Quito. 07.06.94. Al concluir la década de los ochenta
presenciamos, entre extasiados y confundidos, el triunfo
norteamericano en la "guerra fría". El cual -por lo pronto- lejos
de dar paso a un nuevo esquema universal ordenado, gesta
insospechadas situaciones de desorden.

Si bien el fin de la esta guerra alejó el riesgo de una
confrontación nuclear, recreó las condiciones para que se vuelva
con mayor facilidad a la "política de las cañoneras" y desató
aquellos nudos que ahogaban reprimidas expresiones nacionalistas.
La invasión a Panamá en 1989 y la misma guerra contra Irak en
1991 son apenas una muestra de la primera afirmación. Y el
sangriento enfrentamiento de las repúblicas yugoslavas en el
corazón de Europa, ejemplifica la segunda.

¿Hacia un nuevo des-orden mundial?

Por ahora la desaparición del equilibrio bipolar, que saltó en
pedazos por el derrumbe del imperio soviético, generó un vacio de
poder que fue llenado en términos amplios por Occidente.

Aparentemente hay un predominio unipolar. Los Estados Unidos son
indiscutiblemente la única potencia con alcance mundial. Pero su
economía no sostendrá por tiempo indefinido el costo de este
esfuerzo geopolítico sin producir ajustes profundos en su
interior. Y, más temprano que tarde, este país, que ha expresado
su predisposición para "dar forma al futuro" del mundo, transará
en la práctica una suerte de hegemonía compartida con las otras
grandes potencias económicas y con el inmenso poder del capital
transnacional. Lo cual no abona necesaria y mecánicamente en
favor de un organizado trilateralismo o Triada -Norte América,
Europa y Asia Oriental-, que todavía es una posibilidad plagada
de incertidumbres.

Por lo tanto, hay que conocer las circunstancias de la economía
mundial en la que se desenvuelven estas potencias, que es, en
definitiva, la que alimenta sus acciones y reacciones. Dentro de
este escenario identifiquemos las características del capitalismo
que, como afirma uno de los mayores expertos en economía
histórica, Immanuel Wallerstein, "es, ante todo y sobre todo, un
sistema social histórico". Cuya lógica refleja los
acontecimientos -no todos claramente perceptibles- del presente
proceso global de transformaciones.

La globalización de los fenómenos económicos, sociales y aún
políticos se autoalimenta y se contradice. Mientras por un lado
se liberaliza el mercado mundial, por otro se consolidan los
proceso de regionalización o "bloquización", que limitan hacia el
exterior el libre comercio, al tiempo que de alguna manera lo
facilitan internamente. Pensemos en las tribulaciones de nuestro
banano...

En este contexto, cabría preguntarse si se está contruyendo un
mundo segmentado en enormes bloques en pugna o, por el contrario,
existe a nivel internacional una interacción dialéctica de
conflictos y convergencias entre estos grandes procesos
contemporáneos. Respondamos afirmativamente esta doble inquietud:
los bloques compiten por el liderazgo mundial, pero
simultáneamente tienen múltiples entrelazamientos financieros,
tecnológicos y hasta comerciales. Homogeneización y comunidad de
intereses políticos que, sin embargo, no puede obviar las
contradicciones entre ellos y en ellos.

A esta nueva etapa de desarrollo del capitalismo corresponden
nuevas forma de organización. Pero que aún resultan difícil
definir, en tanto estarían cambiando los mecanismos de reparto y
control del mundo con una serie de alianzas que pueden desembocar
en un nuevo y remozado equilibrio de fuerzas y también en nuevas
-pero por lo pronto- desconocidas contradicciones.

La desmaterialización de la produccción

Para entender lo que sucede, rompamos con aquellos esquemas
cortoplacistas que desvanecen el futuro, pero sin llegar a
encasillar todos los hechos recientes en una nueva camisa de
fuerza paradigmática.

Por ejemplo, resulta interesante conocer los orígenes y las
causas profundas de aquel proceso de "desmaterialización y
desenergización del producto mundial", que se refleja en "una
clara y marcada tendencia a una menor utilización de materias
primas y energía por cada unidad de producto", como afirman en un
trabajo preliminar OLADE, CEPAL y GTZ.

En estas circunstancias, rescatemos el origen y el significado
socioeconómico de la revolución tecnológica que se gesta desde
hace un tiempo atrás y más aún sus proyecciones. Y recordemos
que, "como siempre, no fue la inventiva humana la que modificó
las actitudes de la sociedad, sino una radical transformación de
las bases materiales sobre las que descansaba la sociedad misma",
al decir del italiano Zorzoli, autor de un libro que sintetiza
"El dilema energético".

En esa línea de reflexión, a nosotros nos interesa "el principio
básico del movimiento del capitalismo: la innovación y su
difusión que dan lugar a procesos masivos de acumulación en la
fase de auge y luego a un prolongado período de
recesión-depresión, cuando se agota el proceso. En ello -para
Jürgen Schuldt- radica la dinámica capitalista, así como su
evolución cíclica y destructiva-creativa, en espirales
ascendentes en términos económicos".

Así se desprende que el flujo de desmaterialización es parte de
una innovación destructiva que deja obsoletas inversiones
productivas realizadas anteriormente y que por hoy reduce el
aporte de materias primas en los productos finales.

Además, la historia -vista desde las ondas largas del gran
interpretador de la evolución del capitalismo, Nicolai
Kontratiev- nos permite sacar algunas conclusiones sobre la
disponibilidad de capital en los mercados internacionales: en las
fases de auge predomina el capital invertido productivamente,
mientras que en las fases depresivas tienen un peso mayor las
inversiones financieras.

En este momento más que tratar de identificar en qué fase de la
onda larga nos hallamos, lo que necesitamos es identificar cuál
es el eje o los ejes tecnológicos dominantes. Al parecer la
microelectrónica y la biotecnología desempeñan un papel central.
De igual manera habrá que incluir el aprovechamiento de energía
cada vez más "inteligente".

Todo lo cual también es una manifestación importante de aquel
fenómeno cada vez más extendido de la producción "justo a
tiempo", que está revolucionando los sistemas de comercialización
y que comprime los períodos de producción; compresión factible a
su vez por los cambios mencionados.

Así, no sorprende que estemos transitando de sistema de
producción en masa (fordismo) a otros caracterizados por una
mayor flexibilidad. Con lo cual, en términos prácticos observamos
como las maquinarias unifuncionales ceden espacio a equipos
multifuncionales y cada vez más dinámicos. Una de las
características de la nueva era tecnológica, como describe
Wolgang Schmidt, una alemán profundamente ecuatorianizado,
radicaría en la posibilidad de "estandarizar lo necesario, sin
perjuicio de flexibilizar la producción. (7A)
EXPLORED
en Autor: Alberto Acosta - Ciudad N/D

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