Quito. 09.10.94. El Congreso concluye su período ordinario de
sesiones con una serie de logros que no terminan de impactar en
la opinión pública. Alguien decía que lo que necesita es
contratar una agencia de publicidad para que "venda" su imagen.

La idea de que hay como crear una "imagen corporativa" para
llegar a la gente con técnicas de mercadeo, es rudimentaria. Las
técnicas no pueden hacer milagros. La gente no es tan simplona
como creen los políticos y los publicistas. Tienen un sentido
común enorme que aparece reiteradamente en las encuestas.

El ciudadano común aprecia que el Congreso haya trabajado por
primera vez en muchos años todos los días de la semana, con una
conducción serena, que los incidentes bochornosos hayan sido
pocos. Rechaza sin embargo que una serie de cosas que huelen a
maniobra y componenda. No entiende el cuoteo político de los
cargos en las Cortes, se fastidia con las prevendas de que
parecen disfrutar los diputados, rechaza las interpelaciones y
los actos vacíos de los que está lleno todo parlamento.

La inmensa mayoría de la gente cree que los políticos se dedican
sólo a velar por sus propios intereses y no a trabajar por el
bienestar común. La cifra es impresionante: esto lo afirma el
88% de los guayaquileños y el 78% de los quiteños. Desde esa
óptica, el tema de las interpelaciones revela, como pocos, el
abismo entre los legisladores y los ciudadanos comunes.

En el mejor de los casos, el sueño del legislador novato es
realizar una gran interpelación, pronunciar un discurso que
conmueva al país, editar un folleto con su intervención, saltar a
la Presidencia de la República como lo hicieron Velasco Ibarra y
Febres Cordero, empujados por la fuerza de su discurso
fiscalizador. En otros casos, las ambiciones de los legisladores
tienen menos vuelo. Tratan de interpelar a algún Ministro que
maneje recursos económicos importantes para chantajear, subastar
su conciencia entre el Gobierno y la oposición, salir de pobreza
o por lo menos conseguirse un Trooper nuevo. Las interpelaciones
son el momento en que algunos legisladores prefieren liberarse de
las cadenas ideológicas y partidistas para beneficiar a su
chequera.

En muchas ocasiones, los legisladores nada hacen por rectificar
el error cometido por el funcionario que es separado de sus
funciones. No se trata de rectificar cosas que afectan al pueblo
sino que pesa más el interés personal, el choque, el cargo para
el pariente, la componenda.

Es por eso que la gente rechaza tanto las interpelaciones. Está
bien informada. Conoce lo que pasa. Hay en este un gran
divorcio entre la gente común y los legisladores. Los unos
perciben claramente la realidad. Los otros están empantanados en
el discurso cerrado, al que solo algunos políticos y los muy
politizados encuentran sentido.

El problema de imagen del Congreso no pasa por publicitar
eficientemente que está dedicado a lo que la gente detesta. Es
necesario que haya sensibilidad para averiguar lo que quiere el
ciudadano común y que se hagan más cosas constructivas que la
gente aprecie y entienda. Cada vez los ciudadanos piden menos
circo y quieren más pan. Quieren menos interpelaciones inútiles
y más solución a los problemas sociales.

El cansancio de la población hacia la política se expresa de
diversas formas. Los independientes reales, los que no han
participado en política, esos ciudadanos que por un juego
estadístico terminan siendo parte de una de nuestras muestras y
que por eso tienen que opinar acerca de una serie de temas
políticos, se sienten realmente alejados de la política.

La inmensa mayoría de ellos, el 62% en Quito y el 68% en
Guayaquil, no quisieran participar como candidatos en una
elección nunca. Solamente uno de cada tres ciudadanos de Quito y
Guayaquil expresa que le gustaría ser candidato a algo en algún
momento.

Es curiosa también la reacción de los encuestados cuando le
preguntamos que harían si tiene que escoger entre se Diputado o
Ministros. Casi la mitad de los ciudadanos porteños rechazaría
simplemente las dos posibilidades. Es decir, no serían ni
Diputados ni Ministros aunque les regalen el cargo. Una actitud
similar tiene un tercio de la población capitalina.

De todas formas, en Quito, el ser Ministro es más apreciado. Si
se da esta circunstancia, un 385 de los quiteños escogería ser
Ministro. Un cuarto de la población en ambas ciudades aceptarían
ser diputados si les regalan un curul.

La confianza en los políticos es muy baja. Un 81% de Quiteños y
un 87% de guayaquileños expresa su desconfianza hacia ellos.
Esto es una mala noticia para la democracia. Sin políticos no
habrá sistema estable. Los partidos políticos, los líderes
políticos son indispensables en la sociedad democrática. Es
fundamental que la gente confíe en ellos.

Sin embargo, el canibalismo de los políticos ecuatorianos impide
que esto cambie. Se han dedicado tanto a calumniarse mutuamente
a combatirse sin cuartel, a atacarse sin límites, que han
terminado convenciendo a la población de que todos ellos son
personas en las que no se puede confiar, que se dedican solo a
sus intereses egoístas.

Si esta actitud negativa no cambia, los partidos y los líderes
políticos están abriendo el camino para que ocurra algo semejante
a lo que paso en Perú. Se canibalizaron tanto los políticos que
terminaron destruyendo a todos los partidos y el país terminó
siendo una enorme puerta giratoria en la que nadie sabe quienes
están dentro y quienes están fuera de la política. Los líderes
políticos de los partidos tradicionales están dedicados a los
quehaceres domésticos mientras una serie de "out siders" ocupan
las bancas del parlamento y los puestos del ejecutivo, con un
evidente resultado de sus conciudadanos.

UN PERIODO SIN MAYORES TENSIONES

Tres juicios políticos de los que dos concluyeron con censura,
fue el resultado en materia de fiscalización del concluido
período ordinario de sesiones del Congreso Nacional.

En materia legislativa poco es lo que se ha hecho pues entre los
cuerpos legales de trascendencia que se han aprobado, está la
archipolémica Ley de Libertades Educativas que instituye la
educación religiosa en los colegios del Estado.

Sin embargo, lo más destacado del período que acaba de concluir
fue la falta de tensiones al interior del Congreso y de pugnas
con los otros poderes del Estado. En este período, se ha logrado
recuperar en algo la alicaída imagen del Parlamento gracias a que
no han existido grandes incidentes y que, además, se ha tenido un
inédito récord en materia de quórum: ni una sola vez el Congreso
dejó de funcionar por la inasistencia de los diputados.

Sin embargo, muchos coincidente en que lo que ha existido es un
"brillante" trabajo de maquillaje sin que nada haya cambiado en
los asuntos de fondos.

El período que concluye tuvo como centro de discusión el
criticado acuerdo entre socialcristianos y roldosistas, dos
agrupaciones archienemigas que se unieron con el fin de captar
las dignidades del Congreso. En la presidencia se puso al
socialcristiano, un legislador de gran experiencia que logró
proyectar una positiva imagen del Parlamento a pesar de que en su
interior se objetó fuertemente el hecho de que se haya
"entregado" las comisiones "estratégicas" al Partido Roldosista
Ecuatoriano y que no hayan tenido una representación proporcional
las agrupaciones políticas que estuvieron al margen del
"entente".

Moeller afirma que, en efecto, el Congreso ha mejorado en imagen
gracias a la contribución de los diputados que no han dejado sin
quórum un solo día de trabajo.

Asimismo, destacó que en estos 60 días no solo que ha trabajado
el Congreso en pleno, sino que las comisiones legislativas, todos
los días, han mantenido reunirnos con funcionarios de Gobierno,
atendiendo denuncias, en el afán de mejorar los proyectos de Ley.

Esta recuperación de la imagen, según diputados de todas las
tendencias ha sido la consecuencia "obligada" de un descrédito de
la función que pudo haber estado a punto de interrumpir la
institucionalidad. En otras palabras, a los diputados no les
quedó más remedio que portarse bien. (7A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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