Bogotá. 23.01.95. Organizaciones internacionales y nacionales
trabajan con tesón para llevar el tema de la violencia
infantil a su verdadera dimensión. Hablar de millones y
millones de niños maltratados en América Latina, aunque
contribuye a crear cierta conciencia social, puede tener un
efecto contraproducente y generar inmovilismo, pues, en una
sociedad donde casi todos los niños son maltratados,

Sencillamente no hay mucho que hacer, dice el doctor Emilio
García Méndez, asesor de derechos humanos de la UNICEF.
Por eso es necesario desmitificar las cifras. "No se trata de
ocultar el problema sino de verlo en su verdadera medida".

La violencia contra la infancia se inscribe en la violencia
general de las sociedades. La sociedad es diversa, la
violencia también lo es. Si se acepta el concepto de violencia
presentado por Johan Galtung (1975), dice García, según el
cual se está en presencia de violencia en aquellas situaciones
en las cuales el desarrollo efectivo de una persona en
términos físicos y espirituales resulta inferior a su posible
desarrollo potencial, la violencia contra la infancia ofrece
toda una gama que va desde la violación de los derechos a
educación, nutrición, etc., hasta la agresión física y la
muerte.

Entonces es preciso aclarar los niveles de maltrato para
dirigir esfuerzos que apunten a tomar los correctivos
pertinentes en cada caso. El abuso contra los niños no es
nuevo, tampoco lo es que se haya incrementado
considerablemente en los últimos años; lo nuevo es la
dimensión social que el tema ha cobrado: una nueva cuestión
social se abre paso en todos los países.

Escarbando la historia se puede percibir que la violencia
contra los niños ha existido siempre, pero que las culturas no
habían prestado atención al tema como problema social.

Siguiendo las tesis del humanista Philiph Aries (1985) García
hace notar que la infancia, tal como es entendida hoy, no
existía antes del siglo XVI.

Sólo después de un proceso que puede ser caracterizado como
revolución en los sentimientos, que tiene lugar entre los
siglos XVI y XVII existe la infancia como categoría autónoma
diferenciada. No es gratuita la coincidencia de esta nueva
sensibilidad y los procesos socioeconómicos que tienen
lugar en la misma época en el mundo: las relaciones sociales
cambian, la percepción que la sociedad tiene de sí misma
también. La nueva visión de la infancia si sellamos el trato
con Aries, no se dio igual en todos los países ni en todas la
culturas, ni abarcó el conjunto abigarrado de las sociedades y
clases sociales.

A menudo se considera que el problema del maltrato tiene que
ver con condición social. Para García el problema atraviesa
todos los niveles sociales. Lo que ocurre es que el círculo de
lo privado es más fuerte en las clases de recursos
socio-económicos más altos, en tanto que en las clases de
menor nivel socio-económico el asunto es público por lo tanto
más visible. Para la doctora María Inés Cuadros, coordinadora
del programa nacional en favor de la infancia de la
presidencia de Colombia, la clase social se convierte en un
determinante en cuanto las características de la agresión
contra los niños.

"En las clases de bajos recursos económicos, según lo revelan
las encuestas, la agresión física es más alta y en las de
mayores recursos, es más alta la sicológica".

El tema del maltrato tiene su historia y, de cierta manera, su
génesis. A finales del siglo pasado se sientan los precedentes
sobre el tema cuando en Nueva York se realizó el primer
proceso judicial por causa de malos tratos inferidos a una
niña por sus padres. La parte civil en la demanda fue la
Sociedad para la Protección de los Animales de esa ciudad.

Así nace la primera Liga de Protección a la infancia. A partir
de la década del 30 del presente siglo, un grupo de radiólogos
norteamericanos comienza a llamar la atención sobre el tema,
sacándolo del anonimato y promoviendo una nueva manera de
abarcar el problema.

Como cada sociedad tiene sus propias leyes y costumbres, el
asunto no ha sido asumido homogéneamente. En general la
actitud de la sociedad ha cambiado y con ella la instauración
de normas jurídicas reguladoras. Los procesos son lentos.

Teniendo en cuenta que hace un siglo se sentó un precedente al
respecto resulta alarmante observar que hasta hace 15 años, el
código judicial español atribuía las lesiones "incluso graves,
cometidas por los padres contra sus hijos como excesos en los
legítimos medios de corrección".

Hoy se puede afirmar que el maltrato más agudo, es decir, el
que tiene que ver con la integridad física del infante, está
cubierto a nivel de definición jurídica en América Latina.

García insiste en que el problema no se centra en la
penalización sino en la impunidad. "En América Latina resulta
difícil establecer las cifras de maltrato, pero no se puede
afirmar que el índice de impunidad es bastante alto". La
impunidad jurídica es sólo parte de la impunidad social, y
ésta a su vez hace parte de la inconciencia de la sociedad
civil. De nada sirve tener una excelente normatividad jurídica
si no se cumple.

Las soluciones penalistas no son la manera más efectiva de
abordar el problema, porque en muchas oportunidades generan
más conflictos. Por eso es necesario promover soluciones
extrajudiciales. El tema del maltrato no se puede ver
fuera del contexto socio-cultural de cada país.

Por lo tanto la violencia contra la infancia se reducirá en
tanto se reduzca la violencia en una sociedad. Pero es
irresponsable hablar de "cultura de la violencia" o de
"sociedades violentas", es necesario particularizar los casos
para que se puedan lograr soluciones adecuadas. Es en general,
con el fortalecimiento de la familia y la escuela, teniendo en
cuenta que son los primeros medios de socialización del niño
como se logrará un trabajo efectivo. En los últimos años todos
los países del mundo se han empeñado en buscar soluciones
reales para el problema.

En 1990 las Naciones Unidas, a través del Fondo de las
Naciones Unidas para la infancia, Unicef, realizaron una
cumbre mundial en favor de la infancia, en Nueva York, la cual
contó con la participación de 70 presidentes y jefes de estado del
mundo. Allí se firmó la declaración para la supervivencia, la
protección y el desarrollo de los niños.

La declaración tiene un plan de acción con metas para cumplir
hasta el 2000. En septiembre de 1991, en Roma se inició el
Movimiento Mundial de Alcaldes Defensores de la niñez con el
propósito de promover esfuerzos dirigidos a la atención
efectiva de la niñez y al logro de las metas convenidas
para el 2000.

En enero del 92 se firmó la Declaración de Dakar, como un
compromiso de los alcaldes que asistieron en esa oportunidad.

En julio de 1993 se llevó a cabo en la ciudad de México, el
segundo coloquio internacional de Alcaldes Defensores de la
niñez y se firmó la declaración de México. Los 34 alcaldes de
América Latina y el Caribe que participaron en el coloquio de
México se comprometieron a seguir los acuerdos adoptados, a
impulsar acciones en favor de la infancia a nivel de América
Latina y el Caribe, promoviendo una red de alcaldes defensores
de la niñez de América Latina.

Durante la última reunión celebrada en Quito, en noviembre
pasado, se efectuó un seguimiento a los acuerdos adoptados en
la reunión de México y se promovió la implementación de
programas municipales de acción en beneficio de la infancia.

Las metas fijadas para el 2000 apuntan a la reducción de la
mortalidad infantil, reducción de 50% de la tasa de mortalidad
materna, de la tasa de desnutrición, acceso al agua potable,
acceso a la educación básica, reducción de analfabetismo en
adultos, con especial interés en la alfabetización de las
mujeres y mejoramiento de la protección de los niños en
circunstancias especialmente difíciles. Cada uno de estos
temas tiene puntos concretos que aseguran la supervisión de su
cumplimiento.

Teniendo en cuenta la diversidad de aspectos que comportan
estos programas, es necesario contar con el concurso de las
instituciones a las que les corresponde cada aspecto, asegura
la señora Cuadros. La nueva visión del problema exige que se
adopten estrategias culturales, comunicativas y que se
promueva un cambio de actitud.

Hege Araldsen, funcionaria de la Unicef, llama la atención
sobre la necesidad de revisar los factores que puedan cambiar
la cultura y por lo tanto mejorar las condiciones de la
infancia.

* TEXTO TOMADO DE REVISTA LATINOAMERICA INTERNACIONAL N§24
(Págs. 56-57)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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