forzosamente que dinamizarse e intensificar la
producción de bienes y servicios desarrollando todos los
factores que la hacen posible con un criterio macrosocial y
humanista. Solamente asà habrá empleo y ocupación.
La primera gran polÃtica dentro de este propósito es aumentar
al máximo la producción, desarrollando todos sus factores, con
planificación, pero sin camisas de fuerza; con orden y
sistema, pero sin coartar la libertad personal; con
creatividad, imaginación e ingenio.
Luego es imperioso e imprescindible no sólo alcanzar y
mantener la democracia como forma y fuente legÃtima del
gobierno, sino que hay que profundizarla todos los dÃas, pues
solo un gobierno que verdaderamente represente a todos puede
preocuparse del bienestar material y espiritual de todos.
También es menester acrecentar y mejorar la educación para que
la mente y el espÃritu del pueblo tenga conciencia de su
propia personalidad e identidad; para que el hombre sea dueño
y arquitecto de su destino, para que se fortalezca y
desarrolle. (Primera sección, p. 3)