Una Asociación agrupa a 131 ex combatientes con mutilaciones y problemas como psicosis de guerra y esquizofrenia.
Cientos de ex combatientes del Cenepa, hoy jubilados del Ejército, subsisten con pensiones que van de $ 160 a $ 260.
Los héroes de la guerra de hace diez años con el Perú viven como cualquier civil, tal es el caso del sargento (r) Franklin Guamán Restrepo, quien se dedica a la venta de empanadas. âLos $ 260 que recibo como jubilado y héroe de guerra no me alcanzanâ, asegura.
Una asociación agrupa a 131 ex combatientes con mutilaciones y psicosis de guerra y esquizofrenia, que exigen el cumplimiento de ofertas, porque los gobiernos de turno han cumplido parcialmente sus promesas con los soldados.
A diez años del conflicto bélico con Perú que, según cifras oficiales dejó 34 muertos y 70 militares ecuatorianos heridos, los gobiernos de turno han cumplido parcialmente sus promesas con los soldados que participaron, aseguró el presidente de la Asociación de ex Combatientes Discapacitados del Cenepa, sargento Jorge Bolaños.
Ãl es uno de los 131 militares que desde el 20 de septiembre de 1998 integran ese organismo. De ese total, 99 permanecen en servicio activo y 32 en pasivo, quienes se dedican a cualquier actividad alternativa para subsistir.
Bolaños recordó que el 31 de marzo de 1995, luego de culminar la guerra, el gobierno de Sixto Durán-Ballén expidió la Ley de Gratuidad y Reconocimiento Nacional a los Combatientes del Conflicto Armado del Cenepa.
Entre los doce artÃculos del cuerpo legal se establece la entrega de dos becas para los hijos de combatientes muertos o discapacitados y la donación de una vivienda a los militares inhabilitados en más del 25% del cuerpo. Este beneficio se ha cumplido parcialmente.
Los trámites para la obtención de becas educativas que beneficiarÃan a 168 niños, adolescentes y jóvenes, hijos de ex combatientes, se demoran más de un año en el Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo y Becas (IECE), dice Bolaños.
Dijo que pese a que de acuerdo con la ley los establecimientos privados deben conceder este tipo de beneficios, varios colegios no cumplen aquella disposición.
La Asociación de ex Combatientes del Cenepa registra que la mayorÃa de los hijos de los soldados que lucharon en el Cenepa, estudian en doce colegios militares, tres unidades educativas de la FAE y cuatro liceos navales.
En cuanto a la donación de las casas, se construyeron 35 soluciones habitacionales en los sectores de Carapungo y Bretania 1, en Quito. Sin embargo, aclaró que las viviendas se las entregaron sin los acabados.
Las 96 moradas restantes, dijo, no llegaron a construirse y a cambio de eso, expresó, el Estado entregó, a través del entonces ministro de Defensa, general José Gallardo, 8.641 dólares a cada ex combatiente que no recibió la suya.
En la provincia de Guayas las viudas de los héroes caÃdos en batalla y mutilados residentes en Guayaquil y en cantones vecinos recibieron sus viviendas en la ciudadela Abel Gilbert del cantón Durán. En otras ciudades del paÃs, las municipalidades de los cantones donde los combatientes eran oriundos apoyaron para la entrega de casas.
Asociación con fondos propios
Bolaños indicó que la asociación de ex soldados, con sede en Quito, tiene un fondo de entre 15 y 18.000 dólares. Explicó que esos recursos son financiados con el aporte mensual de $ 4 de los 131 integrantes.
La Asociación registra que como consecuencia del conflicto del Cenepa, 44 uniformados perdieron total o parcialmente las piernas; otros dos, los brazos; siete, tienen problemas auditivos; y 78, presentan problemas como psicosis de guerra y esquizofrenia.
Pero de todos ellos, 23 son instructores de los cursos de Contrainsurgencia, Comando, Tiro y Paracaidismo en el Ejército. âSon los únicos soldados discapacitados en el mundo que continúan en servicio activoâ, puntualizó Bolaños.
Héroes
Fausto Espinoza Pinto
EDAD: 32 años
RANGO: Sargento segundo
Nació en Palestina, Guayas. Su esposa, MarÃa Cecilia Cedeño y sus dos hijos, residen en Durán.
Jorge Washington Guerrero Lamilia.
EDAD: 29 años.
RANGO: Sargento primero.
Nació en Milagro, Guayas, y perteneció a las Fuerzas Especiales.
Milton Saúl Jácome Calvopiña.
EDAD: 22 años.
RANGO: Cabo segundo.
Nació en Quito y era soltero. Murió el 22 de enero del 95, en una emboscada.
José Robles Carrión.
EDAD: 22 años.
RANGO: Cabo segundo.
Su muerte se reportó varios dÃas después de haber caÃdo por las balas de los peruanos.
Carlos Yuqui Medina.
EDAD: 21 años.
RANGO: Cabo segundo.
Oriundo de La Troncal, Cañar, cayó el 2 de febrero. Integró las Fuerzas Especiales.
José Luis Urquizo Chango.
EDAD: 20 años.
RANGO: Cabo segundo.
Nació en Ambato. Soltero. Murió en el ataque masivo peruano del 22 de febrero de 1995.
Wilson Cueva Pillajo.
EDAD: 33 años.
RANGO: Sargento segundo.
Nació en SangolquÃ, Pichincha. Murió el 2 de febrero del 95. Fue su esposa Magali Yanira Mendoza.
Ernesto Aroldo Vaca Bonilla.
EDAD: 31 años.
RANGO: Cabo primero.
Oriundo de La Unión, cantón Valencia, Los RÃos. Murió el 7 de febrero. Una bandera flamea en su tumba.
Gonzalo Efrén Montesdeoca M.
EDAD: 28 años.
RANGO: Cabo primero.
Oriundo de Celica, Loja. Murió en combate el 6 de febrero de 1995.
Wladimir Analuisa Montero.
EDAD: 31 años.
RANGO: Cabo primero.
Oriundo de Guaranda. Perteneció a las Fuerzas Especiales. Cayó el 5 de febrero de 1995.
José Andrango Escola.
EDAD: 27 años.
RANGO: Cabo segundo.
Cayó a inicios de febrero de 1995 en uno de los combates en la zona aledaña a Tiwintza.
Rafael Pullaguari Pullaguari.
EDAD: 24 años.
RANGO: Sargento segundo.
Perteneció al COE 21 de la Brigada de Selva Cóndor, asentada en Patuca, Morona Santiago.
Juan BenavÃdez.
EDAD: 23 años.
RANGO: Cabo segundo.
Uno de los soldados de cuya muerte se supo dÃas después de su caÃda en los combates.
Héctor Pilco Chango.
EDAD: 21 años.
RANGO: Cabo segundo.
De PÃllaro. Murió el 27 de enero. Su cadáver fue el primero en salir de la zona de conflicto.
Freddy Ismael Santander Peralvo.
EDAD: 21 años.
RANGO: Cabo segundo.
Nació en San Vicente de Pusir, provincia de Carchi. Murió el 9 de febrero de 1995.
Ãngel Olivio Rivera Suárez.
EDAD: 19 años.
RANGO: Soldado de reserva.
Fue el segundo en caer en combate y cumplÃa su servicio militar en el Batallón Gualaquiza.
Germán Pitiur Antuash.
EDAD: 19 años.
RANGO: Soldado de reserva.
Oriundo de Patuca, donde cumplÃa la conscripción. Un monumento en su honor hay en Sucúa.
Milton Patiño Chuga.
EDAD: 20 años.
RANGO: Soldado de reserva.
Realizaba su conscripción y participó de los combates. Cayó cerca a Tiwintza.
MartÃnez: En la guerra, el miedo te mantiene vivo
Cristóbal MartÃnez tiene 31 años, es oriundo de Machala y llegó a la Cordillera del Cóndor el 20 de enero de 1995, como parte del Batallón de Selva Nº 62 Zamora.
De su memoria no se han ido el sonido de las balas, la incomodidad de la trinchera y el recuerdo de la explosión de una mina antipersonal que le destrozó el pie izquierdo, la mañana del 4 de febrero de ese mismo año.
Aquel dÃa ingresó a un campo minado para rescatar a un compañero herido por la activación de un explosivo. AhÃ, el entonces cabo primero activó otra mina.
Llegó al conflicto cuando tenÃa 21 años; llevaba cuatro años en el Ejército y fue trasladado desde Quito, donde se encontraba en un curso de ascenso.
Explica que luego de la explosión de la mina antipersonal su pelotón lo trasladó a un campo abierto desde donde un helicóptero lo sacó a Zamora y luego al Hospital Militar de Quito.
De los casi quince dÃas que estuvo en la cordillera, MartÃnez indica que lo que pasa por la mente de los soldados es cumplir con su deber. Luego de 9 años del conflicto, en septiembre del 2004, el sargento MartÃnez se graduó de ingeniero comercial en la Escuela Politécnica del Ejército; tiene una tecnologÃa en sistemas informáticos y ocupa un cargo administrativo en la rama armada.
Olmedo: Pido al Gobierno que no se nos olvide
Justo Olmedo es uno de los primeros militares que llegó al valle del Cenepa en diciembre de 1994. PertenecÃa al grupo de Fuerzas Especiales Nº 24 Rayo, acantonado en Lago Agrio y formó parte del primer contingente que se desplazó al destacamento de Tiwintza.
El militar recuerda que en el conflicto conformó una patrulla de reconocimiento y ataque integrada por unos 30 hombres armados con fusiles, lanzagranadas, minas antipersonales. âÃramos una unidad de élite y tenÃamos la misión de repeler el avance de las tropas peruanas hacia nuestro territorioâ, relata. Hoy, a sus 31 años, los recuerdos de los combates en la Cordillera del Cóndor subsisten.
En su memoria permanecen las imágenes de los amigos muertos, el miedo de las guardias nocturnas y las cartas de los niños escritas a lápiz motivando a la tropa.
Tiene tres hijos y es oriundo de Milagro (Guayas). El sargento de Fuerzas Especiales perdió una de las piernas al pisar una mina sembrada por su mismo Ejército, el 10 de febrero de 1995.
âSalimos en búsqueda de una patrulla nuestra que no llegaba... Por paradójico que parezca pisé uno de los explosivos que colocó nuestra patrullaâ, reseña.
âLe pido al Gobierno que no se olvide de nosotrosâ, dice Olmedo, quien labora en el Ejército en el departamento de adquisiciones.
Patricio González perdió su pierna y vio caer aviones peruanos
La parte de la pierna que el sargento Patricio González perdió al explotar una mina en Tiwintza la reemplaza una prótesis. Con esta camina y practica deportes.
A las 09h30 del 10 de febrero de 1995, el dÃa estaba claro en Tiwintza y parte del valle del Cenepa. Los combates arreciaban, dÃa y noche, entre los ejércitos ecuatoriano y peruano. El primero defendÃa sus posiciones y el otro querÃa desalojarlo. En todo el Ecuador, la población repetÃa el grito: Ni un paso atrás.
Una columna de 16 hombres avanzaba por la selva y el fango. En los combates, un hombre debe arriesgar, debe ir a la cabeza para limpiar el camino. Se trataba del hoy sargento Patricio González Chiriboga, integrante entonces del Grupo de Fuerzas Especiales 24 Rayo, de Lago Agrio.
âEsa tarea es dura porque uno puede morir para salvar al grupo. Se releva cada dos horas. Ese momento, me tocó a mÃâ, recuerda.
El estruendo de una explosión sorprendió a todos. Patricio González voló a varios metros por el estallido de una mina y sus compañeros estaban tendidos en el piso, en posición de defensa. âPerdà el sentido por unos minutos. Cuando desperté estaba rodeado de selva y no sabÃa qué pasaba. Miré a mis compañeros y me hacÃan señas que me calle. Comprendà que estábamos en guerraâ.
Cuando trató de levantarse, notó que su pie derecho y parte de la canilla, estaban destrozados. Nadie se atrevió a ayudarle por temor a las minas. âUn sargento Zurita se decidió. Cuando me cargaba, se prendÃan en la maleza las astillas de mis huesos. Me dijo que estorbaban. Con mi venia, tomó su cuchillo y de un solo tajo me voló el pedazoâ, dice.
Fue evacuado a Tiwintza en cuatro horas y después a El Maizal. âA esa hora, los aviones peruanos bombardeaban. Recuerdo que vino uno y lanzó las bombas cerca. Me quedé botado. VeÃa todo, acostado. Pensé que todo se acababa. De pronto apareció otro avión, que dÃas después supe que era ecuatoriano, y lanzó un proyectil que le hizo volar en pedazos al que bombardeaba. Vi cómo se reventó como una bola de fuego. Igual le pasó a otroâ, relata.
Un cuarto de hora después llegó un helicóptero y logró evacuarlo. âMe desperté en la sala de operaciones. Pero para mà se acabó la guerraâ, agrega. Un mes estuvo asilado en Quito, con ayuda psicológica para la psicosis de guerra.
Después fue llevado a Estados Unidos.
Al volver reingresó al Ejército, como empleado administrativo y hoy labora en Archivo General de la II Zona Militar de Guayaquil, con un sueldo de $ 400 dólares.
Vive en Durán y dice librar una nueva guerra. Su hijo Patricio, de 5 años, tiene sÃndrome de Down y padece de leucemia.
âGracias a Dios, estoy vivo. A nadie deseo la guerra, porque no es como las pelÃculasâ, menciona.
Obsesión por salvar a colega herido enloqueció a comando
Un video muestra a un soldado ecuatoriano con una herida profunda en la pierna izquierda. Tiene el rostro hinchado, un corte en una ceja y otro en la cabeza.
Cuatro compañeros lo asisten, mientras otros están con sus fusiles en alto.
El cabo Fabián Rosado (nombre protegido por ser miembro activo del Ejército), junto a dos compañeros, mira ese video. Aprieta sus puños, se muerde los labios y dice: âEs Anchico. Estábamos rodeados, murió desangradoâ.
Aquel instante de la guerra del Cenepa, filmado por la patrulla Los Chamberos del Grupo de Fuerzas Especiales Nº 26, de Quevedo, muestra, desangrándose, al cabo AgustÃn Anchico Murillo, uno de los 34 héroes caÃdos en combate.
Ese video también inmortaliza el momento en que la vida del hoy cabo Rosado cambió por la obsesión de salvar a su compañero, a quien lo cargó tres dÃas, herido, y otro periodo similar cuando ya estaba muerto. Rosado sufrió de psicosis, enloqueció y estuvo asilado por más de dos meses en un hospital. Hoy continúa en la rama militar como integrante de una unidad de élite de las Fuerzas Especiales. Tiene esposa, dos hijas y muchas ganas de vivir.
Su relato resume la crueldad de la guerra del Cenepa, diez años después de aquel episodio que, pese a todo, cubrió de gloria al Ecuador.
âA inicios de febrero nos destacaron a un puesto entre Tiwintza y La Y. Nos comunicaron que a las seis de la tarde nos iban a atacar los peruanos. Fue asÃ, a las seis y media en punto nos lanzaron el primer rafagazo. El entonces teniente, hoy capitán Patricio Calle nos dijo: Señores estamos rodeados. Aquà cada cual cuida su pellejo. De aquà solo los que quedamos vivos saldremos. Ãl no salió. Nos enfrentamos durante la noche, el siguiente dÃa y la próxima madrugada, a las dos y media tuvimos una emboscada envolvente y ahà murió.
âSufrimos y peleamos con entrega. Integraba una patrulla denominada Los Chamberos. TenÃamos la orden de limpiar un destacamento enemigo, como sea. Encontramos a unos doce peruanos inexpertos en combate. Les cogimos.
Llevábamos el remordimiento de que a un compañero lo encontramos descuartizado y sentÃamos la misma maldad. Les quitamos las mochilas que llevaban con verde molido. Eso nos sirvió porque como estábamos encerrados nos faltaba el abastecimiento y comÃamos hojas y un camacho dulce, agua no nos faltó. A los doce peruanos los tuvimos prisioneros dos dÃas, después por orden superior los dejamos ir, descalzos y desnudos.
âDespués en La Y nos dimos de bala con una patrulla de seis miembros. Vieron que éramos más y los tomamos prisioneros. Luego los liberamos. En uno de esos combates quedó herido Anchico. TenÃa una herida en la pierna, una esquirla en la cara y otra en la cabeza. Le dimos los primeros auxilios. Debà cargarlo. Murió a los tres dÃas, desangrado porque no llegaba el helicóptero, por temor al enemigo.
âCuando mi compañero murió, además tenÃa a otro herido con una esquirla en la espalda. Llamábamos por la radio y le decÃamos que lo sacaran que no querÃamos que fueran dos muertos. Ahà nos dijeron que subiéramos a una elevación y llegó el helicóptero.
âVi morir a Anchico, a Rosero, a Freddy Castro y eso me afectó, especialmente lo de Anchico. HabÃa momentos en que perdÃa la razón, mis compañeros me dijeron meses después que deliraba, querÃa seguir cargándolo. Gritaba que querÃa salvarlo. Mis compañeros decÃan que era inútil. Yo lo cargaba muerto y en una de esas nos encontramos con una patrulla peruana. Me tiré al suelo y me cubrà con su cuerpo. Creyeron que yo también estaba muerto y me salvé. Esa noche me habÃa puesto muy mal y a inicios de marzo me evacuaron.
âVivà un estado de psicosis. En el Hospital Militar pasé casi dos meses y poco me acuerdo de los primeros dÃas. DormÃa con los ojos abiertos porque si cerraba veÃa a mi compañero herido. A mi familia no la reconocÃa al comienzo. El tratamiento se dio con ayuda de médicos estadounidenses. Puse de mi parte, pero fue difÃcil.
El encierro me desesperaba y me escapé. Anduve por algunas ciudades y los militares me seguÃan.
âNo es que me invente, pero casi todos los compañeros que estuvimos adentro tuvimos problemas psicológicos. A nadie le deseo la guerra, porque es dura, cruel. Por eso le digo a los jóvenes de ahora que sepan vivir en comunidad, que se preparen. Yo entregué todos mis conocimientos, parte de mi vida y mi espÃritu por el paÃs. El enemigo es el enemigo. Me recuperé, volvà al Ejército y pido que atiendan a mis compañeros que están jubiladosâ.
Ex combatientes jubilados viven con $ 160 mensuales de pensión
La respuesta del sargento (r) Franklin Guamán Restrepo al pedirle que hable de su participación en la guerra del Cenepa es cortante. âRegrese después porque debo entregar unas empanadas. Asà me gano la vida porque los $ 260 que recibo como jubilado y héroe de guerra no me alcanzanâ, dice.
Estuvo en la lÃnea de fuego, como él llama a la zona de guerra, en calidad de enfermero, pero llevaba fusil y granadas. âLo que uno tiene que hacer es defenderseâ, afirma. En varias ocasiones ayudó al médico de la patrulla, Ãdison Tasambay. Cuando terminó el conflicto, Guamán recibió un diploma y el médico la Cruz de Guerra.
Llora porque no pudo ayudar a los heridos, como el soldado Rafael Pullaguari, a quien inyectó morfina para calmarle el dolor, pero tenÃa destrozado el estómago y murió.
Tiene 43 años, nació en El Triunfo, Guayas. Hoy vive en Patuca, Morona Santiago, y se dedica a la quiropráctica. âMe quedé aquà porque es la tierra que defendÃ. Lloro porque la mayor parte de nuestras posiciones son hoy de Perúâ, dice.
Como Guamán, son cientos de ex combatientes, hoy jubilados del Ejército, que subsisten con pensiones que van de $ 160 a $ 260.
Los héroes de la guerra de hace diez años viven como cualquier civil. En Quevedo, la parroquia Venus del rÃo Quevedo es la cuna de varios de ellos. El sargento Felipe Tarira combatió como comando en Paquisha y el Cenepa. âLa gente no reconoce los valores, a veces se vive ignorado en nuestro mismo sectorâ, menciona.
Su colega Vladimir Castillo también es héroe de guerra pero afirma que el dinero queda a un lado âcuando uno se siente contento con el sacrificioâ. âTuve la suerte de combatir y salir victoriosoâ, dice.
El sargento Félix Guerrero Balladares compuso decenas de canciones para motivar a las tropas y al pueblo en la época de la guerra.
âMi coronel Luis Aguas, hoy general y comandante general del Ejército, me dio permiso para salir de Coangos en plena guerra y venir a grabar algunos temasâ, relata. Dice que su pensión es muy baja, $ 200, por eso labora en una empresa minera en Zamora Chinchipe.
De la paz a la incertidumbre
Oswaldo JarrÃn R. |
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La unión nacional y cooperación interinstitucional para la defensa de la integridad territorial, que incrementó la elevada capacidad profesional alcanzada por las FF.AA. para su empleo heroico y decisivo en la guerra del Cenepa, cedieron paso a la presión polÃtica internacional y, sobre todo, a la voluntad de los pueblos para hacer de la paz el vehÃculo de la integración y el desarrollo.
En noviembre de 1996 se tienen denuncias sobre infiltraciones de grupos ilegales armados colombianos en la frontera norte, lo cual daba indicios de la ineficaz polÃtica colombiana que, junto con el fracaso de las negociaciones del Gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC), llevó posteriormente a un replanteamiento de la estrategia con el presidente Ãlvaro Uribe.
Las consecuencias, independientemente del origen de la estrategia, se hacen sentir en la frontera a través del contrabando, secuestro, desplazados bajo amenaza, extorsión, narcotráfico ocasionadas por redes criminales transfronterizas y que agravan la seguridad interna de ambos paÃses.
En 1999 son secuestrados diez técnicos petroleros extranjeros en SucumbÃos y debido al crecimiento de la delincuencia, Guayaquil mantiene un estado de emergencia prácticamente por un año con empleo militar y policial conjunto.
La inestabilidad polÃtica interna, por otra parte, induce a la institución militar a asumir inopinada e inapropiadamente roles polÃticos, ya sea por vacÃos polÃticos o por inmadurez profesional y confusión mesiánica, como la del 21 de enero del 2000, cuando se insubordina un grupo de militares y se integran a la rebelión y golpe de Estado.
Frente a esta creciente inseguridad, interna y externa, la polÃtica de los estados se va tornando cada vez más reactiva y militarizada. Se firma el convenio para utilización de la Base de Manta y se aplica el Plan Colombia, intensificándose las operaciones militares con la aplicación del Plan Patriota y la polÃtica global antiterrorista de los Estados Unidos.
La turbulenta situación de la seguridad regional demuestra la naturaleza de un sistema dinámico e inestable, que debido a la interdependencia entre los estados, la inestabilidad polÃtica interna y la presencia de actores transnacionales, tornan a los estados más vulnerables y más difÃcil de mantener la estabilidad regional. Por esta razón cualquier incidente menor como la captura de un miembro de las FARC, genera una gran tensión internacional.
La desconfianza, aislamiento y falta de comunicación de los paÃses anulan los compromisos adquiridos enmarcados en la Organización de Estados Americanos (OEA), para combatir el narcotráfico y el terrorismo; asimismo, invalidan las decisiones tomadas en la Comunidad Andina para cooperar con la seguridad regional y conformar la Zona de Paz Andina y la PolÃtica Común de Seguridad.
La incomprensión de esta dinámica internacional de la seguridad, impide obtener coherencia entre la polÃtica de Defensa Nacional y la exterior, para delinear estrategias coherentes frente al conflicto colombiano.
En el interior de la institución militar los avances logrados en la modernización, elaboración de los planes estratégicos institucionales, la actualización de la Ley Orgánica, la PolÃtica de Defensa Nacional (Libro Blanco), son temas que no tienen continuidad y mantienen pendiente la transformación y reestructuración institucional desde el fin de la guerra.
Finalmente, el control civil sobre las FF.AA., que pretendÃa la subordinación militar a la autoridad polÃtica, para evitar el tutelaje e intervención militar, se ha convertido en una polinización institucional, que no le permite solucionar definitivamente su crisis de identidad afectada por el 21 de enero y que sigue generando incertidumbre por la injerencia polÃtica para tomar decisiones gubernamentales amparadas en el peso de su influencia.
(*) Analista militar