Entre los personajes elegidos como los más sobresalientes del año 1996 por la revista Semana de Colombia, figuraba el entonces ministro del Interior de Ernesto Samper, Horacio Serpa, âquien concentró ese año la admiración o el odio de los colombianosâ, Shakira, âla niña de Barranquillaâ, y el gobernador de Antioquia, Alvaro Uribe Vélez. La razón: aparecer ya como el lÃder de la nueva derecha e incluso perfilarse como seria alternativa presidencial. Sus méritos: los que aplaude, en un principio, la clase dirigente y luego, por misteriosas redes de comunicación, terminan asimilando como propios los sectores medios, pero sobre todo los millones de votantes que respiran al mismo ritmo del elegido. Verticalidad de convicciones y rigidez de carácter, como señala el reportaje de hace ya seis años. Es decir, lo que un paÃs inestable siempre termina por reclamar: la figura de un caudillo, no importa quiénes en realidad sean los promotores de la inestabilidad. Ãlvaro Uribe, como gobernador de Antioquia escogió el orden como prioridad. Es decir, el enfrentamiento con las FARC. Alguien podrÃa decir que los actores de la crisis colombiana no son exclusivamente las FARC. Que son también, en orden de antigüedad en la historia colombiana, los polÃticos corruptos que, por cierto, no necesitan de la cocaÃna, los narcotraficantes y esa especie de guardia blanca contratada, con los mismos atributos de crueldad que las guerrillas, las famosas autodefensas. Porque la crisis colombiana no comienza en la década de los 80 con el lÃo de los carteles, ni se soluciona con una especie de Pinochet a caballo sobre una democracia escuálida. Lo que se necesita es un estadista y no un militar. No es una guerra de buenos y malos vestidos con trajes camuflados de pelÃcula gringa al ritmo de vallenatos. Por cierto, los próceres de la Independencia fueron estadistas y, además, brillantes militares, aparte de otras cualidades.
El 15 de septiembre de 1996, quinientos guerrilleros de las FARC tomaron la carretera al mar a la altura del Túnel de La Llorona, en Antioquia. Fueron varios dÃas de lucha y, por lo agreste del terreno, intervino la Fuerza Aérea para desalojar a los combatientes de las FARC. El Comité Internacional de la Cruz Roja solicitó una tregua para comunidades indÃgenas atrapadas en el combate. La respuesta de Uribe Vélez fue ejemplar: âLa solicitud de la Cruz Roja de suspender las operaciones militares no es posible porque comprendemos que, detrás de la bondad del organismo, se escuda la mala fe de la guerrilla, que ahora quiere simplemente valerse de un sector inocente de la población civil para poder evitar las operaciones de la Fuerza Pública y fugarse de la regiónâ.
Los partidarios de Uribe alegan que más que un caudillo, es un gerente, como reclaman estos tiempos de libre mercado y de globalización. Un lÃder, o como dicen los manuales de consumo popular en ese francés pronunciado a la gringa entrepreneur. Ascético y mÃstico a la vez. y trabajador insaciable, que quiere reformar al Estado colombiano. Sabe que tiene dos guerras por librar y las ha comenzado ya . La una, devolviendo a las guerrillas su bautizo de la toma de posesión con la Fuerza Aérea. La otra, proponiendo una reforma del estado vÃa referéndum. Qué logre en la segunda determinará hasta dónde pueda llegar con la primera.