Quito. 05.01.92. Nada me parece tan sencillo y a la vez tan
difícil de captar como el fenómeno del tiempo. A mi intuición, que quizás
coincide con la de muchos, el tiempo se presenta como un fluir del pasado
al presente y de éste al futuro. En nuestra memoria queda el registro de
un pasado ya incambiable, en el presente acontecen los fenómenos y el
futuro es lo eventual, lo que aún no ha llegado. En el fluir del tiempo
estamos inmersos todos y nada escapa a su acción. Pero esta intuición
sobre el tiempo es quizá la que más han combatido y refutado las
filosofías, ciencias, literaturas, religiones y mitos del hombre.

Así, el hombre se ha cuestionado desde hace siglos sobre el
fluir del tiempo. ¿Realmente fluye del pasado hacia el
futuro, o más bien lo hace al revés, del futuro hacia el
pasado? ¿Fluye en una sola línea sin retorno, o da la vuelta
al cabo de los siglos y todo recomienza en un ciclo que se
repetirá para siempre? ¿Existe el tiempo fuera de nosotros,
en el mundo objetivo o más bien es un fenómeno puramente
subjetivo y mental? ¿Existen el pasado y el futuro, existe el
tiempo mismo, o son simples quimeras del hombre? ¿Hay un solo
tiempo universal o hay infinitos y diferentes tiempos?. Me limito a unas
cuantas propuestas y a las respectivas refutaciones que han surgido a lo
largo de la historia.

¿Hacia dónde fluye el tiempo?

Para la doctrina tántrica del antiguo Indostán, la Yoni o
vagina y matriz de todos los seres da a luz al universo desde
un futuro remoto. En la figura del mandala (que representa a
Yoni) el futuro aparece como un punto central cuya
contemplación lleva a la iluminación y al éxtasis del hombre.

Al concentrarse en el mandala, uno capta el fluir del tiempo
como las imágenes en el espejo retrovisor de un automóvil: a
medida que avanzamos, los objetos del camino retroceden en el
espejo, fugando hacia atrás, como el tiempo hacia el pasado.
Fundamental y poéticamente, esta doctrina reúne en una misma
concepción al Eros y al tiempo.

Sin este matiz sensual, un similar sentimiento sobre la
dirección el fluido temporal viene expresado siglos más tarde
en un poema de Miguel de Unamuno:

Nocturno, el río de las horas fluye
desde su manantial que es el mañana
eterno...

Y dos escritores cubanos elaborarán esta idea que va a contrapelo de
nuestra intuición. Para Lezama Lima "hasta llegar a la instantaneidad, el
tiempo que viene del futuro avanza retrocediendo. El presente que avanza
hacia el futuro no tiene sentido, pues ya es pasado, pero el futuro que
viene hacia el presente es el continuo temporal..." Y otro cubano,
Alejo Carpentier, en un cuento maravilloso, pondrá en práctica
la idea de que el tiempo fluye del futuro hacia el pasado y no
a la inversa.

No menos asombroso es el hecho de que la física contemporánea
haya descubierto que algunas partículas subatómicas de
antimateria describan trayectorias inversas en el tiempo, vale
decir, que viajan del futuro hacia el presente, al revés de
las demás partículas.

Refutaciones

El desconocimiento de que lo que nos depara el futuro, ha
hecho que algunos pensadores refuten su existencia. Para
Bradley el futuro no es más que una construcción (ilusoria) de
nuestra esperanza y lo "actual" es una agonía del presente que
continuamente se desintegra en el pasado. A su vez, se ha
refutado a Bradley aduciendo los fenómenos de precognición o
promonición, en que personas de las más diversas épocas y
condiciones han visto (o afirman haber visto) parcelas de un
futuro que luego se ha cumplido.

Ya sea que el futuro pre-exista o no, también el pasado puede
ser puesto en causa; su refutación corresponde a Bertrand
Russell, quien supone que el universo acaba a cada instante de
ser creado: sólo existimos en el vertiginoso instante actual y
todo lo presente (los seres y el universo entero) se evaporan
para siempre apenas transcurrido el instantáneo aquí y ahora.

Pero muy pocos han puesto en duda la existencia misma del
tiempo. Parménides y los eléatas, en la Grecia clásica, se
atrevieron a ello. Para el primero nada cambia, todo
permanece; el tiempo se vuelve una hipótesis superflua. Para
los eléatas, famosamente, un segundo se divide en dos partes,
cada parte en otras dos y así sucesivamente, en una serie de
divisiones que no acaban nunca. Desaparece el tiempo. Sólo
siglos más tarde, Russell resolvería esta paradoja al
establecer que los números infinitos se dan de una sola vez,
en su totalidad, y no como el término "final" de un proceso
enumerativo sin fin.

Los ciclos del tiempo y las verificaciones

Las civilizaciones mesoamericanas, algunas ramas del budismo y
Nietszche propusieron que el tiempo transcurre en ciclos que
se repiten sin fin. Es el eterno retorno de lo Mismo, el
inacabable volver a nacer, vivir, pecar y perecer,
curiosamente, en esta concepción da igual que el vector del
tiempo vaya del futuro al pasado o a la inversa.

La refutación del tiempo cíclico pertenece a Borges quien
afirma que es nula la probabilidad matemática de que los
infinitos fenómenos y partículas del universo vuelvan a
recomponerse en forma idéntica al cabo de millones de siglos.

Pero ya sea que vayan en un sentido u otro, que retornen o no,
los fenómenos temporales parecen inverificables. Al menos,
así lo afirma Wittgenstein, para quien "la solución del enigma
de la vida en el tiempo y el espacio queda fuera del espacio y
del tiempo" ¿Y quién o qué queda fuera del espacio y el
tiempo? Para verificar los fenómenos temporales habría que
estar fuera del tiempo.

No obstante, para otros pensadores el tiempo y el espacio son
independientes de los objetos del mundo; tiempo y espacio
serían ideales, subjetivos, meras formas mediante la cuales
percibimos una realidad por entero fuera de nuestro alcance.

Tiempo y espacio serían como los cristales de unas gafas. Sin
ellas nada podemos ver; el mundo fuera de nuestras mentes no
nos es directamente perceptible. Sólo podemos ver lo que nos
transmiten nuestras gafas; los objetos reales, lo que Kant
llamó Ding-an-sich, la cosa- en sí-mismo, es inconocible,
trascendente, vale decir está más allá de nuestras formas de
percepción espacio-temporales. A éstas, Kant las denominó
formas a-priori, para señalar que pertenecen sólo a la
subjetividad y no están determinadas por el mundo fenomérico
exterior.

Una refutación de Kant, escuetamente expresada, se la debemos,
de nuevo, a Borges. "Si el tiempo es un proceso mental"
Borges argumenta: "¿cómo lo pueden compartir miles de hombres,
o aún dos hombres distintos?" Habría que añadir que la
pregunta de Borges presupone que muchos, o al menos dos
hombres distintos, comparten un tiempo idéntico. Pero
precisamente la presencia de estas disímiles y aún opuestas
concepciones sobre el tiempo, refutan a su turno la suposición
borgeana.

Estallido de los tiempos

Fenómeno objetivo o subjetivo, hasta aquí y según estas
doctrinas, el tiempo ha involucrado ya a los números y al
espacio; un salto adelante y con la teoría de la relatividad
de Einstein todas las nociones anteriores van a estallar:
tiempo y espacio pierden su calidad de absolutos. Un tiempo
gobernará a la tierra, otro tiempo a una nave interplanetaria,
y aún otro a una galaxia remota.

El espacio se curva de acuerdo a la masa de los objetos; a
mayor densidad, mayor la curvatura del espacio producida por
su gravedad. Nuestro universo es curvo. Una nave espacial
que viaja en línea recta (según el punto de vista de los
astronautas, pero de hecho siguiendo la curvatura del
universo) retornará al cabo de los siglos a la tierra. Pero
en la tierra habrá transcurrido otro tiempo totalmente
distinto. Los astronautas se encontrarían con sus más remotos
antepasados.

Al extrapolar las ecuaciones einstenianas al momento de la
creación del universo, dan como resultado una densidad
infinita de la materia, comprimida en un volumen igual a cero,
en un punto llamado una "singularidad". Espacio, tiempo y
materia no existen ni antes ni afuera de esta "singularidad".

Hace billones de años tan singularmente explosionó creando el
tiempo, el espacio, la materia y la energía del universo, en
el fenómeno conocido como el Big Bang.

Hace ya 15 siglos, San Agustín de Hippo afirmó que el universo
estaba hecho de tiempo, no inmerso en el tiempo. Por lo
tanto, preguntarse "¿qué había antes del Big Bang?" no tendría
ningún sentido según nuestros dos santos, San Agustín y San
Alberto.

Y así, vuelvo a mi intuición inicial sobre el tiempo. ¿Qué
queda de ella?. Me temo que apenas nada, pero eso sólo el
tiempo lo dirá. (2C)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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