AÑORANDO A LOS CENTAUROS, Por Daniel Samper Pizano

QUITO. 13.08.91. Desde que el último centauro me invitó a
apostar por él en el Hipódromo de Atenas, no he vuelto a
encontrar criaturas de su especie. Aquel bicho me juró
entonces que ganaría si arriesgaba mis ahorros a su número.
Pero aprendí que no hay que creer en palabras de centauro,
porque la falsedad del hombre altera la sinceridad del
caballo.

Aposté y perdí todo cuando lo descalificaron por dopaje. El
centauro alegaba que se estaba cometiendo una evidente
injusticia: él había consumido el jarabe para la tos como
hombre y, sin embargo, el análisis de orina se lo habían
pedido al caballo.

En el torrente de 457 litros que soltó la mitad de abajo del
centauro hallaron trazas descalificatorias de la codeína que
había tomado la mitad de arriba.

Supe luego que un centauro había llegado hasta las puertas del
rancho de Inodoro Pereyra Fontanarrosa, en la pampa. Al
principio la bestia no lo reconoció:

- Soy medio animal para fisonomías

-le confesó el centauro.

Inodoro entendió y lo dejó pasar de largo. Fue, quizás, la
última ocasión que tuvo el mundo de tomar la foto de un
centauro. Años atrás, un turista noruego había logrado
disparar su cámara dos veces cuando sorprendió a un centauro
nostálgico que tocaba "La carga de la caballería ligera" en el
piano de un bar de Milwaukee.

Estas fotos, que iban a ser la prueba definitiva de la
existencia del centauro, resultaron un fiasco: en la primera,
el noruego se limitó a tomar un encuadre de busto, y lo que se
vía era un tipo perfectamente normal que sonreía hacia la
cámara haciendo la V de la victoria.

En la segunda calculó bien el diafragma pero mal la velocidad,
y la mitad superior quedó movida; parecía la foto de un
caballo cuyo jinete estuviera bailando merengue.Los centauros
han ido desapareciendo.

Ya no los hay ni en la poesía colombiana, que tenía un
populoso establo de ellos. Pero no es culpa suya, sino de la
vida moderna. Los apartamentos son muy pequeños; si a uno le
regalan un centauro mañana, no tendría dónde acostarlo, y
mucho menos dónde ponerlo a pastar. Sería fatal para los
geranios.

Por otra parte, los caballos ya han pasado de moda: si nadie
necesita un caballo, muchísimo menos ha de necesitar medio
caballo. O un caballo con apoderado, que es en el fondo el
centauro.

Alguna vez quise averiguar sobre el mito de los centauros y me
contaron que eran hijos de Ixión, un rey lapita, y Néfele. No
lo sé. Eso ocurrió hace mucho tiempo. Quizás eran personajes
en la prensa en esa época y aparecían en La Meta, La Fusta y
otras revistas de la alta sociedad equina. Otra versión dice
que en realidad Ixión y Néfele no son los padres del primer
centauro, sino sus abuelos.

Según rumores, fue un hijo suyo el que se unió con una yegua
en el monte Pelión, y de allí vienen las criaturas esas. Poco
divertido debía ser el monte Pelión para que la gente acabara
haciendo semejantes barbaridades. Por lo demás, si fuera
verdad la historia, en cierto lugar de la Costa que conozca
habría nacido el barrauro y en determinada vereda de Boyacá el
gallinauro: mitad hombre y mitad gallina.He oído críticas
sobre el centauro.

Algunos lo consideran una alimaña repugnante, con sus cuatro
patas y sus dos brazos y la horrible corona de laurel que
suelen agregarle los escultores cursis. A mí no me parece tan
feo. Dados los ingredientes, creo que la naturaleza hizo lo
mejor que pudo.

Habría sido mucho peor un ser que tuviera la parte de arriba
de caballo y la de abajo de diputado a la asamblea o, incluso,
las dos partes de diputado. Piensen que también habría podido
resultar un centauro longitudinal: el costado derecho humano y
el izquierdo equino. La verdad es que basta con soltarle un
poco la rienda a la mente para entender que las posibilidades
de aberración eran muchas: mujer arriba y semental abajo...
yegua abajo y predicador evangelista arriba... corredor de
derby abajo y corredor de seguros arriba...

Entre otros desmanes, la mitología atribuye a los centauros el
haber convertido las bodas del lapita Piritoo en un desorden
digno de bailadero de Juanchito. El caso es que los
centauros fueron en un principio caballos de pura sangre y,
tras su primera reyerta con los lapitas, los dioses
resolvieron castigarlos y los volvieron mitad humanos. Después
los sancionaron del todo y los convirtieron por completo en
hombres. Por eso desaparecieron los centauros. Es que, en el
fondo, los hombres no somos más que centauros con graves
alteraciones teratogénicas.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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