ETICIDAD DEL POLITICO, por Marco V.Rueda

Quito. 09.12.90. Hablar de eticidad y política puede sonar a
una hiriente ironía, o al menos a una frase utópica,
invitadora, pero irrealizable. Hemos llegado, con todo, a una
situación-límite, a una tan repugnante manera del vivir
político, que todos clamamos por una nueva política, por un
"deber -ser" distinto a lo que están haciendo muchos de
nuestros políticos. No todos, felizmente.

La máxima actividad terrestre, de la que depende la suerte de
miles, de millones de ciudadanos, no puede quedar al margen de
las exigencias morales, guiada, únicamente por el egoísmo, el
capricho, el afán de poder a los puros intereses familiares o
de grupo. En frase incisiva, como muchas de las suyas, decía
San Agustín: "desterrada la justicia, ¿qué son los reinos sino
grandes rapiñas? y las mismas rapiñas ¿qué son sino pequeños
reinos?" Rapiñas no sólo de bienes materiales, sino de la
fama y aun de la vida de muchos. Así se forman los reinos
pequeños del poder informal. Eminencias grises o negras que
nos devoran.Ante estas exigencias por una política limpia,
cierta gente "decente" prefiere una asepsia prudente: "no me
meto en política" para conservar mis "manos limpias". Ha
cambiado tanto -dicen- la figura del político, que ya no es el
hombre que guarda una señera actitud, sino el hombre de la
magia, de la astucia, hacedor de "tronchas", y que aparece
cada mañana con una "camiseta" nueva, no sólo para lograr
asignaciones en favor de la provincia que lo eligió, sino
quién sabe algo más.

Mas con esta repulsa de la política, este "dejar hacer, dejar
pasar", vamos llegando a situaciones topes que pueden minar el
piso mismo de los hombres tranquilos y honrados. Ni pensemos
farisaicamente que los abusos del poder, las quiebras y
escándalos en la moral, sólo se dan en los sectores públicos.

¿No saboreamos lo amargo de la desmoralización en lo familiar,
en el mundo de los negocios y en el convivir social?

Hay también otra actitud, que no es la de la repulsa, sino la
de considerar este quehacer como algo trágico sin solución.
Son tan complejos los problemas, nos dicen, tan intrincados
los abusos de unos y las evasiones de muchos respecto de sus
deberes fiscales y cívicos, que aunque hay que admitir el reto
del trabajo por el todo social, la realidad es que ello
implica un suicidio como hombre honrado, o al menos un
quemarse para una vida de limpieza y de paz. Paralizarse por
esta angustia trágica sería, al revés, sumirse en un suicidio
nacional. Urge hacer una reconquista de la política para
vivirla en autenticidad de servicio. Hay un rumor del
Espíritu que sopla estos días por el mundo, y nos hace
presentir algo nuevo, no obstante la ruda tensión que nos
sacude.

Indudablemente, la política supone una tarea ardua un reto
dramático, pero puede ser vivida con esperanza, y es reclamada
con urgencia por lo más sano de la sociedad. Transformar las
actitudes políticas, los grupos y partidos políticos, para
llegar no sólo a un "Estado de derecho", sino a un "Estado de
justicia", como se lo pregona ahora. Tal vez se nos demande
la vida en esta lucha, pero se ha intentado algo nuevo desde
abajo, y sólo así se han conquistado las cumbres. Lo sabían
los héroes de todos los tiempos, hasta nuestros hermanos
jesuitas de El Salvador. Ellos nos dejaron una ruta de luz,
un dinamismo interior. Una esperanza.

Como ser político honesto

El político es un conductor, un guía de gentes, de pueblos, a
un nivel de cumbre. Y como todo guía , creemos que debe
llenar una triple exigencia: tener "criterios", ideas-fuerza,
lo primero. Luego, un intenso "ethos" de servicio: valores,
entusiasmo, fuerza, carisma de arrastre. Y finalmente,
capacidad de "mensaje" para poder comunicar esos criterios y
este empuje. Todo esto dentro del ámbito de lo ético, del
"deber-ser", y no del "ser" turbio que nos devora. Criterios
operativos lo primero. El político no sólo debe proponer
altas teorías, como lo hace un profesor de derecho
constitucional, y menos sólo hablar de generalidades baratas.
Peor, reducirse a comentarios insultantes a propósito de lo
coyuntural. Debe presentar y tratar de aplicar un auténtico
"modelo operacional", en el sentido fuerte del término. Un
conjunto totalizante de objetivos, que afronten los problemas
nacionales. Conjunto suficientemente transformable y flexible
para solucionar cambiantes situaciones, y por otra parte,
asimilable por el hombre de la calle, que debería colaborar en
su realización.

No sólo urgen el que tengamos modelos, sino que es preciso
exigirlos a los diversos partidos políticos (­diecisiete!), y
tratar de formar con esos modelos a los simpatizantes, a fin
de que puedan criticar maduramente su aplicación.

Afrontar lo inmediato, pero también lo que exige un aliento de
gran altura. Hay problemas que no son realizables en un solo
gobierno, como el educacional, el del indigenismo, el de
cierto consenso continental para estar al ritmo de las
exigencias del mundo.

Romper con las "redes" de un parroquialismo miope: vivimos
entrampados en un partidismo que se olvida del todo social, en
un regionalismo sin sentido, en una mistificación de
ideologías estrechas y foráneas que van siendo superadas.
Liberarnos del populismo, que ha dominado nuestra historia, y
que ahora va tomando el matiz de "clanes familiares".Quizá
esto plantee la superación de viejas teorías.

¿Funciona entre nosotros la"división de poderes", a lo
Montesquieu, o ésta se transforma inevitablemente en "pugna de
poderes" o en servilismo acrítico? ¿Es posible una raquítica
autogestión, al margen de lo regional o mundial? Ya lo decía
el viejo Ortega y Gasset: cuando el pájaro se golpea
constantemente, la jaula está muy pequeña. O nos paralizamos,
o la rompemos. Impulsados por un ethos. Un nuevo humanismo de
servicio, de sinceridad. "Justo ante Tu mirada, con tu valor,
en tu paz", era la plegaria de Dag Hammarskjold, el Primer
Secretario de la ONU. Y con esta actitud de servicio "sin
precios", la capacidad de resistencia, y el sentido del
diálogo y del respeto al otro. Sólo así los políticos no
serán los peces rosados, como decía Andreotti, que dan vueltas
y vueltas en una pequeña pecera, bañándose en el agua del
autelogio, para que los admiren sus partidarios. Y capacidad
de mensaje. No fórmulas, no slogans, no mentiras, no
"imágenes vendibles" sólo en campañas electoreras. Para ello,
voluntad de sinceridad consigo mismo, actitud contemplativa de
hondura para meditar en los problemas reales y mantener una
vibración humana. Ser, ser sencillamente humano para "servir
a la verdad". Cuando la palabra ha llegado a la máxima
devaluación, una dieta de silencio y un oasis de desierto,
sería el mejor regalo navideño de los políticos para el
Ecuador y... para el Mundo. (C-1).
EXPLORED
en Ciudad N/D

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