Con creciente nerviosismo reaccionan los dolarizadores. La cosa no marcha como ellos esperaban.
El sacrificio de la moneda nacional no trajo los frutos anhelados. La inflación se mantiene elevada, las tasas de interés no bajan, la reactivación sufre tropiezos. Y no solo eso, los decrecientes flujos externos podrÃan estrangular el aparato productivo.
La alta inflación sirvió de mecanismo para redistribuir aún más el ingreso de los pobres a los ricos, por lo que ahora la desaceleración del producto y de los precios responde también al menor poder adquisitivo de las mayorÃas: la inflación afectó más a los pobres que a los grupos acomodados en un 9% en el 2000 y en un 25% en el 2001. Los sectores que se gastaron los ahorros o que utilizaron los recursos descongelados de la banca, ahora financian los gastos a través de su ingreso corriente. Al explosivo déficit comercial se suma un creciente desbalance en la cuenta corriente, anticipando un mayor debilitamiento de la economÃa por el deterioro de sus bases competitivas, sobre todo por la dolarización. En este punto aflora el incremento en más de 100% de la deuda externa privada, en su mayorÃa de corto plazo, que saltó de $2 239 millones en enero del 2001 a $4 528 millones en junio del 2002. Con lo cual, aún cuando la deuda externa pública no ha subido, aumenta la fragilidad externa. Y para colmo, la tendencia creciente que caracterizó a las remesas, quealcanzaron los $386 millones en el segundo trimestre del 2001, empieza a declinar, llegando a $325 millones en el primer trimestre del presente año.
Estas informaciones deberÃan ser motivo de reflexión.
No se afirma que todos los problemas los provocó la dolarización. Pero es un hecho real que la economÃa, a pesar de que aparezca como relativamente estable, está cada vez más frágil y vulnerable por la dolarización.
Leer esas cifras y proponer soluciones, como la de preparar a tiempo una salida ordenada de la dolarización, no es producto de aberración ideológica alguna.
Como es evidente para cualquier economista, más aún en presencia de expectativas racionales, es esencial ser responsable cuando se hacen afirmaciones y, en especial, pronósticos que deberÃan estar basados en sustentos sólidos, sean teóricos o empÃricos. Por eso es lamentable que, en lugar de abrir la puerta para el diálogo, los dolarizadores traten de apuntalar su esquema cambiario desenvainando nuevamente la cimitarra del terrorismo económico, llegando incluso a amenazar con el caos y hasta con la guerra civil si se sale de la trampa cambiaria. Inaudito. Para imponer la dolarización se recurrió al terrorismo. Se llegó incluso a mentir diciendo que habÃa hiperinflación y se asustó a la gente afirmando que sin dolarización se desembocarÃa en una vorágine hiperinflacionaria. Hoy, para sostener lo insostenible, seguramente por temor a un debate de argumentos, recurren a las mismas artimañas. Y quién sabe si en poco tiempo, cuando la dolarización fallezca, aseverarán que a ella no se le dio la oportunidad para que funcione, pues como buenos fundamentalistas asegurarán que faltaron reformas y, no lo dudo, ya asomará algún aprendiz de biólogo que dirá que los cangrejos se comieron la dolarización.
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Explored
Autor: Alberto Acosta - Ciudad Quito
Publicado el 14/Agosto/2002 | 00:00