¿DE MAMA, TARRO O VACA?
QUITO. 29.08.91. La importancia de la lactancia para madre e
hijo: La lactancia previene el cáncer al seno y puede servir
de anticonceptivo.
Hace unas pocas décadas, 25 o 30 años aproximadamente, empezó
una oleada comercial que puso en auge el consumo de leche de
tarro, las mujeres casi preferÃan retener su leche para
reemplazarla por la artificial. Hoy, nuevamente se
propagandiza el acto de amamantar, como una solución
nutricional, no solo biológica sino emocional y con beneficios
mutuos.
Tanto el hijo como la madre se benefician de la lactancia.
Para el primero, es un asombroso escudo de protección, el
alimento más completo y el ajuste perfecto para su organismo y
su necesidad emocional. Para la segunda, a más de un aliciente
psicológico, es un mecanismo para prevenir graves
enfermedades, tales como el cáncer de seno.
Además, en algunas mujeres, la lactancia produce el curioso
efecto de anticonceptivo, pues activa procesos hormonales que
cohiben la fertilidad.
Para ambos, es un gran medio de comunicación; a través de él
se proporcionan seguridad, confianza y afecto.
POR QUE NO OTRAS LECHES
Por muchas razones. Las otras leches se asemejan en su
composición a la leche humana, pero, de ninguna manera son su
equivalente; la de leche difiere en la cantidad de sus
elementos, y la de tarro en su calidad.
La leche de vaca está constituida según los requerimientos del
ternero, no del bebé; por lo tanto, sus proteÃnas, grasas y
demás elementos tenderán a que, en un mes, el ternero duplique
su peso, crecimiento que en el bebé se produce después de seis
meses.
Además, mientras que la leche de vaca prioriza este tipo de
crecimiento, la de humano está destinada a favorecer el
desarrollo cerebral; los seis primeros meses es la única etapa
de la vida del hombre en que las neuronas (células del sistema
nervioso) se reproducen, después nunca más lo harán.
Como este ejemplo, hay muchos más que relacionan directamente
la lactancia con el desarrollo normal y completo del niño en
esta importante etapa.
DIFICULTADES EN LA DIGESTION
Mientras que la leche humana es ingerida con mucha facilidad,
pues es compatible con la constitución nutritiva del niño, la
de vaca u otros desestabilizan el equilibrio del aparato
digestivo del bebé. El infante, en esa edad, no ha
desarrollado aún la capacidad de ingerir otro tipo de
alimentos, extraños al que le designó la naturaleza: la leche
de su madre.
Además, la leche de vaca contiene proteÃnas especiales para
facilitar la digestión en los varios estómagos del becerro, en
tanto que en el bebé provocan cóagulos duros y elásticos
difÃciles de digerir.
Los cientÃficos han comprobado que la mayorÃa de adultos que
padecen colitis ulcerosa fueron alimentados desde temprana
edad con nutrientes artificiales. Y asÃ, sucede con muchas
otras enfermedades.
Ante la mala reputación que se ha difundido en contra de la
leche de vaca y la de tarro, y con la esperanza de evitar
ciertas alergias, algunas madres han intentado suplir estas
con otros productos como leches de soya, o compuestos de
carne, éstos no solo que no evitan las alergias sino que son
muy inferiores nutricionalmente.
Además, la leche materna contiene un cúmulo de células
vivientes que cumplen una función de defensa ante las
enfermedades. La leche de su madre hace al bebé inmune de
muchas infecciones, de las que serÃa presa fácil si consumiera
otro tipo de leche.
Además, tanto el niño como la madre, se pierden del vagaje de
emociones a corto y largo plazo que proporciona la lactancia;
los estrechos contactos de este acto no pueden ser
reemplazados por otras formas de alimentación que compensan,
en parte, las necesidades orgánicas, pero no las psicológicas.
La leche materna es todo lo que necesita el bebé hasta que
alcance los seis meses de nacido, tiempo en el que estará
preparado para iniciar el consumo de alimentos sólidos, claro,
si su nacimiento fue normal.
Los niños prematuros o que nacieron en condiciones especiales
tienen necesidades diferentes, pero con respecto a la leche,
hasta en estos casos, nada mejor que la de la madre. Y asÃ,
cientos de razones más.
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Publicado el 29/Agosto/1991 | 00:00