Quito. 02 nov 97. Se teme lo que no se conoce. Por eso el término todavía incomoda. Para Alexis Moreano es urgenteentender la época que nos tocó vivir. Informática,
globalización, velocidad, incertidumbre, ansiedad son
sinónimos ricos sobre lo que hay que teorizar.

En su ponencia -presentada el pasado jueves en Viteri Centro
de Arte- usted afirmaba que la posmodernidad es un término que
todavía estorba, que incomoda, que es "como un grillo en la
boca". ¿Por qué?

Me fui a estudiar Teoría de la Cultura en La Habana y recién
ahí me encontré con un discurso distinto de la posmodernidad.
Me dí cuenta de que yo también tenía el grillo en la boca
porque no conocía a profundidad el tema. El término molesta,
por lo que se ve acá en los foros, conferencias o el el
círculo académico. Cuando se menciona posmodernidad se lo hace
entre comillas. Se hacen muecas. Es decir, se topa el tema con
cierto prejuicio. Creo que en esta época es bastante inhábil
tomar distancia de lo que se maneja a nivel de teoría crítica.
Hay siempre la posibilidad de enfrentar la crítica con
crítica. Y es lo que ha sucedido desde la posmodernidad misma:
ella se ha reinventado muchas veces. Hay múltiples
posibilidades de entender el fenómeno y, entre tantas
opciones, uno puede encontrar la que más le sirve, la que más
lo explica. Hay que apuntar a mirarlo sin prejuicios.

¿Un prejuicio entonces de parte de los académicos?

Creo que sí. Estamos en una condición de cultura diferente y
la metáfora de "grillo en la boca", como dije, debe ser
superada. Tal vez sea solo cuestión de atreverse a masticarlo
-los mexicanos dicen que no sabe mal...- creo que hay bastante
jugo que sacarle al tiempo que nos tocó vivir.

Frente al discurso de la posmodernidad está el discurso de una
nostalgia que, en ciertos momentos, se vuelve totalitario. ¿No
se ha entendido la posmodernidad?

En el debate hay todavía algunas posturas reaccionarias, a mi
juicio, que empatan lo moderno con el compromiso, con la lucha
por ideales, mientras que la posmodernidad resulta ser
sinónimo de indiferencia e irresposabilidad, de un
individualismo desligado de lo social. Y eso no es así Pero
ese discurso de la nostalgia también es una de las parte de la
posmodernidad y no es solo en el Ecuador donde se sucede. Creo
que no hay nadie todavía, aquí, que esté enfrentando el tema
con seriedad. Cuando se topa el tema se lo topa
superficialmente, con juicios emitidos hace 20 años.

¿Faltan teóricos y referentes?

De hecho. Es un problema primero, de formación. Creo que urge
tener teóricos acá. Yo mencionaba a García Canclini, Geeta
Kapur, Bernardo Subercasseaux, Hommi Bhabba, Nelly Richard,
Martín Barbero, Gerardo Mosquera, un montón de gente que ve la
posmodernidad desde una óptica latinoamericana y con gran
eficiencia para explicarla. El discurso de la posmodernidad en
América Latina ha sido de gran utilidad. ¿Falta de referentes?
por supuesto, pero creo que cada vez estamos más informados.
El problema es que en el país hay ciertas personas que son
quienes legitiman el discurso cultural y al parecer, de un
modo un poco ingenuo, se quedaron con aquellas primeras
nociones de posmodernidad y no le siguieron la pista.

Cuando se habla de globalización pasa lo mismo. Se piensa en
ella como una situación de homogeneización de las sociedades.
¿Otro prejuicio?

Hay un particular miedo a las palabras, a los términos. A la
época nuestra se le puede llamar de mil modos: neobarroca,
posindustrial, posmoderna, neomodernidad... no importa cuál
término se aplique, siempre causa cierta repulsa. La
globalización también es una de las palabras predilectas en
esto de tomar distancia porque está muy asociada al fenómeno
contemporáneo. La modernidad daba piso cuando se participaba
de una condición de cultura en la que todo estaba resuelto
porque había una teoría, una ideología suficientemente hábil
para explicar las cosas. Había un Estado en el que se podía
confiar, había muchas cosas a las que podías regresar a ver.
Ahora ya no. No hay certezas.Y eso confunde, inclusive da
temor. De allí la distancia con los términos.

La visión del arte cambió a la luz de la posmodernidad. Pocos
artistas están conscientes de ello. ¿También miedos, a pesar
de que la posmodernidad es más entendida en el quehacer
artístico?

Al arte se le encasilló, la estudiamos como si fuera un tubo
hermético en el que se suceden movimientos, artistas,
tendencias, escuelas, sin ningún nexo con lo real. Sí se ve el
arte como la óptica posmoderna propone, es decir, como un dato
cultural más, uno se da cuenta de todas las implicaciones que
tiene a nivel social. Cuando Hegel proponía la muerte del arte
hablaba del arte de su momento. Luego había que reinventar
otro. Eso es lo que pasa ahora. La posmodernidad nos permite
una nueva lectura. Acá todavía se habla del arte como
incontaminada, espiritual, que sale de las tripas. Hay toda
una teoría institucional que se encargó de legitimar eso. Y
hoy ya no es así, a pesar de que la producción artística ha
sido todavía más amplia. La historia del arte, la crítica y
los artistas tienen que repensarse y ver, repito, al arte como
un dato cultural.

¿Por qué los artistas tienen ese pavor a decirse conceptuales,
a teorizar sobre su propia obra?

Por mantenerse en la teoría institucional que existe sobre el
arte. Hay que romper esa idea aurática que existe de la
producción artística y olvidarnos de que los artistas vivimos
en una nube rosada y que no tenemos contacto con el piso. En
el arte todavía nos lavamos la conciencia porque es nuestro
contacto con ese mundo espiritual que existe elaborado por la
teoría institucional.

La producción artística se torna ya posmoderna aunque no haya
la conciencia de ello. Es decir, múltiples manifestaciones
hablan de fragmentación, de apropiación de ideas, de
recuperación de elementos pasados, de movilidad, el arte como
texto... ¿La posmodernidad entonces la vivimos en la
inconsciencia?

En cierto modo sí. Yo veo obras en fotografía, por ejemplo, en
las que María Teresa García, Lucía Chiriboga, José Avilés,
están trabajando con lenguajes posmodernos. Es que la
posmodernidad es el tiempo en que vivimos más allá del
término. Yo mismo estaba trabajando en apropiaciones sin saber
lo que estaba haciendo. Vivimos esta cultura híbrida todos los
días, participamos de la diversidad, de la incertidumbre,
aceptamos lo que nos sirve y descartamos lo que no. Eso es
vivir la posmodernidad.

A pesar de vivirla, y usted lo menciona en la ponencia, se
mantiene el discurso totalizante, unitario, sobre todo a nivel
político ¿Por qué?

Creo que sigue siendo un problema de formación. Pero no me
preocupa tanto. Ya nos llegará. Yo creo que no podemos
desligarnos del mundo real y la clase política ha estado lejos
del mundo real con un discurso que ya no cala. No podemos
ignorar a las tecnologías, ni podemos seguir negando la
existencia de minorías, de diferencias, de sociedades ricas en
su diversidad.

Ya nos llegará... suena optimista... ¿Cuándo?

Yo creo que estamos viviendo otros códigos y que,
entendámoslos o no, vivimos la incertidumbre pero también la
ansiedad de cambios. No creo que seamos tan reacios al cambio
como para no incorporar estos nuevos elementos. De hecho, y
también sin darnos cuenta, hay discursos fragmentarios y una
urgencia de renovación.

UN ARTISTA CONCEPTUAL

Tiene 26 años * Alexis Moreano estudió en el Colegio Americano
de Quito. En París y Florencia hizo sus estudios de pintura y
de grabado. En el Instituto Superior de Arte en La Habana,
Cuba, realizó un posgrado de Teoría de la Cultura
Contemporánea. Su última exposición: un performance sobre
Sandra Correa en el Pobre Diablo. (Texto tomado de El
Comercio)
EXPLORED
en

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