Esmeraldas. 6 abr 2001. El capitán de Puerto de Esmeraldas reveló que el
Fortuna partió de Playas de Villamil.

Miguel Angel Culcay Guantay, de 46 años, casado, con seis hijos y de
profesión albañil, permanece en un lúgubre calabozo, en Santas Vainas,
Esmeraldas, a la espera de encontrarse con su familia "y contarles que he
vuelto a vivir".

Culcay es oriundo de Cumbe y tiene un hermano en Estados Unidos, quien le
contactó el viaje. "No pagamos nada. El ofrecimiento era entregar $7 000
una vez que estemos en Estados Unido. El primer pago se debía realizar al
llegar a Guatemala y vía teléfono comunicar a mi hermano que estábamos ya
en camino", manifiesta el hombre, mientras remoja sus labios antes de
continuar narrando la historia que le tocó vivir.

Una vez contactado el viaje le hicieron una pequeña fiesta de despedida
en su natal Cumbe. El itinerario de viaje comenzó en Cuenca, en donde,
conjuntamente con un grupo de diez personas, a las que conoció ese día,
(12 de marzo de 2001) fue recogido por un enorme camión cubierto con una
carpa.

El carro simulaba llevar carga al puerto.

Durante el camino, el camión se fue llenando hasta que llegaron al mar.
"Yo como primera vez conocía el mar ni siquiera sabía en dónde me
encontraba. A un señor que nos ordenaba estar en silencio, le escuche
decir que estabamos en Manta", recuerda el hombre, quien luce cansado y
su ropa delata que ha sido utilizado varios días.

Toma confianza con HOY y de la manera más sencilla continúa narrando la
odisea. "La noche del 18 de marzo, nos bajaron del camión y en grupos de
10 y 12 personas nos subieron en unas lanchas, que ellos decían pangas, y
nos metieron a un barco".

Una vez en el barco, les ordenaron que se ubiquen en grupos de hasta diez
personas y que ingresen a los camarotes. "Como no nos conocíamos entre
nosotros nos ubicamos como podíamos". El barco pesquero Fortuna, con 149
personas a bordo, partió la noche del 18 de marzo. El capitán advirtió a
los pasajeros que estaba prohibido subir a cubierta.

"Nos bajaban el desayuno: cafe negro, plátano y queso, en una cacerola
grande. Abajo nos repartíamos en pequeños jarros. Todo el día pasábamos
encerrados y nos recomendaban que conversáramos bajito". A la hora del
almuerzo, el menú consistía en un plato de arroz, carne o pescado y un
vaso de jugo. No había cena.

Así transcurrían los días en el interior del Fortuna hasta que el lunes
26 de marzo comenzaron a escuchar unos ruidos muy raros. "Sonaba como que
el barco se partía en dos". Todos comentaban en voz baja lo que ocurría.
"Solo sentíamos que los tripulantes y el capitán corrían de un lado a
otro y a gritos daban órdenes para que se reparen las piezas. "Comenzamos
a sentir que el barco ya no caminaba. El motor se apagó y solo nos movían
las olas".

Alguién se arriesgo y subió a cubierta para ver qué estaba ocurriendo.
Fue entonces que escuchó decir que no se preocuparan, que el capitán y
los mecánicos ya fueron por repuestos y ayuda. "Como todos estaban
preocupados, comenzamos a salir de los cuartos y subimos a cubierta'.
"Ya habrían pasado dos o tres días de esto. Entonces la comida comenzó a
escasear y nos daban un poquito de arroz. En unos tarros recogíamos agua
de la lluvia y unos compañeros que tomaron el liderazgo nos recomendaban
que tomáramos solo dos sorbos de agua por pasajero".

"Algunos comenzaron a llorar y otros les daban ánimo. "Gracias a Dios el
jueves, y cuando la mayoría de nosotros estabamos en cubierta, apareció
un avión que volaba bajito. Todos levantamos las manos y gritabamos
pidiendo ayuda. El avión dio una vuelta más y desapareció". Esa era una
esperanza de que alguien los podía ayudar.

Efectivamente el avión de la Guardia Marina Norteamericana había
comunicado el particular a tierra. "Por la noche llegaron dos barcos. Un
capitán que hablaba español nos preguntó si teníamos armas. Contestamos
que no y de inmediato nos recomendaron que nos ubiquemos en un sitio
donde ellos nos puedan ver. Nos dieron comida, agua y hasta nos pudimos
bañar".

"Los gringos nos salvaron la vida".

Santas vainas

- El defensor del Pueblo, en Esmeraldas, Juan Montaño Hurtado, gestiona
la libertad de los 137 emigrantes detenidos en el Centro de Detención
Provisional, en Santas Vainas.

- El intendente de Policía de Esmeraldas, Jorge Ortiz, analiza los
informes presentados por la Armada y la Policía de Migración.

- El defensor del Pueblo de Esmeraldas, Juan Montaño Hurtado, manifestó,
ayer, que los emigrantes, la mayoría oriundos del Austro, no han cometido
delito alguno estipulado en las leyes y reglamentos ecuatorianos, por lo
que no deben ser sancionados.

El capitán inventa historias

El capitán de Fragata Miguel Quelal, jefe de la Capitanía de Puerto en
Esmeraldas, reveló a HOY que el capitán y la tripulación del buque
pesquero Fortuna fueron detenidos y serán puestos a órdenes del juez de
lo Penal.

Norberto Anastasio era el capitán del Fortuna, y la tripulación la
integraban Guillermo López, Juan Palacios, Germán Sandoya, Vidal Yagual,
Eduardo López, Holger Farías, Santos Lisboa, Víctor Domínguez, Raúl
Reyes, Arnolfo Ortega y Félix López.

Quelal desvirtuó la versión que señala que la tripulación fugó del lugar
dejando abandonados en alta mar a los 137 ecuatorianos.

El oficial de la Armada ecuatoriana dijo que resulta imposible que se
retiren en una embarcación pequeña, ya que se encontraban a 250 millas de
la costa. Explicó que luego de las investigaciones, se logró desvirtuar
la versión que, en primera instancia, habían dado a la Armada
norteamericana.

"Parecería ser que bajo amenazas el capitán y los tripulantes obligaron a
los pasajeros del barco a inventar esa historia', manifestó. (XP)
(Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Esmeraldas

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