Quito. 30 jul 97. 3 técnicos de la U. Central entregaron ayer
su informe al Ministerio de Medio Ambiente. Su punto de vista:
que la explotación continúe pero bajo control y con medición
de impacto.
La suerte de 4.000 especies en flora y 540 en fauna está en
manos de las autoridades ambientales. Igual que el destino de
276 mineros que extraen oro del Parque Nacional Podocarpus.
Tras la visita de tres técnicos -un geólogo, un minero y un
ambientalista- enviados por la Facultad de GeologÃa, Minas y
Petróleos de la Universidad Central, el informe evaluatorio
fue entregado ayer al Ministerio de Medio Ambiente. Para todos
los actores involucrados, las cartas están echadas.
Los resultados preliminares parecen inclinar la balanza hacia
una tesis no del todo favorable a los criterios ambientalistas
a ultranza.
El ingeniero ambiental Nelson Suquilanda, uno de los miembros
de la comisión, asegura que un plan de manejo permitirá a los
mineros una explotación racional, sin deteriorar las 146.280
hectáreas de bosque, declaradas como parque nacional en 1982 y
distribuidas entre las provincias de Zamora Chinchipe en un 70
por ciento y en Loja, en el 30 por ciento restante.
"Hay que iniciar un proceso de manejo sustentable de recursos
naturales a todo nivel, en todo el paÃs, no solo en este
parque", dice.
Los mecanismos propuestos: tecnologÃa de punta, utilización de
retortas, desbanques, apertura de galerÃas. Métodos y
tecnologÃas por el momento inexistentes.
Los tres técnicos, entrevistados por EL COMERCIO, coinciden en
calificar como artesanal la explotación de oro a cielo abierto
con métodos antitécnicos que a la larga destruirán los
yacimientos por los derrumbes que ocasionan, según concluyó el
especialista en GeologÃa y director del grupo de
investigación, AgustÃn Paladines.
Los derrumbes, detectados por Suquilanda a lo largo del camino
a las minas -unos 32 kilómetros lineales-, son una de las
secuelas más notorias de la presencia del colono -más que del
minero, aclara el especialista- en la zona. "Hay procesos de
deforestación, producto de la erosión, de deslaves, del mal
manejo de los colonos".
Hay más efectos negativos en el ambiente como consecuencia de
la actividad minera.
Pero, según el investigador, no se nota la presencia de
mercurio, "de lo que sà me preocuparÃa es de otros metales
pesados (como el plomo), producto de la erosión y del mal
manejo minero, que se realiza de una manera totalmente
artesanal".
Pero el Inefan, la Fundación Arco Iris, el Comité Ecuatoriano
para la Defensa de la Naturaleza y el Medio Ambiente y otras
ocho organizaciones agrupadas en el Consorcio
Interinstitucional de Loja y Zamora, difieren en su evaluación
del impacto ambiental de la minerÃa en el parque. Según Arco
Iris, un estudio realizado en 1993 conjuntamente con el
Imperial College de la Universidad de Londres, determinó que
en algunos riachuelos de San Luis se hallaban niveles de
mercurio que oscilaban entre 4,51 y 61,20 ug/g, superiores a
los parámetros permitidos por la OMS.
El mercurio, cuyos vapores se emiten durante la quema de la
amalgama (oro y mercurio), es absorbido por el organismo
humano en cerca del 75 por ciento. Es tóxico para los seres
humanos y causa envenenamiento agudo. Además, se disemina a
través del viento y el agua. "Puede llegar hasta 200
kilómetros del sitio de explotación", cita el informe de Arco
Iris. Posiblemente, la contaminación se revierta hacia la zona
oriental, según Suquilanda. Su recomendación, que coincide con
la de los otros dos técnicos, es conformar una nueva comisión
multidisciplinaria que tenga el aval del Gobierno y la
Universidad Central.
La nueva comisión deberÃa tener como meta el establecimiento
de medidas de protección del medio y condiciones racionales de
explotación. "Entre tanto, deberÃa suspenderse la
explotación".
Esto es algo que los 276 socios de la cooperativa parecen no
estar resueltos a aceptar. Según el presidente, VÃctor Soto,
no están dispuestos a relocalizarse en una zona no rentable.
Esa es la causa por la que 3 lugares alternativos propuestos
no fueron aceptados hasta ahora por ellos.
La presencia de los mineros en San Luis no es nueva, explica
Soto, quien afirma que la actividad fue redescubierta (pues en
tiempos prehispánicos sà existÃa) por miembros de su
organización en 1974, ocho años antes que la zona fuera
declarada parque nacional y, por lo tanto, prohibida para
realizar actividades de explotación minera.
Nuevamente surge la contradicción. Según Luis Medina,
funcionario del Inefan-Zamora, recién en 1985 una compañÃa
extranjera fue autorizada a explorar los yacimientos de la
zona.
A la larga, abandonó el sitio, no asà sus ex trabajadores,
quienes serÃan hoy los miembros de la cooperativa.
Al menos tres intentos gubernamentales por reubicar a los
mineros artesanales fracasaron. Hoy, ellos siguen buscando las
pepitas de oro que les da el sustento en esta área protegida.
Por ocho kilos de oro
Doscientos setenta y seis hombres viven del oro en un área
protegida. "San Luis es lo único que nos queda; el resto está
en manos de las transnacionales", según VÃctor Soto,
presidente de la cooperativa de mineros asentada en la zona.
Los mineros afirman tener un plan de impacto ambiental que
financiaron totalmente (con una inversión de diez millones),
"pero que nadie hizo caso". Entre tanto, obtienen en forma
artesanal de seis a ocho kilos mensuales de oro, mediante el
sistema de amalgamación, aunque utilizando retortas, una
especie de lámparas que teóricamente sirve para la
recuperación del mercurio. Según Soto, cada minero obtiene un
ingreso mensual promedio de 700.000 sucres.
Normalmente, se trabaja en turnos: alrededor de 90 mineros
laboran durante 22 dÃas; después son reemplazados por otro
grupo. El acceso es totalmente difÃcil: más de diez horas de
caminata desde Romerillos montaña hacia arriba.
Los guardaparques y el Ejército suelen vigilar la zona; para
evitar el paso, pero ellos se buscan modos para llegar. Aparte
están unos 60 cargadores, llamados muleros, aunque son ellos
mismos quienes cargan.
Cobran 1.500 sucres por cada libra de vÃveres que suben hasta
las minas. Hay quienes cargan hasta con 70 sobre su espalda.
La vida en las minas es infrahumana. Pequeñas chozas cubiertas
por plásticos y madera protegen el descanso de los mineros, en
medio de las permanentes lluvias. (Texto tomado de EL
COMERCIO)
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Explored
Publicado el 30/Julio/1997 | 00:00