Quito. 19 oct 99. Las explosiones del Guagua Pichincha fueron un
hermoso espectáculo que atrapó a los quiteños con las máscaras
guardadas. Los amparó la preparación, autoprotección y serenidad

Ante la evidencia de un incremento de la actividad del Guagua
Pichincha, el uno de octubre de 1998, el alcalde metropolitano
de Quito, Roque Sevilla, declaró la alerta amarilla. Los
habitantes de Quito, Lloa, Mindo, principalmente, nacionales y
extranjeros entraron en pánico.

No hubo la erupción y la gente empezó a especular una posible
relación política entre la alerta amarilla y la difícil situación
política del presidente Jamil Mahuad. Por esos días se declaraba
la primera gran huelga nacional. Después Sevilla explicó a
Vistazo que solo fue una alerta amarilla que implica la
elaboración de un plan de emergencia para enfrentar los efectos
de una posible erupción. La alerta naranja, en cambio, prevé la
evacuación de las zonas de alto riesgo, protección a los enfermos
y niños, adecuación de centros hospitalarios, refugios, etc.La
alerta roja se dicta el momento mismo de la erupción, con una
paralización total de toda actividad.

ALERTA NARANJA

En casi un año de alerta amarilla hubo cuatro períodos sísmicos
intensos pero la población de Quito ni se inmutó. Más bien le
sacó provecho a la curiosidad de los turistas por el volcán. Pero
el 26 de septiembre de 1999 empezó la lluvia de ceniza en Lloa,
Mindo y otras poblaciones del noroccidente, así como en Quito.
El domingo 26 de septiembre la actividad sísmica subió a dos y
tres sismos por minuto. Por ese motivo, el lunes 27, a las 19h30,
el Alcalde decretó la alerta naranja que reactivó el pánico.

Las autoridades pidieron tranquilidad porque la erupción podría
darse en días o semanas, sin embargo, hasta los incrédulos se
volcaron a las compras de los artículos recomendados para la
emergencia sobre los que cayó el peso de la especulación. Por
ejemplo, el atún, un supermercado importante subió su precio
entre el uno de septiembre de 1999 y uno de octubre, de 7.550 a
11.000 sucres, o sea, 46%. Las mascarillas pequeñas subieron de
octubre de 1998 a igual mes de 1999, de 300 sucres a 3.000
(900%).

Se determinaron los sitios para posibles albergues y se
suspendieron las clases. En su lugar, el Ministerio de Educación
en asocio con algunas radios, ensayó clases por radio con algunas
fallas. Alumnos de segundo curso, por ejemplo, recibieron clases
de tercer grado porque se equivocaron de casete.

La última recomendación fue que cada familia realice su plan de
contingencia.

A partir de ese momento empezó a notarse el protagonismo del
mandatario en este asunto. Se dedicó a observaciones aéreas de
los volcanes Guagua Pichincha y Tungurahua. En una conversación
privada que Vistazo pudo conocer por una persona presente, Mahuad
habría dicho que más que el Guagua le preocupaba el Tungurahua
que, según la historia, erupciona con lava que arrasa con los
poblados vecinos.

El lunes cuatro se suscitaron siete explosiones (contadas por el
fotógrafo de Vistazo ubicado al frente del volcán) desde las 5h30
hasta las 16h30, más 17 en la noche, según dato del Instituto de
Geofísica de la Escuela Politécnica. Sin embargo, ese lunes a las
18h40, el alcalde Sevilla sorprendió a todos. Retrocedió a la
alerta amarilla en Quito. Solo Lloa quedó con la alerta naranja.
El volcán le hizo notar que estaba equivocado. El martes cinco,
a las 14h09, hizo una tremenda explosión de ocho kilómetros de
altura que en minutos se estiró a 16 kilómetros. De inmediato,
el hongo se convirtió en una gigantesca nube de 70 kilómetros de
largo por 34 de ancho que empujada por el viento se dirigía hacia
el occidente, pero al llegar a una altura de 12 kilómetros
retrocedió al oriente y provocó la mayor lluvia de ceniza en
Quito.

EN LA BOCA DEL VOLCÁN

Un equipo de Vistazo vivió ese instante en el mismo volcán.
Terminaba una sesión gráfica en el cráter y una entrevista al
guardián Rodrigo Viracucha, cuando al iniciar el descenso hacia
la población de Lloa, sintió el estruendo similar al que produce
un avión grande el momento de su despegue. Del ruido, rompiendo
la neblina, surgió el hongo plomizo para trepar al cielo.

La lluvia de ceniza se intensificó. Empezó a incrustarse en el
pelo, en la ropa y a molestar los ojos, la nariz, la garganta.
Los prevenidos militares salvaron a los desprevenidos civiles
proporcionándoles pequeñas máscaras.

La nube cubría a Lloa. Por la Cruz Roja nos enteramos que empezó
a desparramarse en Quito. En La Libertad de Chillogallo hubo
algunos asfixiados y resolvimos perseguir a la nube. Desde la
altura del Panecillo la vimos sobre el centro de la ciudad,
confundida con el smog, extendiéndose cuan larga era, por el lado
occidental, hacia el norte. Continuamos persiguiéndola hasta las
17h30 de la tarde cuando notamos que la ciudad estaba gris. Pese
a ello, en un acto de imprudencia, el último avión se movía en
la pista del aeropuerto.

SORPRENDIDOS SIN PROTECCIÓN

Según el Alcalde, ese día el volcán lanzó un millón de toneladas,
de las cuales, 5.000 se depositaron en Quito. El resto se
esparció, según información satelital, hasta el sur de Colombia,
por el norte, y la provincia de Sucumbíos, por el oriente. Al
siguiente día, el jefe de Higiene Municipal calculó que las 1.200
toneladas de basura que se recogen diariamente en la capital se
quintuplicaron con la ceniza.

Para las autoridades, esta enorme evidencia física no tenía mayor
importancia. Según Hugo Yépez, director del Instituto de
Geofísica de la Escuela Politécnica, debía continuarse con la
alerta amarilla y con las labores normales, porque no había mayor
peligro. Sucederían otros eventos parecidos, pero por el viento,
la ceniza iría hacia el occidente. Se equivocó con los vientos
porque en los días sucesivos los quiteños volvieron a inhalar
ceniza, aunque en menor volumen. Y, el jueves siete, el Guagua
dio su mejor espectáculo colocando bajo el cielo azul intenso de
Quito un hongo blanquísimo, hermoso, de 20 kilómetros.

A medida que la lluvia de ceniza crecía, por instinto de
conservación los que podían emigraban hacia los valles. Fue por
autodisciplina, autoprotección y serenidad que ese día solo hubo
un accidente de tránsito con heridos por ofuscación, 15 personas
con problemas respiratorios, 19 con problemas visuales, dos
partos por susto, un anciano asmático muerto por sobredosis de
polvo-ceniza y 2.900 llamadas al 911 (datos de hospitales y el
911).

Al siguiente día hubo otro muerto por caída mientras limpiaba su
techo y más de 40 contusos por el mismo motivo. La cadena de
personas con problemas respiratorios aumentó en los días
posteriores pese a que ya habían tomado medidas de protección.

La contraparte positiva fue que por las oportunas medidas de
seguridad y protección, nunca se interrumpieron los servicios
básicos, se atendió bien a los refugiados de Lloa y los casos de
emergencia.

El Alcalde hizo buena prevención pero falló en las explosiones.
Tuvo incomunicada a la población. (Texto tomado de La Revista
Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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