FRAY BARTOLOME DE LAS CASAS O LA SED DE JUSTICIA. Por Diego
Araujo Sánchez

Quito. 26.01.92. Las primeras páginas en lengua española en
las que nuestra América es tema, escenario y preocupación
principal son las Crónicas de Indias. Frailes y soldados
españoles, mestizos e indios americanos fueron los narradores
del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo.

Los cronistas escribían la verdad que habían vivido, aunque a
veces esa verdad provocara tanto o mayor asombro que las
desaforadas narraciones de los libros de caballería.

Uno de esos cronistas -para América el mayor y más actual de
todos - suma una insaciable sed de justicia a aquel
testimonio personal, común a todas las crónicas.

La relación de Bartolomé de las Casas, el primer defensor de
los Indios, ha suscitado y sigue provocando los más adversos
juicios. Varios historiados españoles del siglo XX le han
endilgado estos calificativos: "enfermo mental", "obstinado
anarquista", "predicador del marxismo", "demagogo que
constituye un peligro público", "hombre de afán igualitario
poseído por el demonio". Y hasta Ramón Menéndez Pidal
calificó a Bartolomé de las Casas como "paranoico megalómano".

Las furias que provoca todavía el extraordiario fraile
dominico son ya viejas: él las sintió en carne propia. Pero
ante los opositores, crecía su genio polémico, cobraba
redoblada fuerza su defensa de los indios.

Ocho años antes de que Colón llegara al Nuevo Mundo nació
Batolomé de las Casas, en Sevilla. Era hijo de una familia de
modestos comerciantes. Quizás el oro le tentó también, como a
muchos otros, para embarcarse hacia las Indias. En 1502 llegó
a La Española -actual Santo Domingo-, cuando se percibían los
primeros gravísimos estragos de despoblación indígena por obra
de la violencia colonizadora. Allí escuchó a predicadores como
Antonio Montesinos condenar los abusos y la codicia de los
encomenderos.

Las Casas se ordenó sacerdote. La lectura de la Biblia y sobre
todo palabras de profetas como Isaías conmovieron el ardiente
talante religioso de Fray Bartolomé. Ello y el ser testigo
de la matanza de Caonabo, en Cuba, desencadenaron su primera
conversión.

En 1514 renunció Las Casas al repartimiento de Indios que le
correspondía y regresó a España para proponer soluciones o
"remedios", como decía, a los abusos. Todavía no radicalizaba
su anticolonialismo y la posterior condena a toda forma de
esclavitud: por eso propuso el envío de labradores y esclavos
negros para aliviar las cargas de los indígenas y, aunque
defendía ya la evangelización pacífica, aceptaba la compañía
de guarniciones de soldados en apoyo de la acción misionera.

Bartolomé de las Casas fue hombre que buscaba una coherencia
entre sus ideas y la práctica. No sólo consumió sus días
escribiendo miles de páginas en defensa de los indios y
condena a los abusos de los españoles, sino que luchó porque
se llevaran a la práctica sus pensamientos para resolver
aquellos males.

El fracaso de los tibios remedios de los primeros año de lucha
le llevó a asumir una actitud más firme. Una insaciable sed de
justicia le impulsaba a no acomodarse a las circunstancias ni
aceptar sin réplica el orden del poder como si fuera el orden
inmutable de la naturaleza.

Bartolomé de las Casas ingresó a la comunidad dominica en
1523. Tuvo allí un espacio ideal para completar sus estudios
jurídicos y teológicos. En esta época concibió su "Historia
de las Indias" y la "Apologética historia", las dos obras
mayores que concluiría durante sus últimos años de vida. Y
afirmó, además, su convición de que que la evangelización
debía excluir toda violencia y apelar sólo a la fuerza
persuasiva de la verdad.

Estas últimas ideas se volcaron en la práctica, primero con la
reducción pacífica a Enriquillo, un cacique de La Española y,
más adelante, por un proyecto de misiones pacíficas que se
cumplieron en Guatemala, después de una década de trabajos en
antiguas tierras de guerra, que fueron después bautizadas con
el nombre de Vera Paz.

Hacia 1540 Las Casas acudió nuevamente a la Corte española. Y,
en lucha enardecida, propuso la supresión de las encomiendas y
presentó el más polémico alegato a favor de la causa
americana, su "Brevísima relación de la destrucción de las
Indias". La relación, según algunos, habría alimentado la
llamada "leyenda negra" contra España.

Este trabajo se proponía persuadir. Ninguno de los episodios
narrados por Bartolomé de las Casas es falso. Algunos los vio
con sus propios ojos. Pero los procedimientos expresivos
claramente delatan el carácter persuasivo de lo escrito.
Acumulación de crueldades, enumeraciones en gradación
ascendente, superlativos, exclamaciones, presentación directa
de las voces de los indígenas, están en función de convencer
al Emperador de no conceder más privilegios de conquista. Una
oposición primera es un verdadero leitmotiv de la "Brevísima
relación": los españoles son lobos crudelísimos que cayeron
sobre los indios, indefensos corderos. En otro escrito, "El
octavo remedio", el defensor de los indios había presentado
su argumentos contra el régimen de las encomiendas.

Las Casas consiguió un esporádico triunfo. Las encomiendas se
suprimieron en 1542, aunque no duró mucho ese logro pues
pronto las presiones de quienes se enriquecían con ellas llevó
a la corona a reinstaurarlas.

Regresó a las Indias como Obispo . Pero la cerrada oposición
y los fracasos en su lucha movieron a las Casas a
establecerse nuevamente en España desde 1547.

Cuatro años más tarde protagonizó, en Valladolid, la famosa
polémica con Ginés de Sepúlveda. Dos posiciones antagónicas,
ireconciliables, se medían con los implacables razonamientos
teológicos y filosóficos: justificación de los derechos de
conquista y negación de los mismos, desconfianza radical en lo
americano y valorización de ese mundo, colonialismo versus
anticolonialismo.

Después Bartolomé de las Casas, que murió en 1566, consumió
sus últimos días en completar sus dos mayores obras. Una de
ellas, la "Historia de las Indias", sólo se publicaría tres
siglo más tarde.

La gigante personalidad de Las Casas es en realidad el mayor
homenaje a la vertiente huamanista de la conciencia hispánica.

En pleno proceso colonizador, esa conciencia habló por boca de
Fray Bartolomé a favor de la más alta causa. Su sed de
justicia todavía causa ese escándalo que siempre produjo en
los centros de poder los más ardientes reclamos a favor de
los débiles, los marginados, los condenados de la Tierra.

EXPLORED
en Autor: Diego Araujo - [email protected] Ciudad N/D

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