Pronto no habrá quién pregunte ni la hora a la Democracia Popular. Tienen inteligente y buena gente entre sus filas. Hombres y mujeres de gran honradez y capacidad intelectual. Pero la verdad es que, al menos como organización política, ya son pocos los que les creen. Veamos antecedentes.
La Democracia Popular tuvo su matriz en el Partido Demócrata Cristiano, que apareció el 9 de octubre de 1964 en Guayaquil, y en Cuenca, el 3 de noviembre del mismo año. Los impulsores del mismo fueron algunos jóvenes socialcristianos como los señores Juan Pablo Moncagatta, Osvaldo Hurtado Larrea, Fernando Ordoñez Villacreses, José R. Sáenz. Varios de ellos habían sido becados por el PSC al Ifedec, Instituto de Formación de Caracas, y tras la Asamblea Nacional socialcristiana de 3 y 4 de abril de 1964, como a las ocho de la noche, salieron del local del Pasaje Amador para materializar la decisión de abandonar el socialcristianismo. Así nació el PDC. Luego se transformó y consolidó como Democracia Popular, con la presencia de otros ex miembros de varios partidos, como los ex conservadores Julio C. Trujillo, Wilfrido Lucero, etc.
Para 1993, la Democracia Popular cambió radicalmente, y nada menos que de ideas y doctrina. Reunió un Congreso Ideológico, que suprimió las tesis comunitarias, dando un retro que rompió la caja de cambios y provocó un ruido que llegó hasta la Patagonia. Desde la época inicial del PDC, hasta muchos años después, sus prohombres habían pugnado por declararse miembros natos del centro izquierda. Mal paga el diablo a sus devotos, porque en 1998 Mahuad buscó, en el célebre ‘desayunazo’ con Febres Cordero y Nebot, el apoyo de la detestada derecha, que, a su vez, ayudó decisivamente para que Hurtado fuera presidente de la Constituyente. Poco duró la compañía. Ahora la DP, entre malabares que harían la envidia del más experto funambulista, va, en cosa de días u horas, de la Ceca a la Meca y de un extremo a otro de la política, nada menos que en pos de ‘una posadita’ en la que pueda reposar sus cansados y adoloridos pies.
La erranza y el cruel dolor son obvias consecuencias de haber sido el partido del gobierno de Mahuad. Valga la pena mencionar que, a la caída de Jamil, todos se declararon inocentes de los presuntos errores y, por supuesto, asesores no escuchados. Otros, tal vez los más, usaron el clásico ‘Si le hemos conocido, no nos acordamos’. Por último, la DP se ha quedado en el inexistente limbo, tras la desafiliación de Hurtado y el éxodo de muchos notables. Argumentando razones ‘de la tendencia’, parecía que recientemente se iban con el socialcristianismo; pero sorpresivamente se acordaron de otra tendencia y de sus coincidencias ‘programáticas’ con el socialismo. Una retórica más o menos copiada de las formas y hechuras de Hurtado y Mahuad, más una agilidad notable para emigrar de Herodes a Pilatos, son las características que le han quedado a la Democracia Popular, árbol de importante talla en la vida nacional, del que, por desgracia, han caído, sistemáticamente, las más notables flores y frutos, hasta que el tronco quedó solo, allá en el pelado lomerío, enteco y liso, para evocar, como dedo admonitorio, el recuerdo de mejores días.
EXPLORED
en Autor: Marco Lara - [email protected] Ciudad Quito

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