Quito. 28 may 97. Reflexiones sobre un momento clave para el
Ecuador.
La Segunda Guerra Mundial tuvo decidida presencia en la escena
económica y polÃtica del Ecuador.
En lo económico, porque los productos ecuatorianos de
utilización directa en el enfrentamiento bélico: caucho, palo
de nalsa, tuvieron extraordinaria demanda; los alimentos,
especialmente el arroz y el cacao, fueron consumidos por los
puebloes europeos, en esos momentos más preocupados por
entrematarse.
El ingreso de dólares al paÃs fue inusitado, asà como
inusitada fue la conducta honesta del gobierno, que no
delapidó ni delinquió con el inesperado aporte económico.
Estados Unidos, apoyaba fervorosamente a los aliados, pero no
habÃa entrado en la conflagración. Cuando los japoneses
realizaron la mala jugada del ataque a Puerto Perla,
precipitaron la voluntad de Franklin Delano Rooseveelt, gran
jefe de las huéstes democráticas de América.
Los latinoamericanos acusaron el golpe a los hijos del tÃo Sam
como en pellejo propio.
Se rasgaron los girones de sus trajes y se aprestaron a
defender a su acreedor.
Todos a uno. Bueno, no todos. Argentina y -especialmente-
Perú, daban suspiros fascistoides, lo que cuarteaba el
monolito de América que los USA querÃan vender como idea a sus
socios del Viejo Continente.
Perú se habÃa alineado desde hacÃa algún tiempo en las filas
de Hirohito. No olvidemos la cantidad de japoneses que
aumentaban el censo peruano con fecunda laboriosidad, tanto
que hoy tienen a un hijo de los Samurai en la silla del Rimac.
Es conocido que los diarios peruanos divulgaban el
antiyanquismo del Gobierno.
Al inquirir el Secretario de Estado Norteamericano, Cornell
Hull, por el precio de la unidad americana, los sureños
estuvieron prestos a
responder que era "tierra, mucha tierra ecuatoriana".
El yanqui se encogió de hombros. "Eso nomás". Los peruanos
procedieron.
Nuestra Realidad PolÃtica
El 17 de noviembre de 1939, los ecuatorianos enterraban al
Presidente Aurelio Mosquera Narváez, que prefirió morirse a
seguir peleando contra una cerrada oposición general, que no
excluÃa a las universidades ni a los municipios. Aún con las
facultades extraordinarias, estudiantes y obreros le armaron
la lucha.
El Presidente del Congreso, Dr. Carlos Arroyo del RÃo, ocupó
momentáneamente la Presidencia de la República, y la encargó
luego al Presidente de la Cámara de Diputados, Dr. André F.
Córdova, para dedicarse a su candidatura presidencial, en las
elecciones que se llevaron efecto el 10 de enero de 1940.
Los candidatos en aquel proceso fueron los doctores José MarÃa
Velasco Ibarra, por una especie de conciencia popular, Jacinto
Jijón y Caamaño, por los conservadores y, Carlos Arroyo del
RÃo, por los liberales, que desde algunas elecciones atrás
manejaban a su antojo a los procesos.
Cualquiera de los candidatos, tenÃa los méritos académicos
suficientes para el cargo.
Triunfó Arroyo, protestó Velasco con la ayuda de un joven
polÃtico guayaquileño, Dr. Carlos Guevara Moreno. Pocas horas
después, Velasco y Guevara compartÃan sendos asientos en un
aión DC 10 de Panagra que los llevaba al exilio.
Invasión Peruana
Con el ejército peruano invadiendo la provincia de El Oro,
donde se encontraba un alto porcentaje del parque bélico, con
los USA y muchos paÃses de América presionando en el palacio
de Itamaraty, en RÃo de Janeiro, con el diplomático
norteamericano Summer Wells y el canciller carioca Aragna en
contra del Ecuador, los delegados ecuatorianos firmaron el
Acta del Protocolo, el 29 de enero de 1942.
El grave de error de Arroyo del RÃo fue continuar en el poder
con todo un pueblo en su contra.
Qué distintos los resultados de 1995, cuando un pueblo maduro,
sin la agitación de semilleros polÃticos que aprovecharon en
"cosecha propia" una desgracia nacional.
Muy distante la talla estadÃstica e intelectual de los
gobernantes del 41 y del 95. Más lejana aún la autoridad
moral de los gobiernos. Fueron los "polÃticos" que no
ayudaron al pueblo.
Sobre su permanencia forzada, Arroyo del RÃo quiso imponer a
su sucesor, un hombre de talento, Dr. Miguel Albornoz, a quien
se enfrentarÃa el Dr. Velasco, exiliado en Chile. El
presidente impidió el retorno de Velasco, otro error. Velasco
creció en popularidad. Su fuerza ya no radicaba sólo en la
cúpula de los partidos polÃticos de las más diversas
tendencias que integraban ADE, Acción Democrática Ecuatoriana,
con el Dr. Francisco ArÃzaga Luque a la cabeza. Ahora era el
pueblo que "con Velasco churrasco" gritaba enfebrecido en las
calles.
¿Quién era el Dr. Velasco?
La figura más polémica de la polÃtica ecuatoriana de este
siglo se llama José MarÃa Velasco Ibarra. Quiteño. Profesor.
Académico. Periodista. Obtuvo su doctorado en leyes en la
Universidad Central. Ratificó sus estudios en la Sorbona.
Hombre de extraordinaria cultura.
Temperamental. Libre pensador. Su mayor obra pública la
desarrolló en el campo educativo.
En 1978, su esposa fue atropellada al tomar un bus en Buenos
Aires.
Quien habÃa sido cinco veces Presidente de la República, no
tenÃa carro particular ni dinero para que su anciana cónyuge
alquilase un taxi. Murió de amor a los pocos meses, en su
Quito natal. Velasco fue siempre un romántico.
¿Quién era Arroyo?
Desde sus épocas universitarias, Carlos Arroyo del RÃo fue una
de las mentalidades más brillantes del paÃs. De inteligencia
y habilidad polÃtica singulares. Gran orador poeta de
exquisita sensibilidad, estilista de primer orden, académico
de la lengua y, sobre todo, un jurista capaz de honrar
cualquier foro en el mundo.
Pero era un hombre impopular. Solitario, introvertido. TenÃa
la soledad de los seres diferentes. Orgulloso y autoritario.
No buscó acercarse al pueblo. Usó y abusó de la represión y
onfinamiento. No claudicó ni pactó. No compró ni dendió.
Fue la vÃctima más visible -junto con el Dr. Julio Tobar
Donoso- de la agresión peruana. Poseyó una de las más
nutridas y selectas bibliotecas del PaÃs, la misma que -al
igual que su casa, la Villa Elena- le fue confiscada por
enemigos polÃticos. En su gobierno fundó el Instituto
Cultural Ecuatoriano más tarde transformado en Casa de la
Cultura, en el Gobierno de Velasco Ibarra.
La Anécdota Popular del 28 de Mayo
No quiero hacer referencia a la pelea de tragos en que por una
cuantas mujeres, se trenzaron algunos militares y carabineros
(policÃa arroyista), en un alegre y concurrido cabaret
guayaquileño. Tampoco quiero penetrar en la ventaja de los
carabineros, que llevaron temporalmente presos a los milicos a
su cuartel de la manzana Chimborazo, Coronel, Gómez Rendón y
Maldonado, de donde, horas más tarde el ejército sacó a
"sangre y fuego" a los rehenes.
Los carabineros representaban la parte más negativa del
arroyismo. Ruffo Lago y otros rostros visibles fueron
masacrados. Se luchó por horas y se desangró -otra vez-
nuestro pueblo. Dimitió el Presidente, el Dr. Velasco, que
para no perder tiempo, ya estaba en Colombia, recibió a Julio
Teodoro Salem, quien aseguró un ministerio entregando " a
nombre de la Alianza Democrática" la Presidencia del vigoroso
caudillo, sin que ésta haya sido la instrucción que llevaba,
pues él sólo debÃa acompañar al Dr. Velasco en su viaje de
retorno al paÃs. Don Panchito ArÃzaga se tuvo que conformar
con la Presidencia de la Asamblea Constituyente que en 1945,
dio una constitución realmente progresista.
El veneno de los honorables se vertió contra Arroyo y Tobar
Donoso, para quienes pidieron -incluso la pena de muerte, con
la opisición del Dr. Parra Velasco. La increÃble inteligencia
y sagacidad del caudillo arrasó con sus aliados, y en apenas
un año, promulgó otra Constitución y acabó con la oposición,
que pasó -como siempre- a disposición. (Tomado del Expreso 28
de mayo de 1997 pag 28)
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Explored
Publicado el 28/Mayo/1997 | 00:00