Quito. 31.01.92. La PolicÃa Nacional informó ayer que de las
investigaciones realizadas a la denominada "Pandilla de
terror", se deduce que el móvil de sus crÃmenes es el robo,
desvirtuando de esta manera algunos rumores.
La OID ha recuperado vehÃculos, electrodomésticos, joyas y
objetos de valor calculados en varias decenas de millones de
sucres, producto de las fechorÃas.
Juan Carlos Acosta, el cabecilla de los delincuentes, un joven
de mediana estatura, contextura delgada, tez trigueña, cabello
ensortijado, cara delgada y de finas facciones, explicó a la
policÃa la manera como la pandilla operó en los últimos
tiempos.
Dijo que él y sus compañeros desvalijaban a sus vÃctimas antes
de asesinarlas y que cuando algún chofer era el ultimado
utilizaban su vehÃculo para desplazarse hasta el Valle de los
Chillos, en donde asaltaban domicilios previamente escogidos y
estudiados por sus cómplices.
Tan pronto ponÃan el producto del robo a buen recaudo,
utilizaban el mismo vehÃculo en paseos por la ciudad y para
trasladarse a restaurantes y centros de diversión.
Varias formas de operar
Acosta, aprovechando que es un joven bien parecido, simulaba
ser un homosexual dedicado a la conquista de clientes de la
clase alta que visitan la avenida Amazonas, con quienes
accedÃa hasta un lÃmite de los requerimientos en base a
engaños y diversos argumentos.
De esa manera lograba que muchos de sus eventuales "amigos"
le permitiesen conducir vehÃculos y luego se las ingeniaba
para con diversos pretextos comprar licor y alimentos. Casi
siempre bajo algún pretexto pedÃa a estas personas que
abandonaran momentáneamente el carro para fugar con el.
Junto con Milton Robalino y Luis Quishpe asesinaron al
homosexual Carlos Mendoza Chamorro, más conocido como
"Charly", dueño de un salón de belleza, simplemente por
negarse a libar.
"Charly" semanas antes habÃa ganado el Lotto y poseÃa objetos
de valor, los que fueron robados tan pronto deserrajaron sobre
él cuatro disparos que acabaron con su vida.
Al homosexual Fausto EspÃn liquidado en Carcelén con 7
disparos le sustrajeron el Suzuki negro, vidrios ahumados el
25 de diciembre del 91.
Los delincuentes explicaron a la policÃa que actuaron de esa
manera para disponer de un vehÃculo y tomar vacaciones en
Salinas como en efecto lo hicieron junto a Rubén Angulo y
Milton Vidal.
Hasta ahora solo reconocen ser autores del crimen a dos
homosexuales y taxistas, camioneros, un par de delincuentes y
comerciantes. Niegan ser los responsables de los asesinatos de
los "gays" que frecuentaban en la Mariscal, versión que está
siendo investigada por la policÃa.
Los taxistas
La pandilla, cuyos integrantes se dio a conocer públicamente
explicaron que preferÃan asesinar a los taxistas que conducÃan
San Remo, porque son caros, nuevos y rápidos, últiles para
robar en los domicilios; dicen que cambiaron a camioneteros
para despistar a la policÃa y de paso porque permitÃan un
mayor cupo de carga.
Aseguraron que arrojaban los cadáveres en el sector de los
Chillos porque tenÃan predilección por el robo de domicilios
de esa zona. Allà se desprendÃan de las pruebas de los
asesinatos.
La pandilla también se dedicaba a robar carros estacionados,
preferentemente en la avenida Amazonas, se especializaron en
abrir la seguridad de los Suzuki Forsa, 5 de los cuales fueron
negociados a camaroneros de la ciudad de Esmeraldas. La
policÃa recuperó los vehÃculos y ha procedido a entregar a sus
respectivos dueños.
En su larga carrera delictiva, bajo el mismo sistema, la
pandilla se sustrajo también automotores Trooper, Gemini y San
Remo.
Entre ladrones
Los delincuentes confesaron haber matado a su cómplice de
fechorÃas, Rafael Simbaña Cando, cuando se enteraron que en su
casa guardaba un cuantioso botÃn.
Con engaños le sacaron de su domicilio localizado en la
población rural de Pifo, al oriente de la provincia de
Pichincha, y le victimaron junto a su mujer, Zoila Bertha
Farinango. Ese mismo dÃa, 23 de noviembre del 1991, se
llevaron todo lo que habÃa en la casa de los Simbaña Farinango
para vender en Quito, en tanto que tres tiernos hijos del
matrimonio se salvaron de morir porque uno de los delincuentes
imploró a Juan Carlos Acosta que los dejara vivir, justo en el
momento en que se aprestaba a disparar sobre ellos mientras
dormÃan.
Los delincuentes durante los últimos interrogatorios
admitieron haber dado muerte a otro taxista, Angel Nazareno
Pombosa, el 29 de noviembre del 91, con el propósito de
robarle sus pertenencias y el taxi, vehÃculo con el que
cometieron otro delito en el valle de Los Chillos.
Juan Carlos Acosta admitió también haber intentado dar muerte
al estudiante Edison Sosa el 26 de noviembre del 91 con el
propósito de robarle una chompa de cuero que le gustó. Sosa
se salvó de milagro tras una intervención quirúrgica en la
clÃnica San Gabriel cuyo costo se pagó con el generoso aporte
de la ciudadanÃa, luego de una colecta realizada en
Teleamazonas.
Si en principio llamó la atención la juventud de los
delincuentes, los investigadores se encuentran ahora
estupefactos frente a la audacia, sangre frÃa, cueldad
contumacia y saña de esta denominada "pandilla del terror".
Los malhechores han confesado que el dinero obtenido durante
su campaña delictiva han gastado en ropa, diversión, alcohol y
alimentos.
La banda de criminales es la responsable de 20 crÃmenes .
Cuando los criminales perdieron el miedo, lanzaron violentas
arremetidas, como el dÃa 14 de diciembre del año pasado, en
que liquidaron a los taxistas Moisés Freire, en Carcelén,
Roberto Moya Ati, Guangopolo; y, Gumercindo Gonzalo Ortiz
RodrÃguez, en La Ofelia. El 13 de enero hicieron lo propio
contra los choferes Gabriel Jesús Altamirano, en Guangopolo;
y, José Manuel Tixilema Picuasi, en Guangopolo.
Además, se conoce que la mayorÃa de ellos cambiaron
inicialmente de identidad y que el cabecilla principal no
tendrÃa 16 años como argumenta sino 20.
Acosta Suárez es un experimentado delincuente que maneja a la
perfección armas cortas. Las investigaciones han establecido
desplazamientos del individuo a Israel y Estados Unidos en
donde habrÃa recibido cursos de especialización en manejo de
armas. La razón es motivo de investigaciones.
El sujeto intervino en casi todos los crÃmenes y era
precisamente quien disparaba a los taxistas, ubicándose por lo
general en los asientos traseros de los vehÃculos. Cuando
llegaba el momento de matar sacaba a relucir el arma apoyándo
sus brazos sobre las piernas y el estómago. Los tiros siempre
acertaban y sus vÃctimas ni siquiera advertÃan las intenciones
de los matones.
Acosta fue detenido en un inmueble de la avenida América en
medio de una feroz balacera en la que murió su madre. En dicho
lugar la PolicÃa ingresó a través de un tragaluz y abrió fuego
al primer movimiento. Se suponÃa que en el lugar dormÃa el
joven Acosta cuyos antecedentes hacÃa temer al escuadrón de
asalto una reacción armada, por la existencia de revólveres y
granadas. Sin embargo, aquella noche, el criminal habÃa
intercambiado la habitación con su madre y estuvo a punto de
evadir la acción policial cuando saltó a través de una ventana
lanzando al mismo tiempo una granada y abriendo fuego con su
arma de 9 milÃmetros.
Su captura fue posible porque resbaló y en la aparatosa caÃda
perdió el arma de fuego. Según trascendió, junto a él fue
detenido un hombre de 50 años de edad, con el que
aparentemente dormÃa aquella noche, identificado como Salomón
Pinto Salazar.
Acosta nunca se desamparaba de su arma y se dice que hasta
dormÃa con ella bajo la almohada y con una granada en el
velador.
Un examen practicado en el joven demostrarÃa que posee rasgos
psicopáticos.
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 31/Enero/1992 | 00:00