ROSA PULLA: LA MANTENEDORA DEL PASE DEL NIÑO. Por Susana
Klinkicht

Cuenca. 01.11.92. Todo el mundo en Cuenca la conoce o por lo
menos sabe exactamente quien es. Ella, a su vez, ha tenido
oportunidad de tratar a todos los alcaldes, prefectos, jefes
policiales y militares, obispos y demás autoridades de la
provincia de las últimas tres décadas. Es Rosa Esther Pulla,
nacida en el barrio de San Sebastián, hace 70 años. Desde hace
21 años organiza el pase del niño, que se realiza todos los 24
de diciembre.

Existen muchas de estas procesiones navideñas en el Azuay y
otras regiones del país. Susana González las ha descrito con
detalle en su libro sobre el tema. Pero el "Pase del Niño
Viajero", llamado así porque en los años sesenta el sacerdote
Miguel Cordero llevó la imagen de Jesús Recién Nacido a Roma y
la Tierra Santa, es el más largo y más rico en carros
alegóricos, vistosos trajes típicos, caballos adornados con
frutas, panes, chancho hornado, gallinas, bebidas alcohólicas,
conservas, cigarrillos, caramelos y toda clase de ofrendas.

Rosa Pulla heredó de su madre el trabajo de mantener viva esta
tradición. Y es un trabajo muy duro. Mientras el resto de la
población aún no encuentra tiempo de pensar siquiera en
Navidad, ella dedica desde junio toda su atención a los
preparativos de la fiesta.

Sin su poder de convencimiento, fundamentado en la fe y en una
especial vocación de servicio al Niño Jesús, pero también en
la costumbre que obliga a la persona que recibe un "agrado" a
devolver la gentileza con un favor, el Pase del Niño, con toda
seguridad, sería otra de las tradiciones a punto de
extinguirse. Cargada de fundas de pan hecho en casa -su madre
era panadera-, botellas de aguardiente y caramelos, Rosa Pulla
recorre los fines de semana las poblaciones de Azuay, Cañar e
inclusive Morona Santiago, invitando a las personas a que
participen con los niños en la procesión. Les alienta a
vestirlos con los trajes típicos de la propia región o de
otros lugares, a disfrazarlos de ángeles, reyes o danzantes y
a adornar los caballos y los carros alegóricos. Su máxima
aspiración es reunir un elevado número de personas que
"saquen" a los hijos pequeños de "mayorales", la figura más
llamativa del pase, ataviada con un traje elaborado
especialmente para la fecha con bordados en materiales
luminosos, y montada en un caballo ostentosamente adornado.

Es respaldada en su empeño por familiares y amigas, las
"principales", pero sobre todo por el sacerdote César Cordero,
que a su vez heredó esta misión de Miguel Cordero. A través
del canal local de televisión y en la homilia de los domingos.
César Cordero llama a los feligreses a participar en el pase,
contribuye con su vehículo para la movilización de la
organizadora, dona castillos, globos y cohetes, y administra
el dinero recogido en bancos, oficinas y almacenes para pagar
parte de los gastos. Pero también constituye un respaldo moral
frente al escepticismo que, según se desprende de las
declaraciones de Rosa Pulla, siente el actual obispo de
Cuenca, Monseñor Luis Alberto Luna Tobar, respecto a esta
singular manifestación de fe.

Mientras da forma a grandes cantidades de masa de pan,
primero, y luego junto a la imagen del Niño Viajero en el piso
alto de su humilde vivienda, la mantenedora de la "pasada",
como ella dice, conversa sobre su mamá, sus ojos que ya no
ven, sus enfermedades, que le obligan a acudir regularmente al
hospital del Seguro Social, el esposo que es ebanista, los dos
hijos, ingenieros civiles ambos, sus hermanos que le ayudan en
los preparativos, su admiración por el sacerdote César Cordero
y describe el guardarropa lleno de vestidos para el Niño que
guardan las religiosas enclaustradas del Carmen. "Los vestidos
vienen de Estados Unidos", dice, entre orgullosa y admirada.
Los pagan las priostes.

­No morirá nunca!

-¿Cómo era el pase en tiempos de su mamá?

La pasada era pobre en tiempos de mi mamita, porque no tenía
ninguna colaboración. Era una pequeña pasadita, con poca
gente, pero con todo, la pasada del Niño Viajero ya era la más
grande. Y ahora es una maravilla. Ahora, lo que le ha hecho
grande es el Dr. César Cordero, él es el hombre potente de
nuestra fiesta.

-¿Qué hace él?

Me ayuda en donde puede. ¿Qué más que el Canal? Con la
propaganda en el Canal, tenemos todo. A Monseñor le he traído
acá a mi casa, a celebrar una misita, a que vea. Porque, tal
vez, Monseñor cree que en mi casa hay un fandango de bebida,
de derroche. En mi casa no existe eso. Me aceptó un tesito y
me dijo: "Hoy te autorizo yo que le honres al Niño como sabes,
con toda devoción hasta que te mueras. ­Pero te mueres y se
acabó!". "No se morirá nunca", dije, "porque nacerá otra mejor
que yo".

-¿Qué cree usted, por qué Monseñor no quiere que haya la
pasada?

A mí nunca me ha prohibido. ­Que va a acabarse esto! No será
como yo la hago, pero harán lo que puedan. Ahora el tiempo
está malo. Está bien pobre la gente. Yo le digo que saquen lo
que puedan. Aunque sea con su ropita lavada y planchada, pero
que saquen a las guaguas. No vamos a querer que se endeude la
pobre gente.

-En los últimos años el pase es cada vez más largo.

Y más lindo. Ahora vamos a hacer la evangelización de
Cristóbal Colón. Vamos a hacer tres barcos. La Pinta, La Niña
y la Santa María. En esa va a ir mi niño. Pienso y pienso, por
Dios, como hacerle mejor. Haré un barco con puras flores.

-¿Los decoradores vienen de Guayaquil?

Sí, son gente que tienen floresterías en Guayaquil.

-¿Cuánto pan tiene que hacer cada año?

Hacemos 20 quintales para la pasada. Las principales dicen que
ya no haga pan, porque está muy caro. Pero yo he de pedir
aunque sea a las autoridades, y he de hacer pan, porque el pan
es la tradición del niño.

-Y para invitar, ¿cuántos quintales necesita?

Ya he hecho l8 quintales.

-¿Cuánto cuesta la pasada?

¿Nuestra pasada? Cuesta millones. Sólo los globos, los
castillos, los cohetes cuestan más de dos millones. Y las
bandas. Y el transporte. Los niños necesitan carros para venir
con las bandas de guerra.

-¿Y quién paga eso?

Yo. Haciendo mi pan. Compro un quintal de harina cuando me
mandan a hacer figuras grandes. Esas vendo a buen precio. Saco
el valor del quintal y los gastos y el restito de masa me
queda para mi pasada. Un señor me dijo que era como los
sastres, cogiéndome los recortes. "Así es Señor", le dije,
"cogiéndome los recortes de mi trabajo".

-Y para la gente que participa, ¿cuánto cuesta un vestido de
mayoral?

Unos 40.000, 50.000 y hasta 80.000 sucres, uno bueno. Los
caballos han de costar unos 40.000. Sólo las galletas,
caramelos, frutas, sin el hornado.

-Y después del pase, ¿qué pasa con todas esas cosas?

Se reparte entre todo los trabajadores. Cada uno reparte en su
casa. Ahí han de tomar un traguito, festejando al mayoral.

"Mujer ecuatoriana"

-Usted es la mayor de ocho hermanos.

Sí, pero un hermano que murió era mayor. Todos ellos salían en
la pasada con el niño del hospital. Salíamos de saragureños,
bailando en la calle con indios de bombo. Se vestía como eran
propiamente las indias. No había lujos. De bayeta, camisas
bordadas con hilos de lana. Pero era auténtico.

-¿Todos los hermanos fueron al colegio?

Yo sólo hasta el sexto grado. Cuando me presentaron ante
Roldós como la "mujer ecuatoriana" di un discurso. Ahí me
dijeron: "Por qué no te hicieron profesora, siquiera". Mis
papás han sido despreocupados. Y pensar que ha valido dos
reales un cuaderno. Pero no me importa. Con mi trabajo he
ganado mucho más. Ya ve, soy jubilada. Como costurera aporté
40 años al seguro. Mejor dicho, yo no pague nada, mi papá lo
pago todo. Yo era empleada de él.

-¿El presidente Jaime Roldós le dio una condecoración?

Sólo a Borja no me he presentado. Me condecoró primero la
Universidad Católica, después la Casa de la Cultura. Muchas
condecoraciones me han dado. Pero yo no he querido que se sepa
en público. Tengo vergüenza. Después la gente habla.

-¿Nunca ha pensado en la política. En ser dirigente del
barrio, por ejemplo?

No. No quiero. Ni me gusta, porque tengo otro pensamiento y la
política tiene otro.

-¿Alguna vez, en alguna población ha sido rechazada?

No, señorita, nadie me rechaza. Ni las autoridades, ni nadie.

-¿Qué le falta aún por hacer?

Faltan las escuelas. Después hago mi carro. Cada uno de mis
hermanos hace su carro con sus nietos.

-¿Cuántos nietos tiene?

Siete. Una de ellas dice que será la próxima gestadora del
pase del Niño. Le llevé un día "Vi", dice, "tanto que ha sido
de hablar". Pensó que dejaba las bolsas de pan y ya. No,
primero hay que saludar. Decir que el niño les manda a invitar
y que se acuerdan de él.

-Usted le comprometería a su nieta, así como lo hizo su madre
antes de morir, a seguir organizando el pase?

Si ella tiene capacidad, ¿por qué no lo ha de hacer?

-¿Pero su madre la obligó?

Me obligó, porque yo ya andaba con ella. Ya era mujer vieja.
Estaba casada.

Tenía mis hijos. Le pedí al niño que no me dé muchos hijos. Le
dije que sacaría aunque sea a los hijos del vecino, a los
sobrinos. Y así lo hice.

-¿No quería muchos hijos?

­Ay los hijos! Yo sufría mucho al tenerlos. Y criarlos fue
amargo.
EXPLORED
en Autor: Susana Klinkicht - Ciudad N/D

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