Quito. 09 ago 2001. Rosita: Me cuentas que la primera palabra del
Johnsito ha sido "Pepinou". ¡Que alegrÃa!, Rosita, gozarásle al lorito.
Mañana, Rosita, celebraremos el Primer Grito de la Independencia. El
padre Piti hizo las cuentas y ya han sido 192 años desde que en casa de
doña Manuelita Cañizares se reunieron los patriotas y de mañanita se
fueron a Carondelet, le despertaron al Conde Ruiz de Castilla y le
dijeron "shugshi, salga de aquà que ahora somos un gobierno
independiente". El padre Piti invitó a algunos historiadores católicos,
entre ellos al doctor Jorge Salvador Lara, el marido, Rosita, de la
Teresita Crespo, tÃa del Gonzalo Ortiz que trabaja con el general
Moncayo, al padre Jorge Villalba de la Católica y a otros viejitos, y
juntos celebraron una velada de recordación patriótica.
Estaban allà acostados los sanbernardos, de pie y con los brazos cruzados
el poeta Clavileño, sentado en una banca el profesor de la Poli y yo con
las piernas en loto al estilo yoga. Cuando dieron las nueve campanadas en
el reloj del Sagrario, el doctor Salvador nos contó la historia de Carlos
Montúfar. Rosita, era mejor que ver una pelÃcula de Superman.
Figúrate, Rosita, que fue bautizado en el Sagrario, y desde que dio el
primer grito para respirar ya era Marqués de Selva Alegre. A los 20 años
ya era, Rosita, doctor en FilosofÃa. A los 22 ya se enamoró de él el
gringo alemán Humboldt y con él subió al Chimborazo, bajó al Marañón, se
fueron para Lima y desde allà a México donde entraron sin visa y se
pasaron a los Estados Unidos y tomaron un velero para España y todo el
tiempo estudiando, farreando, investigando, y Montúfar apuntando y
apuntando en un cuaderno de diario todo lo que pasaba. Que asà saliera el
Johnsito, Rosita. Dios nos libre y nos ampare.
Seis años estuvo el Montúfar en España y se hizo militar para combatir a
las tropas del Napoleón y estuvo en la batalla de Bailén, no viendo desde
lejos como algunos generales del Comando Conjunto, sino peleando cuerpo a
cuerpo.
Le ascendieron a general, conoció a BolÃvar y entonces cuando la
Manuelita Cañizares y otros patriotas dieron el Grito de Independencia,
los patriotas de España le mandaron al Montúfar de vuelta a Quito para
que ayude a los quiteños que habÃan sido derrotados y masacrados el 2 de
agosto de 1810.
Montúfar vino y empezó a ayudarles desde Cuenca subiendo por la
Cordillera a Quito, pero como los españoles pertenecÃan a la Unión
Europea y ganaban en euros le derrotaron y tuvo que salir huyendo hasta
que cayó preso. El padre Jorge Villalba dijo que Montúfar habÃa perdido
porque era Marqués de Selva Alegre, y el Marqués de Villaorellana, su
enemigo, le hizo una jugada. Desde esa época ya éramos pendejos. La
abuelita Victoria decÃa: "Pepino, la identidad nuestra es la de ser
pendejos".
Como en esos tiempos no habÃa el arresto domiciliario, lo metieron en un
calabozo panameño, atado a unas cadenas, Rosita, pero se huyó por tierra,
selva y mar y llegó donde BolÃvar y con él entró a Bogotá. Combatió a los
españoles en Pasto y esta vez en Buga le apresaron y le fusilaron cuando
solo tenÃa 36 años. Más jovencito, Rosita, que el Jaime Roldós. Dicen,
Rosita, que era guapÃsimo y que las mujeres lloraban y dieron sus joyas a
los españoles para que no lo mataran. Pero lo mataron no más. Con razón
el poeta Clavileño empezó a llorar y decÃa -"¡Ah!, si yo no fuera poeta
sino novelista, escribirÃa una novela sobre Montúfar que harÃa llorar a
todos los ecuatorianos". Y ya me pasé, Rosita, por la emoción patriótica.
Bésale al Johnsito y sacarás mañana la bandera del Ecuador. Te besa, Pepe
Pino, tu
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