Quito. 20 jul 97. El viernes 11 de julio, al filo de la
medianoche, un edificio de seis pisos cayó como castillo de
naipes. Hubo que esperar que se produjese este colapso para que
el tema de las construcciones en el país lo discutiera la opinión
pública. ¿Cómo se construye en el Ecuador?

Cifras del Colegio de Ingenieros dicen que el 50 por ciento de
las construcciones en Quito son informales, es decir que no han
sido hechas por profesionales y que no cuentan con los permisos
municipales de Ley.

El caso del edificio desplomado -se llamaba Carla- puede ser la
punta de un iceberg. Si el Carla cayó por los efectos de los
vientos del verano quiteño, ¿cuántos podrán caer por un sismo de
regular intensidad?.

Un especialista que pronosticó la caida del edificio dice que
bastaba una mirada para saber que en esa construcción toda estaba
mal. El hormigón no era de buena calidad y las varillas quedaron
expuestas.

El lugar donde se hacían las columnas no coincidían en los
distintos pisos. No había planos estructurales y no se respetaban
los retiros de construcción.

En el país existe un Código de Construcción de 1979, que fue
traducido de un estadounidense. Las normas no son actualizadas
y la realidad no coincide con el texto. Todo esto en un país
donde los riesgos sísmicos son muy altos.

LAS FISURAS ESTABAN A LA VISTA

Desde el principio todo iba mal en el Carla. El edificio de la
calle Japón, que hace poco se desplomó en forma espectacular,
tenía su destino marcado desde que se inició su construcción.

Tan mal iba todo que un grupo de ingenieros que tiene sus
oficinas en un lugar cercano, no pudieron dejar de preocuparse.
Y se preocuparon tanto por lo que veían que hicieron una denuncia
al Municipio.

Pero ¿qué es lo que estaba mal? Según Oswaldo Bueno, ingeniero
presidente de Bueno y Castro, bastaba una mirada para ver que el
Carla tenía deficiencias y que tarde o temprano se vendría abajo.

Primero estaba mal hormigoneado. Es decir, que el trabajo con el
hormigón era visiblemente defectuoso. Por ejemplo, dice Bueno,
las varillas quedaron expuestas en las columnas, lo que es signo
evidente de que el material había sido mal "vibrado" al momento
de acomodarlo en los encofrados. "Hay que vibrar bien al
hormigón y tapar la armadura", dice Bueno, quien afirma que luego
de 15 años en la construcción está capacitado para detectar con
una simple mirada cualquier anomalía en una edificación.

Según él, lo profesional también falló. "La persona que colocaba
el hierro me enseñó los planos y tenía anotado con esfero los
lugares donde tenía que ubicar el material. No había planos
estructurales", indica alarmado Bueno quien hace un año
pronosticó la caida del edificio y se lo comunicó al Municipio.

Otra cosa que lo alarmó fue que el lugar en el que estaban
colocadas las columnas no coincidían entre los distintos pisos.
"En el primero estaban en un lugar, en el segundo en otro y el
tercero en otro", dice.

Fue entonces que Bueno fue hasta la construcción y conversó con
los trabajadores y se dio cuenta que la situación era alarmante.
Se puso en contacto con el ingeniero Vizuete, que supuestamente
estaba a cargo de las obras. Varias veces conversaron y quedaron
en reunirse, pero Vizuete nunca asistió a las citas. Entonces
decidió hacer la denuncia al Municipio que, primero, suspendió
la construcción por un lapso de 30 días y multó en 15 millones
a Bernard Ulrich Simch, propietario del inmueble. Sin embargo,
Ulrich presentó un recurso de apelación que fue aceptado por el
Municipio que lo consideró legal y oportuno. Posteriormente, las
autoridades municipales constataron que se habían colocado
columnas sobre la losa del quinto piso y que se construía un
sexto sin permiso y confirmaron la primera providencia. Sin
embargo, vecinos del lugar aseguran que se siguió construyendo
tras unos plásticos que se colocaron en las ventanas. Bueno
coincide en que resulta imposible para el Municipio controlar
todas las obras que se hacen en la ciudad.

"Pero sí debería investigar con mayor dedicación las denuncias
que se hacen", dice el constructor. Según Bueno, el Municipio
debería llegar a un acuerdo con los Colegios de Ingenieros y el
de Arquitectos, así como con la Cámara de la Construcción para
hacer en forma conjunta las investigaciones que sean del caso,
cuando se produzcan denuncias.

CAYO POR SU PROPIO PESO

Que una construcción caiga por su propio peso es, desde el punto
de vista de la ingeniería, una aberración incomprensible.

"Pensar a estas alturas del siglo XX que un edificio se puede
caer por su propio peso resulta inadmisible", sostiene Fabrizio
Yépez, presidente del Comité de Actualización de Estudios del
Colegio de Ingenieros del Ecuador.

Pero tan grave como que se haya construido un edificio, el Carla,
sin la más mínima noción de ingeniería, resulta la posibilidad
de que una gran parte de las construcciones, no solo de Quito
sino de todo el país, no sean capaces de resistir un sismo o un
deslizamiento de tierras. El temor se acrecenta a la luz de las
cifras: el 70 por ciento de las construcciones en Quito son
informales, según el Colegio de Ingenieros; es decir, se las
realiza sin planos aprobados, sin seguimiento municipal y sin
firmas de profesionales responsables. El 30 por ciento restante,
según Yépez, se someten a un código de construcciones de 1977 que
ha sido "transplantado" de los Estados Unidos.

EL PESO ERA TREMENDO

La noche del viernes 11 de julio avanzaba, y el trabajo de ese
día exigía a Jorge Pilliza, de 23 años, un descanso. Sin embargo,
un extraño ruido le inquietaba. "Mejor salgamos, vayámonos a la
casa de mis papás. Parece que algo malo va a pasar... Esto va a
caerse", le dijo a su esposa, Ximena Cueva, de 22 años, que se
hallaba cuidando a su hija Erika, de 10 meses, quien dormía.

NUNCA LE GUSTO

Desde que Jorge supo que el Municipio había autorizado la
construcción del sexto piso, en el edificio donde él trabajaba
como albañil y en el que vivía con su familia como cuidador,
deseó buscar otro lugar para vivir. Tenía dudas sobre si la
estructura estaría en condiciones de resistir un peso adicional,
luego de haber escuchado al hermano hacer comentarios
desalentadores. "Sobre todo, porque en el segundo piso no había
paredes sino solo columnas. En cambio, el tercero, cuarto y
quinto eran llenitos de paredes. Era tremendo el peso que estaba
soportando el sótano. Decían que en el segundo piso iban a hacer
un restaurante y, en el primero, locales comerciales; por eso
pusieron ahí paredes pequeñas".

Jorge Pilliza aún guarda cama en el Departamento Cardiotoráxica
del Hospital Eugenio Espejo, donde se recupera de las graves
lesiones que tiene en una de sus piernas, luego de haber
soportado la caída del inmueble. Desde ese lugar afirma que,
como no estuvo desde que inició la construcción, desconocía cómo
estaban construidas las bases y que su hermano le advertía sobre
la posibilidad de que éstas cedieran ante el peso de otro piso.

QUISO IRSE EL VIERNES

La noche del viernes, nuevamente confesó a su esposa que no
deseaba continuar viviendo en el lugar. Pero ésta, como siempre,
le expuso: "si aquí estamos bien, tenemos agua y luz, ¿para qué
cambiarnos?".

No obstante, en esta ocasión, Jorge no se conformó con escuchar
los argumentos de su esposa y decidió subir al segundo piso para
constatar el origen de tanto ruido.

En principio, pensó que sus perros Coco y Pinki eran los ruidosos
e iba a reprenderles. Pero no encontró a éstos en el lugar, ni
siquiera al gato "sin nombre". Lo que presenció, más bien, fue
un extraño movimiento en las columnas de la construcción.
"¡Ximena, esto se va a caer, se cae, salgan rápido!", gritó
entonces, pero, ya fue tarde.

Pedazos de hormigón se interpusieron en su camino. Su esposa e
hija no lograron salir del cuarto, el material desplomado las
cubrió por completo.

El reloj negro de muñeca de Jorge le anunció, con 20 segundos de
zumbidos, que la media noche había llegado; mientras él seguía
bajo el marco de la puerta, entre los escombros, luchando contra
el amortiguamiento de sus piernas e impotencia para auxiliar a
su familia.

En tanto, vecinos del lugar informaron al Cuerpo de Bomberos
sobre el hecho y, en poco tiempo, se presentaron 25 de sus
miembros. Junto al personal del GOE y de la Cruz Roja, éstos
iniciaron su labor de rescate, para lo cual tuvieron que cavar
incluso un túnel de 6 metros de largo.

Jorge fue trasladado al Hospital Eugenio Espejo, mientras que su
esposa e hija fueron ingresadas al Hospital de niños Baca Ortiz.

GATO Y PERRO MUERTOS

La voz de Jorge suena entrecortada, mientras recuerda la
experiencia del pasado fin de semana. "Pensaba que, cuando
sacaran a mi mujer y a mi hija, ellas iban a estar muertas. Y
lloraba, lloraba.

Pero mi esposa me tranquilizaba diciendo que todo iba a salir
bien... Hoy, sé que están bien, incluso les dieron de alta. Pero,
parece que Coco y el gato murieron", dice con pesar.

No culpa a nadie por el colapso del edificio y prefiere no citar
el nombre o paradero del maestro que dirigía la obra, "porque él
me ayudó a conseguir ese trabajo, cuando estaba recién casado y
con necesidades". Pero reconoce que, de haber muerto alguien de
su familia, "de pronto, hubiese buscado culpables".

También informa que, durante el tiempo que vivió en el edificio,
solo vio por dos o tres ocasiones al dueño del edificio, y que
un arquitecto -de quien aseguró desconocer el nombre- fue quien
garantizó que las bases del edificio sí soportarían el peso de
un nuevo piso.

Entre las pérdidas materiales, por la caída del edificio, Jorge
cita un televisor, una bicicleta, ropa y un equipo de sonido.
Pero cree que con el apoyo económico que le ha entregado y,
probablemente, continuará haciéndolo el ingeniero Vizuete -según
ofrecimientos canalizados a través de su familia- podrá recuperar
esos gastos. Por eso afirma que, hablar en su contra, "sería como
un perro mal agradecido que muerde la mano del que le está dando
de comer".

QUIEN GARANTIZA LA SEGURIDAD DE LAS CASAS

Aunque el Colegio de Ingenieros Civiles de Pichincha (CICP) cobra
el uno por mil de cada contrato de sus afiliados como trámite
previo a la aprobación de los planos de un edificio, no hace
ningún tipo de revisión de esos planos, ni emite dictamen técnico
alguno.

Esto lo confirmó el presidente del CICP, Hermel Flores, quien
afirma que el responsable de ese control es el Municipio de cada
ciudad. "No tenemos ninguna intervención en la aprobación de
planos ni de construcciones, por ley esto le corresponde al
Municipio, que aprueba planes estructurales, sanitarios,
eléctricos, etc. Solamente se hace una contribución al trabajo
gremial", aclara. El CICP propone que una ONG u otra institución
se encargue del control de los planos, ya que "el Municipio no
realiza ese trabajo desde hace algunos años".

El presidente gremial dijo que el alto riesgo sísmico en el
territorio nacional hace necesario un mayor control antisísmico
en las construcciones que se hacen en el país.

Flores recuerda que, atravesando el valle de Quito, hay una falla
geológica que pone en peligro las edificaciones. Sin embargo,
aquellas que son más peligrosas, según el experto, son las que
se han hecho en las laderas del Pichincha, ubicadas en taludes
muy pronunciados y en suelos inestables.

"Se construye en la informalidad, sin dirección técnica, sin el
uso adecuado de materiales. Aunque se hacen casas de hormigón
armado, éstas no tienen criterios técnicos", asegura.

SOLO SE CONTROLA LA MITAD

Para Flores, el incumplimiento del Código de la Construcción (un
conjunto de normativas que determinan los parámetros de
construcción) se hace más evidente en construcciones pequeñas de
sectores marginales. Según datos proporcionados por el Colegio,
un 50 por ciento de las casas de uno y dos pisos que se levantan
en las zonas marginales no tienen ningún tipo de control de
construcción por parte de los Municipios. Afirma que esto se debe
a que los municipios "han sido incapaces de hacer un control de
asentamientos humanos", ya que las invasiones de tierras para
construir viviendas han sido imposibles de contener.

"Un sismo considerable ocasionaría miles de pérdidas de vidas"
vaticina. "No ha sido posible orientar el crecimiento de la
ciudad, lo que hace que en el país el 40 por ciento de la
población de Guayaquil y el 30 por ciento de la de Quito viven
en asentamientos espontáneos, en invasiones. Toda esa población
está en alto riesgo frente a los sismos". Agrega que las ciudades
han crecido demasiado y que el costo de la tierra es alto, lo que
dificulta el acceso a la vivienda.

Flores dijo también que se ha adoptado un Código de la
Construcción de edificios que se basa en uno estadounidense, pero
no se mencionan las pequeñas construcciones.

"Debemos tener un código que obedezca a las condiciones del país
y uno que se refiera a las viviendas de interés social",
sostiene.

REFORMA DEL CODIGO

Ante la necesidad de un nuevo Código de la Construcción, se ha
conformado una comisión especial para elaborar un proyecto que
está integrado por el Ministerio de Vivienda, la Defensa Civil,
la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología, el Colegio de
Ingenieros Civiles, la Sociedad de Ingeniería Estructural y las
Cámaras de la Construcción.

Sin embargo, el proyecto está paralizado por la falta de recursos
económicos, cuyo monto es de 300 millones de sucres.

"Hace falta recopilar investigaciones y elaborar la propuesta;
esperamos que el Gobierno asigne los recursos para empezar."

A pesar de los vacíos legales, Flores afirma que la gran mayoría
de edificios construidos desde los años 60 en las principales
ciudades del país tienen un diseño técnico, en donde se ha
considerado las posibles presiones que causan los terremotos. Las
consecuencias trágicas del terremoto de Ambato habrían motivado
que, en la administración de Galo Plaza, se pusieran en vigencia
reglamentaciones antisísmicas. El diseño antisísmico, según el
presidente gremial, consiste en que los edificios puedan moverse
horizontalmente, sin llegar a desplomarse, pero es también muy
importante un permanente control de calidad en las obras,
especialmente en el hormigón y las varillas que se usan.

Sobre los materiales, Flores cree que éstos deben ser lo más
ligeros posible, porque en caso de un temblor un edificio macizo
puede moverse demasiado.

Las zonas más riesgosas para construir son las laderas y las
colinas. El experto asegura que no se debe edificar en una ladera
inestable, y si se hace el edificio debe ser macizo, mientras que
en una colina rocosa (como la González) deben ser más
"elásticos". Sin embargo, la mayor parte de las edificaciones
ubicadas en las laderas del Pichincha han sido construidas sin
ningún criterio técnico. La razón: hasta hoy nadie tiene
escrituras, mucho menos permisos municipales de construcción.

Sin embargo, un edificio ubicado en pleno centro bancario de la
ciudad se desploma, a pesar de los permisos, lo que hace pensar
a Flores que hubo algún tipo de negligencia en el uso del
material o en los estudios del suelo, ya que "un edificio no
tiene por qué caerse, ya que debe resistir el peso propio, el de
las personas y las fuerzas de los sismos."

El experto cree que es poco probable que el hecho de que se haya
aumentado un piso más a una estructura diseñada para cinco pisos
sea causa suficiente para el desplome. "Que un edificio se caiga
es extremadamente raro", concluye.

TERREMOTOS Y RUINAS

- Los terremotos han destruido las ciudades ecuatorianas desde
su fundación: en 1698 quedó en ruinas Ambato, en 1797 Riobamba,
en 1868 Ibarra y en 1949, nuevamente Ambato. Los terremotos han
provocado alto número de víctimas mortales, básicamente por los
defectos en la construcción.

- La mayoría de personas muertas por terremotos en la historia
nacional vivían en la Sierra: a pesar de que frente a las costas
de Manabí y Esmeraldas se han producido terremotos de hasta 8
grados en la escala de Richter, el número de víctimas ha sido
reducido por la fragilidad y elasticidad de las viviendas.

- Las ciudades modernas no han sufrido sismos severos, lo que
impide a los expertos determinar el comportamiento de las
edificaciones. Sin embargo, un estudio de la Escuela Politécnica
Nacional determinó que el sismo más importante que ha afectado
a la ciudad en los últimos tiempos, el de marzo de 1987, provocó
preocupantes cuarteaduras en los edificios modernos de la
capital.

- El uso de materiales tradicionales debe revisarse y regularse,
según un proyecto del FUNDACYT.

LOS COLEGIOS EN RIESGO

egún un reciente estudio sobre la vulnerabilidad de los edificios
escolares de la ciudad de Quito, las edificaciones tipo que
construye el Estado, por medio de la Dirección de Construcciones
Escolares, no cumplen con los requisitos de seguridad
antisísmica. Igualmente, muchos antiguos locales escolares, como
la escuela municipal Espejo de varones, han sido evaluados y
reforzados estructuralmente.

El hecho de que muchos edificios como hospitales, colegios y
otros edificios públicos no estén en condiciones óptimas ha
preocupado a la Defensa Civil, que participa en la redacción del
nuevo código de la construcción, proponiendo medidas de seguridad
(principalmente el diseño antisísmico) para evitar que una
catástrofe natural afecte a los ocupantes de las edificaciones.
Esto afirma el director nacional, Gustavo Burbano, quien califica
como "obsoleto" al Código de la Construcción que está en
vigencia. Burbano critica también las reglamentaciones de
construcción copiadas de los Estados Unidos, que no estarían de
acuerdo con nuestra realidad sísmica.

Para Burbano, el problema de la seguridad de las construcciones
es un problema de ética, no de las regulaciones que se tomen en
la construcción. Los constructores, según el director de la
Defensa Civil, deben usar los materiales más aptos para los
edificios y no escatimar gastos. "Muchas veces no se usa el
material indicado -de buena calidad-, fallan los técnicos y los
albañiles, el material no tiene la resistencia debida, y por eso
hay fallas en los edificios. A pesar de que los municipios dan
normas, ya es cuestión de la ética de los profesionales y de un
estudio adecuado para que no se alteren los planos." Altamente
peligrosos, para el director de la Defensa Civil, son los
edificios hechos sin planos, en forma artesanal.

Burbano afirma que una de las ciudades que presenta mayor riesgo
es Guayaquil, en donde se han levantado edificios más altos que
en Quito, en un suelo rellenado de antiguos pantanos y esteros,
lo que ha motivado que la Defensa Civil realice estudios de
riesgo sísmico en el Puerto. Cuarenta edificios son estudiados
para verificar su estructura y el tipo de suelo en el que se
encuentran. Se trata del casco bancario, los hospitales y las
escuelas de la ciudad costera, en donde se ha podido establecer
"fallas estructurales que cuesta arreglar", según el director de
la Defensa Civil. El principal problema de esta clase de
estudios, a criterio de Burbano, es el costo que implica
determinar la resistencia de las estructuras construidas, a parte
de las inversiones que significa reforzar las estructuras.

"Lo fundamental es que haya mantenimiento en los edificios, y que
no se hagan alteraciones en las construcciones," finalizó.

CONSTRUCCIONES A USAR CINTURON

Dime qué edificio tienes y en qué suelo está construido, para
predecir qué terremoto le podrá dañar!", dice Hugo Yépez,
director del Instituto Geofísico y geólogo de la Escuela
Politécnica Nacional (EPN).

Su afirmación se basa en conocimientos técnicos, científicos y,
sobre todo, en experiencias previas. Presume, por ejemplo, que
los edificios de Quito resultarán más afectados si un sismo de
gran magnitud se produjera en un lugar alejado de la ciudad -como
el terremoto de 1906, considerado el quinto más fuerte en el
mundo, que se originó frente a las costas de Esmeraldas-, que si
lo hiciera cerca, pero en magnitud inferior. Lo contrario
sucedería con las construcciones pequeñas. Esto se debe a que la
resonancia o amplificación del movimiento del sismo fuerte
tendería a producir vibraciones de mayor duración en zonas
apartadas. Y, a diferencia de las pequeñas construcciones, los
edificios son más proclives a colapsar por vibraciones largas.
"Es que los terremotos pueden ser selectivos", afirma Yépez.

También informa que la energía liberada por un terremoto suele
ser mayor en la Costa que en la Sierra, debido a la "subducción";
que se produce por la fricción que ejerce la placa tectónica de
Nazca -que está cubierta por el Océano Pacífico- cuando tiende
a introducirse bajo la superfici continental. Solo en este siglo,
cuatro sismos fueron consecuencia de la subducción. Ocurrieron
frente a las costas de Esmeraldas, en 1906 y con magnitud 8.6;
de Jama, en 1942, con 7.9 de magnitud; nuevamente de Esmeraldas,
en 1958, con magnitud 7.3 y de Tumaco, en 1979, con 7.6 de
magnitud.

De lo que sí está seguro Yépez es de que la estructura y calidad
de una construcción, sumada al tipo de suelo sobre el cual está
levantada, son factores que influyen en la vulnerabilidad ante
a un probable terremoto.

En Quito, aún no se cuenta con estudios que zonifiquen la ciudad
por calidad de suelos, a fin de identificar sus características
de vibración. Yépez afirma que, en base de la instrumentación
existente hasta el momento, ya se dispone de datos que permitirán
prepararse para los posibles terremotos.

En definitiva, duda de que el país esté preparado para afrontar
un terremoto. La caída del edificio ubicado entre la Japón y
Amazonas, en Quito, incrementó su pesimismo, "ya que éste cayó
sin necesidad de una fuerza lateral". A esta tragedia se suman
las ocurridas en 1995, cuando se desplomó la vicera del Estadio
de Quevedo, y en junio del presente año, cuando la vicera del
Colegio Almirante Nelson aplastó a dos estudiantes.

"Hay mucho debate sobre la mala práctica médica, pero aquí hay
que revisarse si hay mala práctica ingenieril... Si hay un Código
de la Construcción y se lo aplica, no se debería estar hablando
de vulnerabilidad", cuestiona Yépez.

Para quienes estén construyendo o piensen hacerlo, sugiere
considerar los aspectos sísmicos para que, mañana, lo barato no
les resulte caro.

A un costado de la oficina de Yépez, se divisa una rotura en la
pared. Yépez se percata del asombro de la reportera, mientras
hablaba sobre la importancia de considerar aspectos sísmicos para
la construcción de una casa o edificio.

"Ese cuarteamiento se originó durante el terremoto de 1987",
explica y agrega ni siquiera el edificio de la Politécnica es
lo suficientemente seguro.

"Por eso, he recomendado que se fortalezcan los edificios y que
se empiece por éste". Para que esta iniciativa concientice a la
población, sugiere que se pinte de tomate o de algún color
llamativo a los refuerzos empleados en la construcción. "Así,
voltearían a mirar el edificio y pensarían en la necesidad de
reforzar también el suyo. Debe promoverse una campaña de
concientización, similar a la que se da a los conductores. Solo
que aquí el cinturón de seguridad se pondrá a los edificios".

EL PUERTO EN ARENAS MOVEDIZAS

Guayaquil está asentada sobre un 90 por ciento de suelo blando,
lo que obliga a los constructores a poner bases fuertes, y hasta
pilotes, para edificar. Esta es una de las conclusiones a las que
llegaron Oswaldo Ripalda y Jaime Argudo, quienes están al frente
del Instituto de Investigación y Desarrollo de la Facultad de
Ingeniería de la Universidad Católica (IIFUC).

Los ingenieros consultados coincidieron en que la urbe porteña
tiene problemas de asentamientos en sus edificaciones, debido al
tipo de suelo. A eso se agrega que todo el Litoral ecuatoriano
está cerca del cinturón del fuego del Pacífico -zona de riesgo
sísmico-, que obliga a cimentar las bases más de lo normal. Esta
cercanía ocasionó el terremoto más fuerte en la historia del
Ecuador. "Se suscitó en Esmeraldas en 1906, con una intensidad
de 8.3 en la escala de Ritcher, según nuestros registros",
recuerda Argudo. "Estos factores dan como resultado que sea más
difícil construir en Guayaquil que en Quito", dice Ripalda, quien
se mostró sorprendido por el colapso del edificio de seis pisos,
ocurrido el sábado pasado en Quito.

Los sitios de más riesgo en Guayaquil, para construir viviendas
actualmente, son Bellavista y Mapasingue -dice Argudo. "Son zonas
montañosas en donde no se efectúan los estudios del suelo
adecuados, y los diseños son hechos informalmente", lo que
ocasiona, a decir del constructor, un serio riesgo en las casas
allí ubicadas. En Guayaquil, el control municipal para las obras
en construcción es bueno, reconocen los ingenieros.

Pero Argudo cree que es malo el sistema de permisos. "Para
solicitar un permiso no se necesita presentar un diseño
estructural de la obra, sino que basta con uno arquitectónico".
Las autorizaciones para construir también han mejorado, por los
correctivos en el trabajo catastral, cumplido por el Municipio
porteño. El empirismo en la construcción se ha focalizado en
zonas específicas. Así, en lugares como los Guasmos, La
Prosperina y Las Malvinas, no se toma en cuenta a los
profesionales de la construcción, sino que se contrata a maestros
albañiles."No debe sorprender incluso, que para casas de hasta
tres plantas, se prefiera a los empíricos".

En tanto, la informalidad alcanza un 50 por ciento, asegura Jaime
Argudo. "La informalidad, entendida como ausencia de planos
estructurales en la que caen muchos ingenieros, que no tienen una
formación adecuada", precisa.

NO ES GASTO SINO INVERSION

Perder la vivienda implica, para muchas familias ecuatorianas,
perder su máximo patrimonio. Por tanto, "si va a hacer una
casita, debe contratar a un calculista", sugiere Janeth
Fernández, directora del Departamento de Estructuras de la EPN.

Para Fernández y Sigifredo Díaz, quien también labora en el
Departamento de Construcciones, el proyecto de actualización del
Código Ecuatoriano de la Construcción contribuiría a la
disminución de la vulnerabilidad en las construcciones, pues, en
la mayoría de países se lo actualiza cada cuatro o cinco años.

También consideran importante la concientización de la población,
en torno a la vulnerabilidad de su vivienda. "En el sismo de
1987, el siete por ciento de la aceleración de la gravedad se
detectó en Quito, con lo cual no debió pasar nada, pero pasó. El
costo de las reparaciones fue bastante alto", afirma Díaz. "Lo
que demuestra que en Quito los edificios son flexibles", acota
Fernández.

La lucha en contra de la vulnerabilidad de las construcciones es
un principio por el cual ha laborado durante 20 años el
Departamento de Estructuras. Como resultado, ha emitido varios
trabajos técnicos y sugerencias útiles para prevenir desgracias
con la llegada de un eventual terremoto. Sin embargo, aunque los
gobiernos han valorado sus iniciativas, poco apoyo económico han
recibido; lo cual ha limitado su campo de acción.

"El Municipio sí ha apoyado, pero se necesita ir más allá, quizá
poner los trabajos a nivel de ordenanza", menciona Díaz. "Es la
prevención no implica gasto, sino inversión", ratifica Fernández.

Respecto a las causas que motivaron la caída del edificio,
ubicado entre la Japón y Amazonas, prefieren no pronunciarse
oficialmente, sin que antes se revise su diseño estructural, se
constate si se cumplió o no con éste y se aclare si la calidad
del material empleado era adecuada.

Pero, Sigifredo Díaz expone una sospecha: "antes de que
colapsara, yo ví el edificio y me llamó la atención el exceso de
luces en el segundo piso -es decir, la distancia existente de una
a otra columna".

NO PODEMOS INTERVENIR

Los tres técnicos que se encargan de la aprobación de planos en
la Administración Norte de Quito no se alcanzan con las 40 ó 50
solicitudes que, diariamente, llegan a esa oficina municipal.
Esto les impide, según Gonzalo Pintado, director de Planeamiento
del Norte de la ciudad, revisar minuciosamente los cálculos de
las estructuras de las casas y edificios.

Esto significa que los funcionarios municipales se encargan de
ver -literalmente- los complejos planos de instalaciones
eléctricas, sanitarias, de la estructura en sí y del diseño
arquitectónico, que se presumen están bien hechos y calculados.

Catorce certificaciones, informes técnicos, copias de planos,
pagos de impuestos, formularios con timbres, un fondo de
garantía, y un estimado del tiempo de duración de las obras,
entre otros, aparte de 15 días laborables, son necesarios para
obtener un permiso de construcción del Municipio quiteño. Sin
embargo, el papeleo no garantiza el control minucioso de cada
nueva edificación, según el funcionario municipal, por la
imposibilidad de volver a calcular cada detalle de las
edificaciones.

Según explicó Pintado, hay una gran cantidad de posibilidades de
diseño y cálculo estructural de un edificio, por lo que al
Municipio le resulta imposible la verificación del cálculo.
Precisa que el profesionalismo del arquitecto y, principalmente,
del ingeniero que calcula la estructura, es lo único que
garantiza que una construcción esté hecha de acuerdo con las
normas internacionales del arte.

En el Código de la Arquitectura y en el de Construcciones se
establece que las casas y edificaciones deben cumplir con ciertas
normas internacionales, que garantizan, por ejemplo, la
estructura antisísmica. "Nuestro planteamiento es que toda
edificación debe cumplir con las ordenanzas que están en
concordancia con las disposiciones del INEN, del Instituto
Americano de la Construcción de Acero, y las disposiciones sobre
construcciones en madera del Acuerdo de Cartagena. Inclusive, se
deben reconocer los programas de computación y cualquier nuevo
concepto estructural que se desarrolle en el futuro".

La base legal de la acción del Municipio es la ordenanza 3050,
que regula la edificación, pero según Pintado no se ha previsto
revisar los planos, ya que la Ley de Ejercicio profesional de
Arquitectura e Ingeniería determina que el único responsable de
los planos de un edificio es el profesional. "Revisar de nuevo
los planos sería intervenir en la propiedad intelectual, aparte
de que se podría enfrentar al colegio profesional con el
Municipio, porque van a afirmar que con qué criterio legal o
moral puedo yo oponerme a que en una construcción haya más o
menos columnas".

Pero, si el Municipio no controla, ¿Quién? Pintado cree que los
colegios profesionales, en el momento en que cobran el impuesto
del uno por mil (uno de los requisitos más importantes para la
aprobación del plano) deben revisar el plano y darle su aval.

La función del Municipio, según Pintado, es establecer la altura
de los edificios (no se pueden construir edificios de más de 16
pisos de altura en Quito, por lo que nunca tendremos
rascacielos), realizar una inspección visual de la obra para
determinar si se están cumpliendo los planos y, finalmente,
entregar un "permiso de habitabilidad", que es el último
requisito para que se pueda habitar una construcción.

UN DESPLOME EN REGLA

El edificio de la calle Japón se desplomó, al parecer, con todos
los permisos en regla. Cinco profesionales, un arquitecto y
cuatro ingenieros presentaron el proyecto de este edificio en
abril de 1994, cuando la primera propietaria, Sonia Guerrero,
inició la edificación de una construcción de cinco plantas, con
ocho locales comerciales, cuatro departamentos, 10 oficinas, tres
bodegas y 14 estacionamientos, diseñada por el arquitecto
colegiado Fabián Jiménez, con registro profesional P818. Jiménez
no se hizo, desde el principio, cargo directamente de la
construcción, sino un ingeniero civil, también colegiado en
Pichincha, llamado Gerardo Vizuete.

Carlos Villavicencio, otro ingeniero civil fue quien hizo el
cálculo estructural, Marco Torres, se encargó del sistema
eléctrico y Emilio Mosquera del trazado sanitario.

En marzo de 1994, el Cuerpo de Bomberos de Quito autorizó las
instalaciones contra incendios del futuro edificio, que para
entonces ya pertenecía a Ulrich Simch.

Recién en diciembre de 1996, el Cabildo emitió el permiso de
construcción del edificio desplomado, firmado por Aníbal Proaño,
supervisor de edificaciones de la zona norte. Se depositó una
garantía de 13 millones de sucres. Según el comisario de la zona
norte, Daniel Alvarez, las obras fueron clausuradas en enero,
porque se descubrió que el constructor estaba levantando un piso
adicional en el edificio. Sin embargo, en marzo de este año se
aprobaron los planos de la ampliación del sexto piso, que se iba
a destinar a un nuevo departamento.

El ingeniero Carlos Villavicencio, con matrícula 17-01P-1594
aseguró en enero de este año que el edificio Carla "soportará la
ejecución de una losa de cubierta no accesible y que la
estabilidad general de la edificación se mantiene dentro de los
factores de seguridad dados por las normas correspondientes".

En su informe, da también algunas indicaciones técnicas sobre
cómo recargar el peso de la estructura. No se sabe si el
constructor cumplió con las indicaciones de Villavicencio.
(DIARIO HOY) (REVISTA BLANCO Y NEGRO)
EXPLORED
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