Si se piensa en Bill Gates, el más exitoso empresario del mundo, es fácil considerar que, aparte de su genio personal, gran parte de su éxito se debe a sus antecedentes culturales y a su ética protestante. Pero su increíble prosperidad podría deberse en buena parte al sistema de propiedad legal de Estados Unidos.
Gates no podría haber hecho muchas de las innovaciones que realizó en programas de computadoras sin la existencia de patentes para protegerlos.
Tampoco podría haberse embarcado en tantos proyectos lucrativos sin contratos con fuerza de ley. Los riesgos que asumió al comienzo de su carrera serían impensables sin sistemas de responsabilidad limitada y pólizas de seguro.
Y véase el impacto en la economía mundial. Muchos menos de sus colegas se hubieran convertido en millonarios si Gates no hubiera podido distribuir sus opciones en la bolsa de valores. Y si se hubiera visto obligado a operar sobre la base de dispersas industrias caseras que no podían combinarse, apenas si hubiera podido beneficiarse de las diversas economía de escala.
No creo que Gates - o cualquier otro empresario occidental- pueda ser exitoso sin sistemas de derechos de propiedad asentados en un contrato social fuerte y bien integrado.
Antes de que alguien arguya que el éxito capitalista requiere ciertos rasgos culturales, debe primero prestar buena atención a lo que ocurre cuando países en desarrollo y ex naciones comunistas establecen sistemas de derechos de propiedad que pueden crear capital para todos.
A través de la historia, los seres humanos han confundido la eficacia de las herramientas que han heredado para crear riqueza con los valores inherentes en su cultura. Y han olvidado que con frecuencia lo que da ventaja a un particular grupo de personas es el uso innovador que aportan a un sistema de representaciones desarrollado por otra cultura.
Por ejemplo, los habitantes del norte tuvieron que copiar las instituciones legales de la antigua Roma para organizarse, y aprender el alfabeto griego y los sistemas y símbolos de la numeración arábiga para transmitir información y realizar cálculos. Ahora, pocos están al tanto de la tremenda ventaja que los sistemas de propiedad formal han dado a las sociedades occidentales.
Como resultado, muchos occidentales suponen que la base de su exitoso capitalismo es la ética del trabajo que han heredado, o la angustia existencial creada por sus religiones, aun cuando pueblos de todo el mundo trabajan con gran ahínco.
Gran parte de las investigaciones que intentan explicar por qué el capitalismo fracasa fuera de Occidente continúan empantanadas en una masa de presunciones no examinadas y en buena parte no probadas, denominadas cultura, cuyo efecto es permitir sentirse superiores a muchos de aquellos que viven en los enclaves privilegiados de este mundo.
Algún día, esos argumentos culturales serán desenmascarados, a medida que los efectos de buenas instituciones políticas y leyes de propiedad se hagan más evidentes. Entre tanto, como observó Fareed Zakaria en su artículo del 19 de marzo de 1999, "The Politics of Port", difundido por la revista online Slate, "La cultura es un término de moda. Y por cultura no me refiero a Wagner y al expresionismo abstracto, que siempre han estado de moda, sino a la cultura como explicación de un fenómeno social ... Explicaciones culturales persisten porque a los intelectuales les gusta. Ellos hacen valioso el conocimiento detallado de la historia de los países, que los intelectuales poseen en abundancia. Y añaden un aire de misterio y complejidad al estudio de las sociedades ... Pero la cultura en sí puede ser moldeada y cambiada.
Detrás de tantas actitudes culturales, gustos y preferencias, radican las fuerzas económicas y políticas que las moldean".
Esto no significa que la cultura no cuenta. Todos los pueblos del mundo tienen preferencias específicas, destrezas y patrones de conducta que pueden ser considerados culturales. El desafío es determinar cuáles de esos atributos forman parte realmente de la identidad inalterable de un pueblo, y cuáles están fijados por requisitos económicos y legales.
¿Es ilegal afincarse en una tierra ajena en Egipto y Perú, el resultado de antiguas y nómadas tradiciones entre los árabes, o de la costumbre de los quechuas de cultivar, hacia atrás y hacia adelante, a diferentes niveles de los Andes? Según mi experiencia, eso ocurre en esos países porque tanto en Egipto como en el Perú se tarda más de 15 años en obtener derechos legales de propiedad de una tierra abandonada.
Cuando los seres humanos tienen acceso a un mecanismo ordenado, reflejo de un contrato social, para asentarse en la tierra, entonces adoptan la ruta legal. Solo una minoría, como en cualquier otra parte, insistirá en una apropiación extralegal.
Gran parte de la conducta que en la actualidad se atribuye a la herencia cultural no es el resultado inevitable de la ética de un pueblo o de sus atributos, sino de su racional evaluación de los relativos costos y beneficios de ingresar a un sistema de propiedad legal.
La propiedad legal faculta a los individuos en cualquier cultura, y dudo que esa propiedad per se impugne cualquier gran cultura. Inmigrantes de Vietnam, Cuba y la India han tenido escasos problemas adaptándose a las leyes de propiedad de Estados Unidos.
Si ustedes han leído ese libro esencial de Francis Fukuyama sobre el tema Trust The Social Virtues and the Creation of Prosperity (Confianza las virtudes sociales y la creación de prosperidad) entonces saben que, concebida de la manera correcta, la ley de propiedad puede ir más allá de las culturas para aumentar la confianza entre ellas y, al mismo tiempo, reducir los costos de aproximar productos y pensamientos.
En conclusión, la propiedad legal establece las tasas de cambio entre diversas culturas y brinda una base de comunidad económica que permite negociar entre ellas.
*Hernando de Soto, economista y asesor político, es presidente del Instituto por la Libertad y la Democracia en Lima, Perú, y autor de los libros El misterio del capital y El otro sendero. Este artículo es distribuido por The New York Times Syndicate.
Gates no podría haber hecho muchas de las innovaciones que realizó en programas de computadoras sin la existencia de patentes para protegerlos.
Tampoco podría haberse embarcado en tantos proyectos lucrativos sin contratos con fuerza de ley. Los riesgos que asumió al comienzo de su carrera serían impensables sin sistemas de responsabilidad limitada y pólizas de seguro.
Y véase el impacto en la economía mundial. Muchos menos de sus colegas se hubieran convertido en millonarios si Gates no hubiera podido distribuir sus opciones en la bolsa de valores. Y si se hubiera visto obligado a operar sobre la base de dispersas industrias caseras que no podían combinarse, apenas si hubiera podido beneficiarse de las diversas economía de escala.
No creo que Gates - o cualquier otro empresario occidental- pueda ser exitoso sin sistemas de derechos de propiedad asentados en un contrato social fuerte y bien integrado.
Antes de que alguien arguya que el éxito capitalista requiere ciertos rasgos culturales, debe primero prestar buena atención a lo que ocurre cuando países en desarrollo y ex naciones comunistas establecen sistemas de derechos de propiedad que pueden crear capital para todos.
A través de la historia, los seres humanos han confundido la eficacia de las herramientas que han heredado para crear riqueza con los valores inherentes en su cultura. Y han olvidado que con frecuencia lo que da ventaja a un particular grupo de personas es el uso innovador que aportan a un sistema de representaciones desarrollado por otra cultura.
Por ejemplo, los habitantes del norte tuvieron que copiar las instituciones legales de la antigua Roma para organizarse, y aprender el alfabeto griego y los sistemas y símbolos de la numeración arábiga para transmitir información y realizar cálculos. Ahora, pocos están al tanto de la tremenda ventaja que los sistemas de propiedad formal han dado a las sociedades occidentales.
Como resultado, muchos occidentales suponen que la base de su exitoso capitalismo es la ética del trabajo que han heredado, o la angustia existencial creada por sus religiones, aun cuando pueblos de todo el mundo trabajan con gran ahínco.
Gran parte de las investigaciones que intentan explicar por qué el capitalismo fracasa fuera de Occidente continúan empantanadas en una masa de presunciones no examinadas y en buena parte no probadas, denominadas cultura, cuyo efecto es permitir sentirse superiores a muchos de aquellos que viven en los enclaves privilegiados de este mundo.
Algún día, esos argumentos culturales serán desenmascarados, a medida que los efectos de buenas instituciones políticas y leyes de propiedad se hagan más evidentes. Entre tanto, como observó Fareed Zakaria en su artículo del 19 de marzo de 1999, "The Politics of Port", difundido por la revista online Slate, "La cultura es un término de moda. Y por cultura no me refiero a Wagner y al expresionismo abstracto, que siempre han estado de moda, sino a la cultura como explicación de un fenómeno social ... Explicaciones culturales persisten porque a los intelectuales les gusta. Ellos hacen valioso el conocimiento detallado de la historia de los países, que los intelectuales poseen en abundancia. Y añaden un aire de misterio y complejidad al estudio de las sociedades ... Pero la cultura en sí puede ser moldeada y cambiada.
Detrás de tantas actitudes culturales, gustos y preferencias, radican las fuerzas económicas y políticas que las moldean".
Esto no significa que la cultura no cuenta. Todos los pueblos del mundo tienen preferencias específicas, destrezas y patrones de conducta que pueden ser considerados culturales. El desafío es determinar cuáles de esos atributos forman parte realmente de la identidad inalterable de un pueblo, y cuáles están fijados por requisitos económicos y legales.
¿Es ilegal afincarse en una tierra ajena en Egipto y Perú, el resultado de antiguas y nómadas tradiciones entre los árabes, o de la costumbre de los quechuas de cultivar, hacia atrás y hacia adelante, a diferentes niveles de los Andes? Según mi experiencia, eso ocurre en esos países porque tanto en Egipto como en el Perú se tarda más de 15 años en obtener derechos legales de propiedad de una tierra abandonada.
Cuando los seres humanos tienen acceso a un mecanismo ordenado, reflejo de un contrato social, para asentarse en la tierra, entonces adoptan la ruta legal. Solo una minoría, como en cualquier otra parte, insistirá en una apropiación extralegal.
Gran parte de la conducta que en la actualidad se atribuye a la herencia cultural no es el resultado inevitable de la ética de un pueblo o de sus atributos, sino de su racional evaluación de los relativos costos y beneficios de ingresar a un sistema de propiedad legal.
La propiedad legal faculta a los individuos en cualquier cultura, y dudo que esa propiedad per se impugne cualquier gran cultura. Inmigrantes de Vietnam, Cuba y la India han tenido escasos problemas adaptándose a las leyes de propiedad de Estados Unidos.
Si ustedes han leído ese libro esencial de Francis Fukuyama sobre el tema Trust The Social Virtues and the Creation of Prosperity (Confianza las virtudes sociales y la creación de prosperidad) entonces saben que, concebida de la manera correcta, la ley de propiedad puede ir más allá de las culturas para aumentar la confianza entre ellas y, al mismo tiempo, reducir los costos de aproximar productos y pensamientos.
En conclusión, la propiedad legal establece las tasas de cambio entre diversas culturas y brinda una base de comunidad económica que permite negociar entre ellas.
*Hernando de Soto, economista y asesor político, es presidente del Instituto por la Libertad y la Democracia en Lima, Perú, y autor de los libros El misterio del capital y El otro sendero. Este artículo es distribuido por The New York Times Syndicate.
Más en el