Buenos Aires. 27 dic 99. La crisis económica que afectó América
Latina en los años 80 revirtió la disminución proporcional de la
pobreza lograda en décadas anteriores y multiplicó el número de
pobres en términos absolutos. AsÃ, a principios de los 90 llegó
a cifras inconcebibles: 200 millones de pobres, es decir el 38
% de los hogares. Peor todavÃa: parece ser que el año 2000
sorprenderá a la región con algo asà como 296 millones de pobres,
casi la mitad de la población. En toda Latinoamérica surgió en
los 80 y 90 una nueva franja social, los "nuevos pobres".
En algunas ciudades, son el grupo mayoritario. En general, tienen
vivienda propia, hecha con materiales de buena calidad, ubicadas
en barrios con infra- estructura urbana y social adecuada. Han
tenido acceso a la educación y buena parte de ellos llegaron a
cursar estudios
terciarios por varias generaciones.
Por cultura e historia resulta evidente su origen social: la
clase media o bien la clase trabajadora altamente calificada. Se
enfrentan a una realidad tan dura como incomprensible, y hasta
puede decirse que tienen mayores problemas de adaptación a la
nueva situación que los pobres estructurales. Es decir, aquellos
que por varias generaciones lograron vivir aplicando estrategias
de supervivencia.
El itinerario de la pobreza en la Argentina es el mejor espejo
para seguir el curso de la historia contemporánea. Hacia mediados
de siglo (en la década del peronismo originario), se realizó una
formidable redistribución del ingreso y los pobres no superaban
al 3 % de la población. Esta situación se mantuvo constante hasta
mediados de los 70, cuando se inició de manera sistemática la
aplicación de polÃticas ortodoxas. AsÃ, la pobreza pasó del 3 %
histórico al 14 % de la población en 1996.
El punto de inflexión de la expansión de la pobreza son los 80,
la década perdida. En 1986 no habÃa dudas de que la utilización
de la capacidad instalada de las empresas era inferior a la de
1981. Y esto se reflejaba en un producto por habitante un 10 %
menor y en un ingreso real medio de los hogares aún menor.
Además, en ese perÃodo se multiplicaron por dos los desocupados.
Chile
La caÃda de los ingresos reales al promediar la década del 90 fue
la gran responsable del aumento de la pobreza. AsÃ, la reducción
del producto por habitante fue del 4 %, mientras que en el Gran
Buenos Aires esa caÃda llegó al 8 %. ¿Fatalidad histórica? Antes
de dar una respuesta apresurada o estereotipada tengamos en
cuenta que en Chile las cosas tuvieron un itinerario muy
diferente. Ahà la pobreza viene disminuyendo de manera constante
desde 1987. Desde aquel año el PBI viene aumentando al 7 % anual
y el empleo al 3%. El número de pobres pasó de 5 millones y medio
en el 87 a poco menos de 4 millones en 1994, y a 3 millones en
1996. Hacia comienzos del 2000, en Chile los pobres llegarán a
2 millones. Mientras en el sector primario la pobreza cayó en un
28 %, en el promedio nacional la disminución fue del 37 %.
Brasil
En Brasil, el panorama es un tanto más complejo. El 50 % más
pobre de la población tiene el 10 % del ingreso nacional,
mientras el 10 % más rico controla el 50 % de los ingresos. Hacia
1995, los pobres representaban el 28 % de la población.
El otro aspecto generalmente tapado en este problema es el del
género. Sarah Gammage, del Centro Internacional de
Investigaciones de la Mujer, afirma que "una tendencia
perturbadora que aún está por documentarse plenamente es el
crecimiento del sector informal y la concentración
desproporcionada de mujeres en esa franja a lo largo de América
Latina". Pero los pocos registros disponibles indican que esta
sospecha tiene fundamento. En Cochabamba, las mujeres son el 65
% del trabajo informal, el 45 % en Santa Cruz y el 41 % en
Paraguay. Las actividades económicas en las que participan las
mujeres son menos capital intensivas y, en consecuencia, sus
ingresos son inferiores y más erráticos que los de la contraparte
masculina.
"En Argentina, Ecuador, Jamaica, México y Nicaragua, donde se
está acentuando la pobreza, las familias encabezadas de jure por
mujeres también están creciendo como proporción de la población
pobre". Como concluye esta investigadora, "en las familias
pobres, los individuos son con frecuencia incapaces de actualizar
el capital humano o de pasarse a actividades productivas de
mayores ganancias".
La estructura
De acuerdo con estimaciones de la OIT y la CEPAL, la estructura
de la pobreza en América Latina está conformada de la siguiente
manera: servicio doméstico (10%), trabajadores por cuenta propia
(30%), microempresas (18%). El resto de los pobres están
empleados en el sector público (8%) o en el sector privado (32%).
En los últimos años el concepto de pobreza ha suscitado la
atención de diferentes sectores sociales, y se empezó a
percibirlo de una manera diferente. En el Informe de Desarrollo
Humano de 1997, las Naciones Unidas definieron a la pobreza como
la negación de "las oportunidades y las opciones más
fundamentales del desarrollo humano: vivir una vida larga, sana
y creativa, disfrutar de un nivel decente de vida, libertad y
dignidad, respeto por sà mismo y los demás". De una manera
similar se expresó Carlos Fuentes al clausurar el año pasado en
Buenos Aires el IV Encuentro Iberoamericano del Tercer Sector,
que se realizó precisamente bajo una convocatoria afÃn: Hacia un
nuevo contrato social para el siglo XXI. El gran escritor
mexicano planteó algunas preguntas inquietantes: "¿Cómo corregir
las desigualdades provocadas por el neocapitalismo? ¿Cómo
reestructurar los programas de bienestar a fin de que los más
débiles no sucumban al darwinismo global? El Estado
latinoamericano, en particular, no debe abandonar la protección
de la ineficiencia para caer en la protección de la injusticia."
Estas palabras tienen una resonancia particular entre nosotros.
Hacia 1997, el 19 % de los hogares del Gran Buenos Aires estaban
por debajo de la lÃnea de pobreza. Los generadores de los mayores
ingresos en estos hogares indigentes tienen como máximo el nivel
primario completo. Pero hay otro elemento que ha hecho más
precaria la situación del pobre argentino: se reforzó la presión
fiscal, tanto provincial como municipal, sobre este sector, y
otro tanto han hecho los servicios públicos (recientemente
privatizados), que les exigen pagar tarifas altas y severas
multas por atraso e incumplimiento. En todo caso, el nuevo
contrato social que reclamaba Carlos Fuentes es una exigencia de
la conciencia que todavÃa no encontró su anclaje en la realidad
cotidiana. Y no sabemos si alguna vez lo logrará. (Texto tomado
de Tiempos del Mundo)