Quito. 4 dic 99. (Editorial) En nuestro Ecuador continuamos sin
acuerdos mÃnimos de convivencia armónica. En medio de la más
aguda crisis que soportamos, conocidos sectores dominantes
mantienen enarbolada la bandera de un regionalismo que no puede
ocultar ambiciones económicas y polÃticas.
Tras la fachada de la descentralización y las autonomÃas se
pretende pescar a rÃo revuelto y obtener prerrogativas en nombre
del bien común y del interés nacional. AsÃ, las legÃtimas
demandas de descentralización se desvirtúan por las
pretensiones de los intereses oligárquicos acostumbrados a
presentar sus asuntos y pasiones particulares como razón del
paÃs.
Es verdad que el centralismo, o mejor, el bicentralismo, absorbe
los recursos que deberÃan distribuirse en forma equilibrada para
el resto del paÃs. Es verdad que una inteligente
descentralización adminstrativa y una justa y equilibrada
desconcentración económica permitirÃan superar las inequidades
existentes y promover el desarrollo armónico de todas las
provincias y regiones, pero de esto a proclamar, vÃa
plebiscito, "autonomÃas provinciales" improvisadas y demagógicas
hay mucha distancia.
Entre autonomÃa y descentralización existen rasgos comunes y
variantes significativas. Lo común es que una y otra defienden
diferencias, lo distintivo es que la descentralización se adopta
como régimen administrativo allà donde las desigualdades no
llegan a ser fuertemente marcadas.
A ojos vista las regiones del Ecuador son variadas y desiguales
por su naturaleza, clima y recursos. Estas condiciones influyen
en los comportamientos sociales que de todas maneras no son tan
distintos como para reclamar procesos autonómicos. Estas
diferencias regionales constituyen per se una gran riqueza
nacional que no ha sido debidamente aprovechada. Por el
contrario, muchas veces se convierten en fobias que enfrentan a
los ecuatorianos. La nación ecuatoriana está cohesionada por una
misma lengua y una historia común, aunque en su territorio
coexisten nacionalidades indÃgenas cuyas historias, idiomas y
culturas son radicalmente diferentes.
El sistema autonómico se insitutuye cuando se quiere hacer
justicia a comunidades como éstas, cuyo anhelo de automÃa
constituye una reivindicación histórica. Los planteamientos de
los pueblos indÃgenas resultan atractivos para el mundo entero
porque se trata de identidades originales que no han desaparecido
en contextos ajenos y adversos. En verdad es extraordinario que
más de cinco siglos de agresión externa no hayan logrado
exterminar una conciencia de pertenencia nacional basada en
creencias, tradiciones y prácticas compartidas y que ahora los
indÃgenas sean capaces de remozar sus ideales de
autodeterminación y autogestión.
Se podrÃa señalar quizá que la cuestión indÃgena en el Ecuador
no atañe a todos los ecuatorianos pues se circunscribe a la
Sierra y a la AmazonÃa. Sin embargo, no hay que olvidar que
existen nacionalidaes indÃgenas también en la Costa, y que miles
de emigrantes viven en ciudades como Guayaquil o Machala. Ellos
son quechuas que mantienen su identidad étnica y cultural de
origen y que sobreviven sin la protección que amerita su
pertenencia a un pueblo diferente, este sÃ, del pueblo mestizo.
El tema de los Derechos Humanos ha recobrado protagonismo en los
últimos años porque ha incluido los derechos que los
individuos reivindican colectivamente como pertenecientes a
pueblos especÃficos. Tanto la ONU como la OEA y la OIT los apoyan
en el entendido de que la democracia no puede quedarse al margen
de las aspiraciones de los pueblos indÃgenas.
La autonomÃa indÃgena requiere una pluralidad de instituciones
apropiadas, entre ellas la Ley de circunscripciones
territoriales, la Ley Orgánica de las Nacionalidades IndÃgenas,
asà como la creación de instituciones que garanticen el uso y
desarrollo de lenguas, de culturas, el fortalecimiento de la
Dirección Nacional de Educación.
Intercultural Bilingüe y de la Dirección Nacional de Salud
IndÃgena, entre otras. Esas leyes e instituciones deben ser a
la vez propias y abiertas para impedir que las comunidades
indÃgenas se conviertan en ghettos apartados de la sociedad.
La autonomÃa solo es posible en condiciones de equilibrada
distribución de recursos. Hay que reconocer que el paÃs cuenta
con recursos limitados, pero esto puede ser compensado mediante
proyectos económicos autogestionarios que, partiendo de las
iniciativas de los propios indÃgenas, promuevan la productividad
mediante una agricultura tecnificada, la creación de
microempresas comunitarias, la formulación de proyectos de eco
y etnoturismo, con el manejo y conservación de sus recursos
naturales renovables y no renovables y, en general, con la
mantención del equilibrio de su entorno ecológico.
En este sentido, en nuestro paÃs los pueblos indÃgenas sà tienen
el derecho para reclamar su autonomÃa, pues son entidades
históricas vivas, presentes en nuestro suelo aún antes de la
existencia y configuración del Estado ecuatoriano. Tal demanda
la han venido planteando con insistencia en diversos modos y
tonos a lo largo de toda la presente década, sin que su voz haya
sido escuchada por la sociedad y los gobiernos de turno.
* Directora Ejecutiva de la Fundación Pueblo Indio del Ecuador
(DIARIO HOY) (P. 5-A)