HERMANN MEVILLE DESPUES DE CIEN AÃOS. Por Antonio Parra.
Quito. 30.06.91. El novelista norteamericano Hermann Meville,
el rapsoda de los balleneros, todavÃa sigue deslumbrando a sus
lectores con sus exhortaciones a la fuga hacia lejanos
paraÃsos.
Este año, concretamente el 23 de septiembre, se cumple el
centenario del fallecimiento del autor de "Mobby Dick". Fue
en Nueva York, ciudad que prepara ya el homenaje póstumo a
este gran novelista, donde también hubo de ganarse la vida
como camarero, tenedor de libros y profesor de escuela.
El afán humano "Moby Dick" supuso una de las grandes alegorÃas
contemporáneas, una especie de "morality" que trata de
representar el afán humano por desligarse de las fuerzas del
Mal y dar caza a esa felicidad o bienestar material, por el
que siempe el hombre se afana, y siempre resulta para él
esquiva. Desde que se nace -esta es la conclusión
sobresaliente de la extensa obra de Melville- el hombre es un
ser vencido. Un ser para la muerte, como dirÃa Nietzsche,
pero en quien cabe un cierto albergue de esperanza, aunque,
definitivamente, acabe domado por su destino.
En la historia de la escritura en inglés salta con frecuencia
el afán por el reencuentro con el mito. Con todo aquello que
signifique ideal verosÃmil, pero difÃcilmente asequible a los
mortales. La historia de la literatura inglesa está plagada de
utopÃas. El género literario comienza a cultivarse con el
poema alegórico medieval "Piers Plowman", se consolida en
Spencer y es institucionalizado por Thomas Moro. La corriente
continúa viva en Swift, cuyas parábolas noveladas como "Los
viajes de Gulliver" sientan precedente paradigmático en las
antologÃas, hasta llegar a los modernos en un Huxley o en un
George Orwell. Quizá quepa como explicación a ese fenómeno la
tendencia del carácter anglosajón y de la lengua inglesa a
entretenerse jugando con las posibilidades de la paradoja,
inherente a la condición mesiánica. La búsqueda y procura de
esa sociedad ideal, desde la rebeldÃa puritana de los
peregrinos del "Mayflower", en parte, orienta y auspicia la
intolerancia y la agresividad psicótica de determinados
ambientes sociales. Y puede que sea la razón suprema de un
pueblo que, aún con conciencia de elegido, siempre está en
huida y siempre se ve forzado a encontrar un enemigo, real o
irreal, para poder encontrarse consigo mismo.
AsÃ, Thoreau busca la evasión de ese estado de cosas en su
"Walden", o lugar de reencuentro con la naturaleza. Sin
embargo, "Walden" puede degenerar en Búfalo Bill: un ser que
solo es capaz de entenderse con sus semejantes a tiro limpio,
que vive solo para la caza y para la guerra.
De la utopÃa al caos. La utopÃa suele ser la vereda más corta
de acceso al caos. Sin embargo, mientras estos atisbos
iluminados ante lo imposible y lo inalcanzable suscitan en el
alma rusa -otro pueblo mesiánico- santa resignación, y de ahÃ
que la novela rusa cale tan hondo en el corazón humano de
todos los tiempos, en la norteamericana esto solo produce
rebeldÃa y desesperación descarnada.
Con estos mimbres no se puede conseguir una literatura que
calme, serene y enriquezca interiormente.La buena literatura
siempre ha requerido un cierto distanciamiento de las cosas.
No le van los encarnizamientos de la vida diaria, que reclaman
un auténtico cuerpo a cuerpo. Por eso, a muchos les continúa
aburriendo Faulkner. Demasiada furia, demasiada ira. No hay,
por lo demás, un tipo de literatura más pesimista que la
escrita por este pueblo joven, un pueblo que domina los
intrincados resortes de la producción editorial y los medios
de comunicación a escala plantaria.
América -este puede ser el mensaje de los libros de Melville,
Hawthorne, Porque incluso el propio Hemingway- es la boca del
dragón, que lo engulle todo. Quien se resite a la corriente y
no quiere pasar por el desfiladero de sus fauces, se
encontrará pronto fuera del agua, tumbado panza arriba sobre
la hierba de la ribera, es decir, al orillarse se automargina.
Tendremos entonces a uno que no encuentra sitio en el juego, a
un perdedor.
La voz proféticaLa obra entera de Hermann Melville -"Billy
Budd, "Omoo", "Moby Dick" y "The white Jacket", entre otras-
es la tipificación de esa huida. Sus personajes se pierden
océanos adelante y son derrotados por la vida o engullidos por
un golpe de mar.
Pese a su pesimismo, a Melville se le tiene por uno de los
maestros de la literatura infantil por excelencia. Sus libros
son cándidos, sencillos y de amena lectura.
"Moby Dick" se ha convertido en un clásico y manual de lectura
en las escuelas de todo el mundo, algo que no debió suponer el
autor, cuando lo dio a imprimir en Londres el año 1847, cuando
no era más que un vagabundo en la ciudad del Támesis. Aunque
de origen de escocés, Melville habÃa nacido en Nueva York en
1821. Recién cumplidos los once años, y cuando apenas habÃa
completado sus estudios primarios, se hizo grumete. Con la
flota de altura de Nueva Inglaterra se embarca en un ballenero
hacia los Mares del Sur. Esta experiencia, asà como su
estancia en la isla de Samoa, y el recorrido por el
archipiélago de las Marquesas va a ser la temática de su obra
en la cual cuenta, sobre todo, sus experiencias a bordo y sus
incursiones por las islas, la convivencia con los canÃbales,
el trato con las mujeres seductoras, los aromas de las noches
tropicales, etc.
Aparentemente, se trata de un tipo de novelas de aventuras,
pero hay en sus libros algo más que eso, como es el trágico
combate entre el Mal y el Bien. De estas dos fuerzas en lucha,
la segunda es la que suele llevar las de perder. ¿Por
qué?. Porque la naturaleza carece de ética y de comedimientos
morales. No triunfa por tanto el más virtuoso, sino el más
poderoso.
La voz triste de Melville parece adquirir tintes proféticos
para increpar a un paÃs camino de convertirse en una gran
potencia, sin otra ideologÃa que la del enriquecimiento
personal.
Quizás el homenaje del próximo septiembre en Nueva York sirva
a algunos humanos para reflexionar sobre la dramática realidad
revelada por Melville en sus libros. (2-C)
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Ciudad N/D
Publicado el 30/Junio/1991 | 00:00