Jorge Luis Borges no habría sido indiferente al hecho de que, como el protagonista de uno de sus más conocidos cuentos, se llamara Funes el político que, el pasado jueves, encabezó la oposición a que una calle de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, la "325 bis", cambiara la designación numérica por el nombre del famoso escritor argentino. La concejala que preside la comisión de cultura había propuesto rebautizar la calle, en un homenaje local al escritor argentino más universal. No obstante, la mayoría de los ediles justicialistas del centroizquierdista Frepaso y de Polo Obrero negaron el cambio y prefirieron que continuara como "325 bis".
El narrador del cuento Funes, el memorioso supone que para el personaje, desde su remota estancia en la Banda Oriental, él, un bonaerense, podía ser tachado, despectivamente, de literato, cajetilla, porteño... Funes, el concejal, encontró para Borges un calificativo más grueso, el de "gorila". "No podía ser de agrado del peronismo -sentenció- bautizar la calle con el nombre de Jorge Luis Borges por la actitud política del escritor y porque siempre nos fue adverso..."
Esa historia, que recogió el viernes La Nación, me impresiona como una señal anecdótica de la torpeza, parroquialismo y pobrísima calidad de los políticos que representan a la mayoría de ciudadanos: algunos de los ediles se refirieron a "José Luis" en el debate, es decir, ni siquiera sabían bien el nombre por cuyo cambio debían votar.
Después del reconocimiento mundial del genio de Borges, ¿qué peso tienen algunas de sus escandalosas declaraciones políticas, más cerca del humor de un anarquista a tiempo completo que de cualquier seriota figura pública? La aversión contra Perón y "su muñeca rubia", como trata a Eva Duarte en alguna página, fue auténtica; pero, a estas alturas de los tiempos, ¿no es una tontería esgrimirla como argumento para negar un homenaje minúsculo a una personalidad que honra más a su país que Perón, Evita y el peronismo?
La baja calidad de muchos políticos no es mal exclusivo de Quilmes, de Buenos Aires, de Argentina, ni tampoco un azote solo reciente. Bien supo el propio Borges, y muy tempranamente, de la condición del peronismo cuando, después de que el líder populista llegó al poder, cambiaron su puesto de bibliotecario por el destino de inspector de aves en los mercados.
Para quienes examinan la crisis argentina, los políticos cargan con la responsabilidad mayor en ella. Mientras la mayoría de los argentinos se halla en aprietos, Carlos Saúl Menem, según se denunció hace poco, posee una cuenta bancaria en Suiza, con la bicoca de $6 millones. A esta se debe agregar otra, de $600 000, de la cual admitió ser titular el ex presidente, después de haberlo negado varias veces.
Es terrible pensar que, a pesar de todo, el banal y corrupto Menem podría tener grandes opciones de ganar una nueva elección presidencial. Si así fuera, habría que reconocer algo de verdad en la broma borgesiana de aseverar que la democracia es un error de las estadísticas. Al fin y al cabo, si la mayoría de políticos tiene la culpa de la crisis, la responsabilidad es también de los ciudadanos que los eligen. Parece oportuno recordarlo, cuando Ecuador inicia un nuevo proceso electoral.