Quito. 16 sep 96. Un río de sangre pinta el empedrado. Dos,
tres, cuatro, perros con la piel manchada merodean las reses
desnudas, colgadas de ganchos en un cuarto maloliente. Uno de
ellos -el más atento- alcanza a mordisquear la pata de un
enorme animal muerto, que un joven cargador lleva hasta las
camionetas de transporte. Los demás esperan su turno.
La entrada al matadero es un infierno rojo. Los gritos de los
faenadores y los llantos de los niños se confunden con el
sonido de las hachas que convierten a las reses en pedazos
sanguinolientos y codiciados.
Hay sol, pero el aire es frío. Decenas de moscas sedientas
zumban en los oídos de los hombres, las mujeres y los niños
que arrastran los órganos del ganado hasta las afueras del
camal. Las manos sucias intentan espantarlos, mientras lavan
las vísceras en la piedra. Alrededor, cabezas sin vida,
extremidades, pellejos, huesos y desperdicios de carne flotan
en el río rojo que sale del despostadero hacia el canal donde,
alguna vez, alguien prometió construir un alcantarillado. La
marea contaminada no encuentra obstáculos para llegar hasta el
Colegio Nacional Machachi, el río San Pedro, los sembríos de
coles y zanahorias de las grandes haciendas y los canales de
donde obtienen el agua algunos pobladores. Las ratas -dicen
los vecinos- salen a las seis.
Fiesta
En el fondo del Camal Municipal de Machachi, en un pequeña
plazoleta de tierra, varias reses jóvenes esperan su hora.
Ajenas a lo que viene, pasen en paz, hasta que empieza el
movimiento. Entonces, son los gritos y las risas de los niños
los que llenan el ambiente. Un animal corre, intenta escapar,
pero tiene demasiados verdugos. Mareado -"estresado", dice el
veterinario- llega hasta el tajo. Allí, los pequeños festejan
el triunfo, mientras un faenador adulto suelta el hachazo
certero. En pocos segundos, el lugar se llena de gente: son
los arrastradores que, una vez despedazado el cuerpo, sacan
los órganos. Entre 20 y 30 niños comparten la tarea. La
mayoría de ellos son hijos de los faenadores. Otros están de
vacaciones.
Vegetarianos
Xavier Fajardo ya no come carne. Tampoco, su padre, ni el
resto de su familia. La razón es simple: él como la mayoría de
la gente de la zona -muchos de ellos introductores,
despostadores y comerciantes del producto- saben cómo se faena
el ganado en el camal de Machachi, en pleno centro de la
ciudad.
"Gracias a Dios" -refiere Fajardo- 'a mi padre le prohibieron
la carne; ahora todos comemos pollo o trucha. La gente que
puede hace lo mismo. La carne es solo de vez en cuando, por
algún antojo", cuenta este hombre que, por su calidad de
periodista radial de una emisora de la población, recibe casi
todas las denuncias.
La carne que Fajardo no come, se la comen otros. Llega a
Quito, cada viernes. Es la carne de unas 30 reses, que se
vende en las ferias libres de La Ofelia, Solanda, Guamaní y La
Marín. Y en algunos frigoríficos y tercenas del Sur de Quito.
De a perro
- Aproximadamente 200 cabezas de ganado se despostan en el
camal municipal de Machachi, cada semana.
- La carne es calificada en tres grupos, de acuerdo a su
calidad: carne para la industria (que va a algunas fábricas de
embutidos de la zona: según los vecinos junto con carne de
perro y caballo), carne de tercera (de animales flacos o
enfermos, que viene a algunas fábricas de embutidos de Quito),
de segunda (la que va a los mercados) y la carne de
"primera", que va a los comisariatos. El ganado que llega
muerto es observado durante 24 horas, antes de clasificar su
carne.
- Aproximadamente 70 "matarifes" realizan su trabajo en ese
camal. A ellos se suman los casi 40 trabajadores informales
-peladores, arrastradores, cargadores- contratados por los
mismos introductores para completar el trabajo.
- La ganadería es la principal actividad de la zona y
significa ingresos considerables para un gran porcentaje de la
población. Solo los comerciantes del producto en el mercado
suman más de 200.
- Un vendedor de vísceras gana, por cada res despostada,
aproximadamente 200 mil sucres. Se trata de un intermediario
que recoge todos los órganos internos y los vende en el mismo
camal a los comerciantes.
- Un introductor -que también realiza las tareas de
faenamiento para ahorrar- puede percibir un ingreso aproximado
de 300 mil sucres por semana. Compra entre 5 y 6 animales; de
cada res salen entre 400 y 600 libras de carne.
- El camal de Machachi funciona en las antiguas instalaciones
de la Empresa Eléctrica, que nunca fueron adecuadas para el
efecto. Hasta hace un mes se realizaban trabajos de
readecuación en el matadero, que fueron suspendidos por
problemas financieros.
- Según el alcalde de la ciudad, Rigoberto Machado, los
trabajos se reinician hoy y el camal remodelado -con una
inversión de 200 millones de sucres- estará listo en un mes.
¿A 15 mil la sellada?
"El doctor me pidió que le pague 15 mil sucres para sellar una
res que yo quería despostar. Estaba en su horario de trabajo,
pero de todas manera, quiso cobrar. Yo no saco ni una libra de
carne de aquí, fue lo que me dijo".
El introductor -anónimo por miedo a represalias- no tiene
ningún empacho en acusar al veterinario del camal de Machachi,
de poner precio a la calificación de la carne. "Muchos le
pagan", asegura. "él gana su sueldo y está enseñado a cobrar".
Al veterinario, Antonio Viteri -a quien, de paso, le molesta
mucho que lo confundan con un trabajador del camal, por lo que
nunca se desprende de su mandil- las acusaciones le tienen sin
cuidado.
"La cosa es muy clara", dice. "Yo trabajo durante mi horario
sin cobrar, pero si me piden sellar en horas extras, cobro 5
mil por res. Es mi derecho".
Viteri reconoce que las condiciones en que se faena la carne
en el camal de Machachi son absolutamente antihigiénicas.
El "río" que sale del matadero es, según la autoridad
sanitaria, un foco de infección que transporta bacterias de
echerichae coli, salmonela, pasterla, rabia (por las ratas) y
una cantidad de virus, por donde quiera que pasa. Viteri lo
declaró en emergencia sanitaria cuando empezó sus funciones...
"Esto no es un camal, es un matadero que se debería cerrar",
asegura el médico. (DIARIO HOY) (P. 2-B)
tres, cuatro, perros con la piel manchada merodean las reses
desnudas, colgadas de ganchos en un cuarto maloliente. Uno de
ellos -el más atento- alcanza a mordisquear la pata de un
enorme animal muerto, que un joven cargador lleva hasta las
camionetas de transporte. Los demás esperan su turno.
La entrada al matadero es un infierno rojo. Los gritos de los
faenadores y los llantos de los niños se confunden con el
sonido de las hachas que convierten a las reses en pedazos
sanguinolientos y codiciados.
Hay sol, pero el aire es frío. Decenas de moscas sedientas
zumban en los oídos de los hombres, las mujeres y los niños
que arrastran los órganos del ganado hasta las afueras del
camal. Las manos sucias intentan espantarlos, mientras lavan
las vísceras en la piedra. Alrededor, cabezas sin vida,
extremidades, pellejos, huesos y desperdicios de carne flotan
en el río rojo que sale del despostadero hacia el canal donde,
alguna vez, alguien prometió construir un alcantarillado. La
marea contaminada no encuentra obstáculos para llegar hasta el
Colegio Nacional Machachi, el río San Pedro, los sembríos de
coles y zanahorias de las grandes haciendas y los canales de
donde obtienen el agua algunos pobladores. Las ratas -dicen
los vecinos- salen a las seis.
Fiesta
En el fondo del Camal Municipal de Machachi, en un pequeña
plazoleta de tierra, varias reses jóvenes esperan su hora.
Ajenas a lo que viene, pasen en paz, hasta que empieza el
movimiento. Entonces, son los gritos y las risas de los niños
los que llenan el ambiente. Un animal corre, intenta escapar,
pero tiene demasiados verdugos. Mareado -"estresado", dice el
veterinario- llega hasta el tajo. Allí, los pequeños festejan
el triunfo, mientras un faenador adulto suelta el hachazo
certero. En pocos segundos, el lugar se llena de gente: son
los arrastradores que, una vez despedazado el cuerpo, sacan
los órganos. Entre 20 y 30 niños comparten la tarea. La
mayoría de ellos son hijos de los faenadores. Otros están de
vacaciones.
Vegetarianos
Xavier Fajardo ya no come carne. Tampoco, su padre, ni el
resto de su familia. La razón es simple: él como la mayoría de
la gente de la zona -muchos de ellos introductores,
despostadores y comerciantes del producto- saben cómo se faena
el ganado en el camal de Machachi, en pleno centro de la
ciudad.
"Gracias a Dios" -refiere Fajardo- 'a mi padre le prohibieron
la carne; ahora todos comemos pollo o trucha. La gente que
puede hace lo mismo. La carne es solo de vez en cuando, por
algún antojo", cuenta este hombre que, por su calidad de
periodista radial de una emisora de la población, recibe casi
todas las denuncias.
La carne que Fajardo no come, se la comen otros. Llega a
Quito, cada viernes. Es la carne de unas 30 reses, que se
vende en las ferias libres de La Ofelia, Solanda, Guamaní y La
Marín. Y en algunos frigoríficos y tercenas del Sur de Quito.
De a perro
- Aproximadamente 200 cabezas de ganado se despostan en el
camal municipal de Machachi, cada semana.
- La carne es calificada en tres grupos, de acuerdo a su
calidad: carne para la industria (que va a algunas fábricas de
embutidos de la zona: según los vecinos junto con carne de
perro y caballo), carne de tercera (de animales flacos o
enfermos, que viene a algunas fábricas de embutidos de Quito),
de segunda (la que va a los mercados) y la carne de
"primera", que va a los comisariatos. El ganado que llega
muerto es observado durante 24 horas, antes de clasificar su
carne.
- Aproximadamente 70 "matarifes" realizan su trabajo en ese
camal. A ellos se suman los casi 40 trabajadores informales
-peladores, arrastradores, cargadores- contratados por los
mismos introductores para completar el trabajo.
- La ganadería es la principal actividad de la zona y
significa ingresos considerables para un gran porcentaje de la
población. Solo los comerciantes del producto en el mercado
suman más de 200.
- Un vendedor de vísceras gana, por cada res despostada,
aproximadamente 200 mil sucres. Se trata de un intermediario
que recoge todos los órganos internos y los vende en el mismo
camal a los comerciantes.
- Un introductor -que también realiza las tareas de
faenamiento para ahorrar- puede percibir un ingreso aproximado
de 300 mil sucres por semana. Compra entre 5 y 6 animales; de
cada res salen entre 400 y 600 libras de carne.
- El camal de Machachi funciona en las antiguas instalaciones
de la Empresa Eléctrica, que nunca fueron adecuadas para el
efecto. Hasta hace un mes se realizaban trabajos de
readecuación en el matadero, que fueron suspendidos por
problemas financieros.
- Según el alcalde de la ciudad, Rigoberto Machado, los
trabajos se reinician hoy y el camal remodelado -con una
inversión de 200 millones de sucres- estará listo en un mes.
¿A 15 mil la sellada?
"El doctor me pidió que le pague 15 mil sucres para sellar una
res que yo quería despostar. Estaba en su horario de trabajo,
pero de todas manera, quiso cobrar. Yo no saco ni una libra de
carne de aquí, fue lo que me dijo".
El introductor -anónimo por miedo a represalias- no tiene
ningún empacho en acusar al veterinario del camal de Machachi,
de poner precio a la calificación de la carne. "Muchos le
pagan", asegura. "él gana su sueldo y está enseñado a cobrar".
Al veterinario, Antonio Viteri -a quien, de paso, le molesta
mucho que lo confundan con un trabajador del camal, por lo que
nunca se desprende de su mandil- las acusaciones le tienen sin
cuidado.
"La cosa es muy clara", dice. "Yo trabajo durante mi horario
sin cobrar, pero si me piden sellar en horas extras, cobro 5
mil por res. Es mi derecho".
Viteri reconoce que las condiciones en que se faena la carne
en el camal de Machachi son absolutamente antihigiénicas.
El "río" que sale del matadero es, según la autoridad
sanitaria, un foco de infección que transporta bacterias de
echerichae coli, salmonela, pasterla, rabia (por las ratas) y
una cantidad de virus, por donde quiera que pasa. Viteri lo
declaró en emergencia sanitaria cuando empezó sus funciones...
"Esto no es un camal, es un matadero que se debería cerrar",
asegura el médico. (DIARIO HOY) (P. 2-B)
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