Quito. 08.02.95. El final lo conocen todos: un matrimonio
destruido, una familia separada, hijos manipulados por un
padre ávido de más poder. Una madre que olvida su papel y se
lanza en una lucha estéril, tomándose la voz del pueblo en una
actitud que seguramente tiene su explicación en íntimos
acontecimientos de un pasado poco o nada conocido. Son los
Fujimori, tiempo atrás, la primera familia del Perú; ahora,
los bandos enemigos que no cesan de causar polémica dentro y
fuera de Perú.

MALOS AUGURIOS

Lo que veinte años atrás comenzó como una historia de amor,
poco a poco ha ido convirtiéndose en algo parecido a una
película de horror. Y aunque los acontecimientos
protagonizados por los Fujimori-Higuchi toman por momentos
giros telenovelescos, éstos están siendo cada vez más graves
y las consecuencias impredecibles. Cuentan que cuando Susana
Higuchi conoció a quien sería su esposo, poco antes de cumplir
los 23 años, su familia (con fuertes creencias y
supersticiones ancestrales) se opuso al matrimonio de la
joven con Alberto Fujimori, debido a que las cartas orientales
vaticinaban que la unión no tenía futuro, y de tenerlo
estaría llena de tropiezos. A pesar de todo se casaron, y
aunque el matrimonio ha durado casi 20 años, desde hace tiempo
ya, entre ellos las cosas no marchaban como debían. Según
allegados a la pareja, ésta se sostenía por una especie de
pacto para alcanzar el poder. Un pacto que al parecer se
rompió cuando uno de los dos empezó a verse relegado.

PASADO Y PRESENTE

Preguntarse quién tiene la culpa, resulta un tanto necio,
sobre todo porque no arroja solución alguna. Muchos
percibieron el conflicto como un problema de carácter
pasional. Otros como los arrebatos de una mujer ansiosa de
poder y carente de sentido común. Para la mayoría, sin
embargo, representa una clara demostración de falta de
elementales principios de solidaridad matrimonial. En un
principio, lo denunciado por Susana Higuchi, en abril del 92
(sobre el contrabando realizado con los donativos de ropa
usada para los pobres), parecía no ser más que un producto de
los resentimientos guardados por la Primera Dama hacia su
familia política. Otros lo vieron como una actitud ejemplar y
digna; pero para el presidente Alberto Fujimori fue y continúa
siendo la prueba contundente de que tiene a un enemigo en
casa. Y como tal lo enfrenta hasta las últimas consecuencias,
las mismas que, como todos conocen, han ido desde la privación
de su cargo como Primera Dama (poniendo en su lugar a su hija
Keiko Sofía), hasta la actitud reprochable que ha asumido con
sus hijos, quienes tienen la estricta prohibición de sostener
cualquier tipo de contacto con su madre. Siempre y cuando esto
convenga a los intereses de Fujimori, quien a estas alturas se
perfila como un hábil estratega, capaz de usar el amor filial
para conseguir su nuevo gran propósito: la reelección
presidencial.

LA PRIMERA ADOLESCENTE

Lo ocurrido con la ahora "Primera Adolescente" del Perú, Keiko
Sofía Fujimori Higuchi, lleva a recordar a esos legendarios y
dorados cuentos japoneses, en los que una bella y bondadosa
doncella despierta un buen día convertida en princesa. Ella
despertó una mañana convertida en la Primera Dama de un país
en conflicto. Un cargo al que (curiosamente) llegó por obra y
gracia de otro conflicto: la escandalosa separación de sus
padres. Sus ambiciones personales en el pasado se limitaban a
terminar sus estudios de bachillerato y sus clases de modelaje
y etiqueta social. Sin imaginarse que con esto se estaba
entrenando para, poco más tarde, asumir el papel de la Primera
Dama más joven del Perú. Un cargo asumido tan solo
superficialmente y para el que ha tomado desde ya, medidas
"drásticas" como contratar a un diseñador exclusivo para sus
trajes formales y, durante su poco tiempo libre, intensificar
sus conocimientos de etiqueta. Quienes la conocen aseguran que
la joven de 19 años es un ejemplo de sencillez y sensibilidad.

Pero sin duda, la actitud asumida frente a los acontecimientos
no habla muy bien de la sensibilidad de su alma; especialmente
cuando, durante la enfermedad de su madre, (producto de una
huelga de hambre) se prestó para un bien planificado montaje
publicitario.

VALE TODO

Si bien es cierto que la joven está radicada en Estados Unidos
(al igual que dos de sus hermanos), cursando estudios
universitarios, y que esto no le permitiría visitar a su madre
con frecuencia, también es cierto que los teléfonos existen y
que pese a las prohibiciones estipuladas por su padre, Keiko
tiene la suficiente edad para encontrar la forma de
comunicarse con ella. Así y todo han pasado cinco meses sin
que madre e hijos se hayan visto... Pero lo inusual y
misterioso se dio: durante la estadía en la Clínica San Lucas,
a donde Susana Higuchi fue trasladada debido a una fuerte
deshidratación y problemas respiratorios, Keiko Sofía hizo su
aparición. Eran las 6 y 25 de la mañana, apenas unos minutos
antes su avión había arribado a Lima. Sin detenerse para
descansar y cambiarse de ropa, la primogénita del matrimonio
hacía acto de presencia en el lecho de enferma de su madre.

Suena muy tierno y podría haberlo sido más. Sin embargo y
junto a la visitante, un fotógrafo oficial del gobierno
peruano entró hasta la habitación y tomó las fotos
"familiares" que dieron la vuelta al mundo. "Todo lo que mi
madre necesita es amor", declaró Keiko a los periodistas, "y
yo se lo he venido a dar". La visita duró lo que los miembros
de seguridad se lo permitieron: apenas unos minutos. Tenían
órdenes del Presidente, de prolongar el encuentro lo
suficiente para que las fotografías fueran tomadas. Susana
pensó que Keiko estaría con ella todo el día acompañándola.

Después del fogonazo fotográfico desayunaron juntas y Keiko le
prometió que regresaría en la tarde. Sin embargo, llegó casi a
las 3 de la mañana, "pasadita de copas", aclararía la madre.

Durmió en la habitación contigua. En la mañana la acompaña a
egresar de la clínica y se despide diciéndole que regresaría.
"En tres días que estuvo en Lima, estuvo conmigo no más de 4
horas", recuerda amargamente Susana. Por su parte, Keiko
justificó sus "visitas de médico" con un "la encontré mejor de
lo que suponía". Los demás: Marcela Sachi, Hiro Alberto y
Kenji, no se hicieron presentes; los mayores porque estaban
"muy ocupados con sus exámenes ", y el menor por que,
simplemente, su padre no se lo permite.

De Alberto Fujimori ni una sola palabra. Bueno, unas cuantas:
a la misma hora en que su esposa tomaba la determinación de
iniciar una huelga de hambre, éste acompañado de la ministra
de la Presidencia, María Luisa Federici, y otros invitados,
comía mariscos y bebía vino blanco, después de inaugurar un
nuevo reservorio de agua para Lima. Sin ninguna muestra de
preocupación, el Presidente festejó el día de la fundación de
la ciudad, presidiendo un acto en la universidad. Sin embargo,
los antecedentes clínicos de Susana (que su esposo no
desconocía) eran por demás preocupantes. Sin comentarios.

(REVISTA VISTAZO, N§ 659, PP. 16-18)


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en Ciudad N/D

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