Quito. 19.07.93. Iba armada yo, empapada de arriba a abajo de
Antisana, con toda la gana de jalar las orejas al Estado porque
parecía torear la legalización de la Reserva Ecológica Antisana.
Pero que apenas me acomodo, y apenas que el director del INEFAN
(Instituto Ecuatoriano Forestal y de Areas Naturales y Vida
Silvestre), Jorge Barba, me da el papazo: "Está lista la
declaración de Reserva Ecológica, la firmo este martes". Y otra
primicia: "La zona de El Gran Sumaco será la próxima área
protegida, está todo listo".

Entonces ahí qué se hace. Sonada la entrevista. Entonces nada,
pues. Entonces con las dos buenazas noticias bajo el brazo a
contarles a todos para que se alegren como una, y para que el
Jorge Barba no se vaya a arrepentir.

Aquí le cuento entonces al Juan Black, este biólogo tenaz, uno de
los primeros ecologistas del país, que sudó la gorda haciendo
estudios sobre el área de Antisana, hace ya casi 20 años, y que
jodía y jodía: "a esta área hay que protegerla". Le cuento a la
Fundación Antisana, que en los dos últimos años ha agarrado todas
las ganas por la reserva, y las ha luchado hasta lograr esta
declaración. Y a la Empresa de Agua Potable, que también ayudó
harto. Les cuento a las Fundaciones internacionales que estaban
ya aburridas esperando la declaración, para que ya pasen no más
las ayudas.

Y subo nuevamente al páramo del Antisana -esta vez
imaginariamente- y les cuento a los 23 cóndores que viven en la
zona -la familia más grande de los poco 100 que ya quedan en el
país-, que ya pueden estar tranquilos. Y les cuento a los toros
salvajes, esos negrísimos y enormes, que sigan no más sin dueño,
que ahora todos somos sus dueños y nosotros solo queremos que
existan, no más. Y a los caballos salvajes, a ese hermoso veteado
de blancos, negros y marrones. Y a los ganados de las haciendas
cercanas, que sigan pastando, que si no se nos mueren nuestros
cóndores. Y a los osos de anteojos, a las dantas andinas, los
bosques naturales de cedro, y los Polylepis o pantzag, que
también estaban en peligro de caput. Y a los curiquingues, que no
dejan de bailar por los páramos; de jóvenes marrones, de viejos
negros, pero siempre bailando. Y a los 78 tipos de aves más. Y al
río de lava petrificada que no corre hace 3.000 años. Y a las
fuentes de aguas termales por Papallacta. Y a las flores de
páramo que se cuidan del viento las desnudeces.

Y les cuento a los cazadores y pescadores que estaban
irrespetando la zona que ya no van a poder ser así de
facinerosos. Y a los invasores de tierras, a los cuatreros y a
los taladores, que ya no más. Y a los quiteños, que estén
tranquilos, porque la Reserva Ecológica Antisana, de donde sale
el 75 por ciento de su agua, ya está bien. Y que el proyecto
Mica-Tambo para dar agua a los barrios del Sur -que se hará en la
hermosa laguna de Mica, en el área del Antisana- puede ya
comenzar, porque ahora estará regido por un plan ambiental que lo
hará doblemente productivo, porque protegerá también la
naturaleza.

Y les cuento a Pintag, Inga, Papallacta, Cuyuja, Baeza, Bermejo,
Borja, Cosanga, comunidades de la zona que -gracias a la guía de
la Fundación Antisana- están hace dos años protegiendo por su
cuenta al Antisana; les cuento que su esfuerzo no ha sido en vano
y que sigan no más.

Y también les cuento a los propietarios de las áreas que están
dentro de los límites de la reserva ecológica, que serán
expropiadas en favor de la vida de los hijos de todos -porque eso
es lo que se defiende cuando protegemos esta Tierra, que nos da
de comer y que le hemos tratado mal-. Que disculpen no más, que
no ha sido posible eso de no expropiar, pero que así es la vida y
además cierto era que tenían muchas tierras.

También a los turistas nacionales y extranjeros, que vengan, que
la Fundación Antisana ya está haciendo ecoturismo en esta área
deliciosa, y que ahora que ya va a ser Reserva Ecológica, mejor.

Les cuento además a "The Nature Conservancy", de la organización
civil de Estados Unidos, que apoyó muchísimo la lucha por el
Antisana. Les cuento que pueden seguir con el sueño de declarar
la categoría internacional de "Reserva de la Biósfera del Cóndor"
a la Reserva Ecológica del Antisana, al Parque Nacional Cotopaxi,
y a la Reserva Cayambe-Coca, juntas.

Y a los científicos y a los ecólogos que vayan pronto, que hay
mucho que estudiar, y que se necesitan sus estudios.

En fin, les cuento que las 120 mil hectáreas de ese espléndido
páramo del sureste de la provincia del Pichincha y el misterioso
bosque nublado del occidente de la provincia del Napo, esas
tierras que se extienden desde los 1.200 metros y se coronan en
los 5.753 metros del Antisana, ya son nuestras, de todos los
ecuatorianos y están protegidas. Y que ya pueden ir a quererlas
enteritas, y a gozarlas con la nariz congelada y la respiración
que cae a los verdes en una lluvia de vapor chiquita.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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