Quito. 10 ene 97. Entramos al 97 con
expectativas pesimistas, rodeados de
desconfianza y preocupación a pesar de
que, luego de la farra de los 100 días,
pareciera surgir el deseo, impuesto o
no, de cambiar la imagen del gobierno.
La guatita y las pachangas futbolísticas
han desaparecido del escenario, las
declaraciones oficiales parecen más
prudentes y hasta las palabras del
presidente surgen moduladas y pausadas.
Los ministros y demás funcionarios dejan
de ocuparse de la prensa nacional, salvo
uno que otro envenenado, y el anhelo de
protagonismo ha disminuido sensiblemente.
Lo dicho, hechos claros y tangibles,
procurarían un ambiente más sensato para
la conducción del país, el mismo que
debió surgir desde el primer día del
régimen pero que, lamentablemente, lo
que primó fue la abusiva y preponderante
naturalidad de sus actores lesionando
gravemente la armonía, la delicadeza, la
honra y la seguridad jurídica de los
ciudadanos.

Sin embargo, se cierra un año y empieza
otro con un gobierno honda e increíblemente
deteriorado, gastado, que trata a toda
costa de imponer un paquete de reformas
tributarias orientadas a subsanar el
déficit de la proforma presupuestaria de
1997 que, paradójicamente, fue enviada
desfinanciada por el mismo Ejecutivo y con
una partida de "imprevistos" de varios
cientos de miles de millones de sucres para
exclusivo control del presidente. Es decir,
con un presupuesto deficitario, populista y
dilapidador, con demagógicos e imprevistos
gastos presidenciales se pretende justificar
el garrotazo impositivo y asfixiante al
pueblo ecuatoriano. Todo esto con la
connivencia de un bloque parlamentario
oficialista que domina el Plenario y de un
presidente del Congreso que les concedió
este entorno para hacer valer
mayoritariamente sus votos. Solo por la
presión de la oposición política y de la
opinión pública, también de la publicada
(según diferencia oficial), es que nuestro
"Manolete" convoca a Congreso
extraordinario y el gobierno se ve obligado
a retirar su malhadado proyecto ante el
inminente rechazo. Obviamente el tema no
terminará ahí, la venganza es mía, dijo el
señor presidente, y por la derrota sufrida
nos prepara un paquetazo en serio. Además,
el ministro de energía no se queda atrás
y amenaza con el alza de tarifas eléctricas
y del gas, sin perjuicio de lo que el
Congreso diga o haga.

El Ejecutivo cerró el año con una derrota
política en un país desconfiado,
desmoralizado e incrédulo y con cuadros
oficiales gastados. El deterioro es
evidente, unir fuerzas con el gobierno a
escasos cuatro meses de gestión ya es
mala palabra. ¿Qué debe hacer?, pues
madurar, reflexionar, ceder, consensar y
reemplazar, verbos que a lo mejor no
constan en el diccionario oficial pero sí
en el glosario del sentido común. Madurar
para entender que el Ecuador no es una
hacienda cuya propiedad puede ser
repartida entre una gallada y que la
resistencia cumple un deber moral.
Reflexionar pensando que el Ecuador
necesita de una transformación profunda,
pero no a lo bruto ni buscando un mero de
grupillos en el poder real. Ceder en aras
del país, ceder sinceramente y desistir
de medidas y políticas oficiales que no
tienen apoyo, buscando el mayor consenso
posible y reemplazar, sí, reemplazar a
ministros y funcionarios quemados,
gastados, algunos de ellos señalados y
que, una vez terminada la farra, no
sirven ni como bufones para el régimen.

La oposición política está formada y
organizada, ya dio muestras de eficacia
en la arena que el gobierno escogió y
los derrotaron, sin perjuicio de los
favores taurinos que les concedieron.
Pero lo importante no es la derrota o el
triunfo político, hay que pensar en el
país y mal haría el régimen en pretender
continuar con el mismo esquema,
insistiendo en su demagógico y asfixiante
proyecto y tratando de doblegar a los
bloques parlamentarios opositores con
paga o temor. Tenaz no es lo mismo que
tozudo, lo primero es una virtud en el
ser humano lo segundo es característica
del tonto, del imprudente, del necio,
continuar en el mismo esquema es reventar
al país y a su gente. La historia la
escriben los triunfadores y el régimen
ya ha redactado cuatro meses de la suya,
si continúan con el mismo estilo quién
sabe si alcanzan a escuchar el resto
del cuento, no digamos a escribirlo.
(FUENTE: REVISTA VISTAZO N. 705)
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