Quito. 06. jun 96. César Gaviria culminaba su período presidencial
en Colombia, y el ministro de Comunicaciones Mauricio Vargas
publicaba el libro El Revolcón, en el que relataba los entretelones
de la vida en palacio, los momentos críticos con respecto a la
Constituyente, la captura y escape de Pablo Escobar Gaviria,
entre otros. A comienzos de este año, los medios políticos
norteamericanos temblaban ante Colores Primarios, de autor
anónimo. "Un relato preciso y maravillosamente escrito sobre las
interioridades de la campaña presidencial democrática de 1992".
Los expertos apostaban sobre la identidad del autor, que por la
"minuciosa descripción, solo podía tratarse de alguien muy cercano
a los eventos y los personajes, los Clinton".

Este tipo de libros, que constituye una buena base para examinar la
historia, han estado casi ausentes en Ecuador, quizá por temores
reverenciales a los ex mandatarios o por la probable falta de
buenas plumas en el entorno íntimo de los hombres que han gobernado
el país. No obstante, esto podría cambiar en el próximo gobierno.
Los dos finalistas de la primera vuelta tienen como compañeros de
binomio a autores de libros, una faceta de los posibles
vicepresidentes a la que poca atención se ha dado. Diego Cordovez
y Rosalía Arteaga han escrito, respectivamente, sus libros. Un
análisis de los mismos, refleja la personalidad y los intereses
de sus autores. Así, Cordovez publicó a principios de 1996, en
Estados Unidos la obra: Out of Afghanistan (Fuera de Afganistán)
y Rosalía presentó una tercera edición del poemario Jerónimo, en
1995.

EL MEDIADOR

Editado por la prestigiosa Oxford Press, en pasta dura y con un
precio de venta de 35 dólares, el libro Fuera de Afganistán es un
recuento histórico de la salida de los soviéticos de Afganistán.
El libro, que tiene en la solapa comentarios de personajes tan
importantes como el ex presidente Jimmy Carter, y los ex
secretarios de Estado Lawrence Eagleburger y Cyrus Vance, está
escrito a dos manos: una por el periodista Selig Harrison, ex
corresponsal del Washington Post en Asia y la otra por Cordovez.
El libro contiene 13 capítulos, de los cuales Cordovez escribe
seis.

En ellos Cordovez describe paso a paso las complejas negociaciones
que, a nombre de las Naciones Unidas, efectuó para lograr la
salida de los soviéticos, tras nueve años de ocupación. El
negociador se mueve entre Nueva York, la Casa Blanca, Moscú,
Paquistán, Afganistán y Ginebra. Entra en contacto con Gorvachov,
Reagan, el presidente Zia, el ex rey de Afganistán, los rebeldes
afganos, los diplomáticos franceses.

Recurre a personajes que pueden abrirle camino, como el millonario
Armand Hammer, petrolero de grandes conexiones en la Unión
Soviética. Va armando pacientemente un complejo rompecabezas que
tiene como objetivo final la salida de los soviéticos, pero que
en el camino requiere de otros aspectos vitales como: el cese al
fuego, la suspensión norteamericana de envío de armas a los
rebeldes, el establecimiento de un gobierno provisional.

Firmados los acuerdos de Ginebra, quedaba la ejecución de los
mismos. En ese período, Cordovez recibió la propuesta del
presidente electo Rodrigo Borja para ser su canciller. Al
respecto, escribe: "Borja me habló dando por descontado que
aceptaría el ministerio. Le manifesté que deberíamos hablar al
respecto y que viajaría a Quito con ese propósito. Pasé tres días
en Quito y comencé a desarrollar una interesante y satisfactoria
relación de trabajo con mi presidente".

Aceptada la cancillería, Cordovez continuó vigilando el proceso.
Entre líneas describe que hubo momentos ingratos, porque otros
asesores cercanos a Pérez de Cuéllar, criticaron su gestión,
buscando intervenir en la ejecución de los acuerdos. "Decidí
renunciar en la fecha en que los acuerdos prescribieron...
Durante mi carrera como diplomático en las Naciones Unidas sostuve
siempre que cuando se hablaba de "manejo de conflictos",
simplemente se extendían de manera innecesaria problemas o
situaciones, y yo no iba a ser partícipe de esta clase de
ejercicios".

Nueve meses después de la firma del acuerdo, el general Boris
Grovov, héroe de la Unión Soviética y Comandante de las fuerzas
militares en Afganistán llegó a Uzbekistán. Al cruzar el puente
de la amistad manifestó: "Nuestros nueve años terminan aquí".

El libro tiene 421 páginas. Las escritas por Cordovez abundan en
detalles, fechas, nombres, hechos. Detalles que fueron elaborados
a través de un minucioso diario de todo cuanto aconteció en el
proceso. El autor se revela como un individuo organizado, al
extremo de llevar inclusive, registros de agenda de las
conversaciones telefónicas. Eso explica cómo pudo plasmar en un
libro hechos que ocurrieron casi una década atrás.

El libro es esencialmente académico. Salvo por una pequeña
digresión, en que Cordovez se imagina un diálogo ficticio entre
Ivan (ruso) y Sam (norteamericano), a manera de una obra de
Broadway, sobre las dificultades de la negociación, el libro no
es para un lector común pues se requiere de muy buenos
conocimientos políticos para entender el desarrollo de los eventos.

En resumen, refleja lo que es Cordovez: disciplinado, perseverante,
hábil para negociar en las alturas, pero distante para el común de
los mortales.

JERÓNIMO

La obra de Rosalía Arteaga Jerónimo es un relato personal. Los
editores la definen como un conjunto de 18 poemas, pero en realidad
se trata de 18 textos en prosa, bellamente poéticos. La primera
edición se publicó en 1992, la segunda y la tercera en 1994. Tiene
32 páginas, cuesta 30 mil sucres y está ilustrado con dibujos de
Antonella Rossi.

Con tan solo escuchar el título, uno puede pensar que se trata de
alguna aventura épica del oeste americano. El libro es épico, pero
narra otro tipo de batallas, la batalla que día a día libran las
madres con hijos especiales y sobre las cuales poco o nada se ha
escrito. Jerónimo, el último de los cuatro hijos de Rosalía Arteaga
nació con síndrome de Down y murió prematuramente.

Para un niño con esas características, las cosas más simples de la
vida, que los demás seres toman por gratuitas, constituyen eventos
especiales. "Jerónimo, mi ángel especial, este ser delicado, amante
de la música, de las caricias, de los rayos del sol, del agua
resbalando por su cuerpo. Así, es mi hijo al que me une no sólo un
amor maternal, sino algo especial, un sentido de protección...
este espíritu pequeñito que ha querido asomarse a nuestro hogar
enviado del cielo se sabe recibido aunque no pueda sentarse a
tiempo o brillar en la escuela", escribe la autora.

Es un libro que toca el corazón más duro, pero su golpe llega
envuelto en un lenguaje puro, simple, hermoso, sin sensiblería
barata. Es un libro triste, pero inmensamente optimista. Una
lección para los padres que enfrentan similares angustias y que
deben encontrar, como lo hizo Rosalía Arteaga, el lado bueno de
una situación difícil: "Sé que muchas posibilidades te fueron
denegadas, que los genes que constituyeron tu ser te hicieron
diferente, especial, que la naturaleza o un designio desconocido
te enviaron para que me enseñes tantas cosas, a apreciar cada
minuto y cada instante, a agradecer por lo que se nos ofrece
diariamente".

En defintiva, de las 32 páginas emerge una mujer sensible pero
pragmática, tierna pero no débil, resignada pero positiva.

Triunfe quien triunfe en la próxima contienda, los analistas
coinciden que los dos binomios acertaron en la elección de sus
compañeros de fórmula, y los ecuatorianos, después de conocer el
ángulo literario de los dos, tenemos una cosa asegurada, el
próximo presidente sí tendrá quien le escriba y nosotros mucho
que leer. (REVISTA VISTAZO N. 691, PP. 19-21)
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