Quito. 21 nov 97. El Ministerio de Gobierno promueve un
producto medicinal que aún no tiene aval internacional. El
inventor lo defiende, pero no da pruebas de su efectividad.

Un extracto vegetal producido por el médico Edwin Cevallos
desata un inusitado interés oficial y al mismo tiempo gran
escepticismo de la comunidad médica. Se trata de un líquido
café denominado Modulador Biológico de la Respuesta Inmune
(MBRI) que serviría para detener el avance de las más graves
enfermedades del siglo, el SIDA y el cáncer.

Los supuestos beneficios del producto se difunden desde hace
varios meses en una campaña promovida desde el Ministerio de
Gobierno que incluyó un simposio internacional realizado el 13
y 14 de noviembre con el fin de efectuar el "lanzamiento
internacional" del "descubrimiento".

En la inauguración, el ministro de Gobierno, César Verduga
señaló que "hay una apuesta a que el Estado asuma la
responsabilidad de colaborar en la investigación y la
promoción internacional del descubrimiento". No precisó en qué
consistiría el apoyo.

Varias instituciones prestaron su nombre en la promoción de la
reunión: el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de
Comercio Exterior, la Asociación Latinoamericana de Derechos
Humanos, la Fundación para la Ciencia y Tecnología, el
Hospital General de las Fuerzas Armadas, la Pontificia
Universidad Católica del Ecuador, la Universidad Central, la
Universidad de Guayaquil y la Universidad de Cuenca. La
Academia Ecuatoriana de Medicina declinó avalar el evento en
respuesta a una solicitud firmada por el acupunturista Oscar
Bonilla, como asesor del Ministro de Gobierno en materia de
salud. La razón fue que sus estatutos tienen reglas muy
estrictas para otorgamiento de este tipo de respaldo.

Según Cevallos, el BIRM se obtiene por un método secreto de
una planta de uso tradicional que crece en la Amazonia
ecuatoriana llamada dulcamara. Es elaborado solo por él en su
fábrica privada, en cantidades que dependen de la
disponibilidad de la planta y de la demanda de los pacientes.
El médico no cultiva el vegetal y afirmó desconocer si es
posible hacerlo.

El extracto se ha administrado, según Cevallos, a unos 250
pacientes extranjeros de cuyas historias clínicas no dispone,
según comprobó este Diario en una entrevista. Lo que sí
muestra son algunas copias de certificados de laboratorios
también del exterior que indican que han aumentado la cantidad
de linfocitos T4 (elementos del sistema de defensa del
organismo) en algunos enfermos. Los pacientes no se curan,
reconoce Cevallos, sino que mejora su estado general antes de
fallecer.

En un resumen de cuatro hojas, el Ministerio de Gobierno
presentó al extracto como producto de una "investigación
científica". Para conocer su opinión, este Diario entregó ese
resumen a tres especialistas de distintas ramas: Frank
Weilbauer, hematólogo de la Cruz Roja, Jacinto Vargas,
inmunólogo del Hospital Andrade Marín, y Fernando Sempértegui,
microbiólogo; ellos coincidieron en que falta un respaldo
científico a la información.

"Todo hace pensar que debe realizarse una investigación más
extensa, controlada y planificada, para comprobar el efecto",
señala Weilbauer, quien agrega que "hasta tanto no debería
emplearse con pacientes."

Sempértegui, quien ha participado en el proyecto internacional
de evaluación de la vacuna antimalaria, destacó que en la
información no se menciona que algún hallazgo haya sido
comunicado a la comunidad científica nacional o internacional.
Se afirma que se hicieron análisis en institutos del
extranjero pero no se señala cuáles y qué asociación existió
para la investigación, ni quién es el científico principal.

Pero la mayor debilidad del producto es, para los consultados,
que a cada uno de sus componentes se le adjudica una función
contra el virus del SIDA sin ninguna prueba. Se afirma que
inhibe la transcriptasa reversa y la proteasa, propiedades de
los medicamentos que con más dificultades han conseguido los
científicos y se probaron con los métodos más desarrollados de
la ciencia molecular. Incluso se afirma que impide que el
virus se pegue a las células, que es lo más buscado,
actualmente, por los investigadores en el mundo.

"Como nada de esto se ha probado, resulta una especie de
producto mágico y temo que si después de dos años la ciencia
descubre otra propiedad, también se le va a adjudicar al
MBRI", dijo Sempértegui.

A todos llamó la atención el hecho, pero Vargas reclamó
enfáticamente que este asunto lo maneje el Ministerio de
Gobierno. "Es un organismo al que no le corresponde". El
cuestiona muchos aspectos de la información que "utiliza
terminología científica vaciándole el contenido". Por ejemplo,
Cevallos afirma que su producto es un azúcar de bajo peso
molecular. Pero Vargas le refuta porque "para que el sistema
de defensas del organismo reaccione se necesitan proteínas, no
hidratos de carbono. El sistema inmune es conocido por la
ciencia, no reacciona a voluntad de nadie".

Cuando se solicitó a Cevallos la documentación que respalde
sus afirmaciones, él no disponía más que de copias de
certificados de algunas pruebas aisladas. El dijo que los
costos de laboratorio son muy altos y no hay disponibles en el
país.

Muchos pacientes sí creen

Pese a la serie de dudas que manifestaron los expertos, la
imagen positiva que ha logrado el MBRI en algunos círculos que
orientan a los contagiados es notoria. Orlando Montoya, de la
Fundación Ecuatoriana de Ayuda y Educación y Prevención del
SIDA, señaló que se cree que productos como el de Cevallos
serían aplicables en el tratamiento.

El conoce que en Colombia algunas personas han dejado de tomar
antivirales para dedicarse a este tratamiento y han constatado
que contribuye al mejoramiento de las condiciones generales.

Frente a esto, Sempértegui manifestó que la eficacia de un
medicamento no se puede basar en referencias anecdóticas, sino
en seguimientos sistemáticos que permitan decir qué porcentaje
de pacientes tuvo el supuesto beneficio, en cuánto falló, en
qué consistió y cuánto duró. Al ser el SIDA la pandemia del
siglo, hay que manejar el tema con enorme prudencia, porque el
paciente terminal puede ser muy susceptible a cualquier
esperanza que se le ofrezca.

Montoya dejó constancia de la necesidad de que la medicina
alternativa juegue un papel importante para mejorar la calidad
de vida de los pacientes. El debate evidencia la búsqueda de
opciones distintas a las que ofrece la industria farmacéutica
que tiene costos tan elevados que no están al alcance de ellos
en el mundo pobre. Un tratamiento con virisidas cuesta unos
10.000 dólares al año. El de Cevallos, 3 mil.

Para todo medicamento

Las primeras pruebas * La bondad de un producto se observa en
un estudio sistemático de la etnobotánica, no por casualidad.
De ahí, se pasa a la caracterización físico química de la
sustancia.

En animales * Luego se hace ensayos biológicos para ver cómo
se comporta en modelos animales y, solo ahí, se realizan
pruebas de seguridad y eficacia.

En humanos * Seguidamente, se realizan estudios controlados en
un grupo pequeño de pacientes voluntarios seleccionados
rigurosamente. Ellos comparten algunos rasgos similares como
edad, evolución del problema y experiencia con tratamientos.

Las ventajas * Los resultados se deben comparar al menos con
los productos que se están aplicando al momento para la
enfermedad. En todo esto, el investigador no puede ser juez y
parte sino que tiene la supervisión de un comité de ética.
(Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
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