El Presidente de la República ha entrado en la fase final de su Gobierno: los fatÃdicos últimos seis meses de ejercicio, durante los cuales gobernar se hace más duro que en cualquier otra etapa del perÃodo. El lapso en el que el desgaste natural, unido al desarrollo de una campaña en la que todos tratan de conseguir réditos haciendo leña del árbol que está por caer, implican, para quien está en el poder, ser más prudente y al mismo tiempo más enérgico que en otras circunstancias, tanto para evitar que el paÃs se salga de control, cuanto para poder mantener a raya a quienes pretendan vulnerar la majestad de la autoridad, prevalidos de que se encuentra en las postrimerÃas de su desempeño cÃvico.
Dos duras e indelegables tareas, tan importantes la una como la otra. Ya comienza a desatarse una fiebre de âcantonizacionesâ y âprovincializacionesâ de última hora, que trata de aprovechar las circunstancias preelectorales, que le garantizan adeptos de acomodo. El presidente debe frenarlas a raya. Es un irresponsable exacerbamiento de la afectividad localista el que impulsa estos movimientos que nada significan en provecho de los pueblos pequeños y que, como lo demuestra la experiencia, en algunos casos ha sido hasta desfavorable para ellos. El mero hecho de convertirse en cantón o provincia no garantiza ni genera recursos nuevos. Tampoco retaceando al paÃs se asegura una mejor atención a las necesidades de las poblaciones que se sienten olvidadas. Lo que sà deben hacer esas comarcas es seguir el ejemplo de otras ciudades que han sabido elegir buenas autoridades seccionales, cuyo éxito es digno de emulación y aplauso, independientemente de su filiación polÃtica.
El manejo del gasto público es asunto que no se puede salir de control. Amargas herencias nos han dejado algunos gobernantes salientes que en la última etapa de su gobierno se desataron imprimiendo irresponsablemente billetes y repartiéndolos a lo largo y ancho del paÃs en una feria de regalos y contribuciones que desequilibraron la economÃa, con el solo objeto de hacer las cosas más difÃciles al sucesor. El Fondo Monetario ha mostrado su preocupación porque parece que, en este campo, el Gobierno se está manifestando muy débil o muy generoso, ante las pretensiones de mejoras salariales en el sector público. Cierto ministro que negociaba el arreglo de todos los paros regalando la plata del Estado, que es la de todos, probablemente haya sido uno de los culpables de este descontrol. Es de esperar que, toda vez que ese ministro ya se fue, esta mal entendida dadivosidad que realmente disfrazaba debilidad e ineptitud para negociar, no continúe con su sucesor, quien, al parecer ha sido puesto en ese cargo para reinstaurar la energÃa en el mantenimiento de la paz y el orden.
No es mucho el pedir esto de un gobernante. Si mantiene hasta el final el principio de autoridad, y entrega la casa en orden, demostrará que estuvo por sobre la crÃtica de sus detractores y que no borró en sus últimos dÃas la imagen que supo construir al inicio de su Gobierno.