EL DILEMA DE FIDEL Por Osvaldo Hurtado Larrea
Guayaquil. 20.10.91. La revolución cubana quizá constituya el
hecho latinoamericano más importante del siglo XX.
Generó un amplio movimiento de adhesión y simpatÃa,
principalmente entre jóvenes e intelectuales que en América
Latina se movilizaron para luchar contra las injusticias
sociales, algunos recurriendo a medios extremos como de la
violencia y la guerrilla. Los Estados Unidos, con la intención
de reducir su influencia, concibieron y ejecutaron un amplio
programa de cooperación regional que se concretó con la
Alianza para el Progreso.
Cuba se convirtió en uno de los principales instrumentos de la
guerra frÃa y en la más importante avanzada socialista en el
mundo occidental, instalada nada menos que en el "patio
trasero" de los Estados Unidos, y estuvo a punto de provocar
una tercera guerra mundial durante la crisis causada por los
misiles atómicos instalados por los soviéticos en la isla. Más
que Kruschev y Brezhnev con los que los presidentes
norteamericanos mantuvieron relaciones regulares, el principal
enemigo de los Estados Unidos fue Fidel Castro al que buscaron
derrocar a través de todos los medios, incluso mediante una
expedición militar y el boicot económico.
A su vez, el lÃder cubano promovió y armó fuerzas guerrilleras
y alentó toda clase de movimientos subersivos en
Latinoamérica, con la secreta esperanza de liquidar el llamado
"imperialismo norteamericano", ilusión que finalmente creyó
concretarse con la toma del poder de los sandinistas en
Nicaragua y el avance de las fuerzas insurgente en El
Salvador.
De manera inesperada, como suele suceder con la llegada del
huracán tropical y con la fuerza desvastadora de sus vientos,
han sido barridas las bases en las que se habÃa sustentado la
revolución cubana y su poder e influencia internacionales. El
rpoceso comenzó con la perestroika y acaba de culminar con la
abjuración del comunismo por parte de la Unión Soviética y el
retiro de su ejército acantonado en la isla. La orfandad
económica de Cuba le ha privado de una cooperación financiera
indispensable para su subsistencia y su orfandad ideológica de
los principios que inspiraron su sistema, en los que se educó
al pueblo y a su juventud. En realidad todo el piso se ha
deslizado bajo los pies del gobernante cubano.
En el futuro la revolución y de Fidel Castro son posibles dos
escenarios.
Si en Fidel prevalece el idealismo, como hasta ahora, Cuba
continuará anclada en sus ideas aunque sea el único socialismo
que sobreviva en la tierra, según lo ha declarado el propio
Castro. Consideran los cubanos que en los dos últimos años ya
que han logrado sobrevivir como una cooperación soviética que
se ha reducido al intercambio comercial preferencial, el que
además no podrá eliminarse totalmente por las necesidades de
azúcar de la URSS. Aún en el caso de producirse la "opción
cero", creen que han sentado las bases para que la economÃa
pueda operar en el futuro.
Conscientes de las nuevas limitaciones aspiran a liberalizar
algunos elementos del sistema económico, tarea que ya se
inició con la apertura de la inversión extranjera en turismo,
la que podrÃa multiplicarse y diversificarse. China ha
transitado por este camino debido a las particularidades del
gigante asiático que incluso ha recibido una sustancial
inversión norteamericana. Este no es el caso de Cuba. En
consecuencia la crisis económica se agravará con sus
inevitables secuelas de escasez, desabastecimiento y
empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo, que
necesariamente desencadenarán una marejada de descontento
popular que ni siquiera el liderazgo de Fidel Castro, que es
lo último que queda, podrá detener.
Si en Fidel prevalece el realismo, deberÃa asumir las nuevas
condiciones objetivas de un mundo unipolar dominado por la
potencia norteamericana, en el que el marxismo-leninismo ha
fenecido como ideologÃa polÃtica. Tanto por la animadversión
de los Estados Unidos como por la experiencia de los paÃses de
Europa Oriental y de la Unión Soviética, no parecen posibles
cambios polÃticos parciales que no impliquen la liquidación
de la hegemonÃa dl partido comunista. En tales circunstancias
no le quedarÃa a Castro otra alternativa que abrir las puertas
a una democracia pluralista.
Si actúa con oportunidad y converva su ascendencia popular,
bien podrÃa legitimar su autoridad jurÃdica y polÃtica
mediante una elección libre; aún en el caso de perder, la
organización polÃtica mas sólida probablemente serÃa la suya.
Restablecida la democracia, la apertura rápidamente producirÃa
resultados y darÃa viabilidad a una economÃa que hoy tiene
salida. (1S-3).
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Publicado el 20/Octubre/1991 | 00:00