Se ha revelado una penosa realidad consistente en que más de las tres cuartas partes de los ecuatorianos no saben ni la fecha de las elecciones, ni qué es lo que hay que elegir, aparte de presidente de la República. Ignoran, en consecuencia, que también hay que escoger las cuotas correspondientes de concejales municipales y consejeros provinciales y, además, parlamentarios andinos.
Si eso que es tan elemental está fuera del conocimiento popular, no debe extrañar que un porcentaje muchísimo más elevado desconozca los postulados ideológicos y planes programáticos de los diferentes partidos y movimientos políticos, lo cual significa que un buen número de electores irá a las urnas a ciegas. Eso es muy grave para el ejercicio de la vida democrática, porque, si no mejora tal situación, las próximas elecciones podrían parecerse a una especie de rifa macabra en la que no se jugará solamente el triunfo o la derrota de tales o cuales candidaturas, sino, dicho más allá de las proclamas de los políticos, la suerte misma del país.
Los analistas y observadores de la realidad nacional han dicho siempre que la democracia ecuatoriana, en lugar de ser una manera de vida, se reduce a un simple acto aislado de concurrencia a los comicios para seleccionar a los gobernantes. Al parecer, ahora, en 2002, ya no hay ni siquiera eso, porque, a 90 días de la primera vuelta, muy pocos son los ecuatorianos que han tomado nota de la proximidad de tales eventos.
Todo esto debe hacernos reaccionar inmediatamente a los comunicadores sociales, porque en manos de la prensa está presentar ante la ciudadanía varias cosas. Una, la descripción y precisión de lo que va a suceder. Dos, el contenido doctrinario de las agrupaciones participantes y sus planes y proyectos, y tres, la realidad nacional cotejada con los enunciados partidistas. Esta colaboración, que me parece que no debería ser acto gracioso de voluntad, sino cumplimiento de un imperativo deber público, sería una de las más importantes que pueda prestar la prensa.
Hay que decirlo francamente. No veo objeción moral ni legal para que los medios de comunicación reciban, cuando se abra la etapa de la campaña electoral, los mensajes publicitarios de los distintos postulantes, pagados dentro de los límites impuestos por la Ley de Control del Gasto Electoral. Pero aun antes de eso, y por encima de eso, hay que recalcar que es parte de las obligaciones esenciales de la prensa publicar, de manera sincera y no discriminatoria, lo que sirva a la ciudadanía para el cumplimiento serio y consciente de su deber cívico.
Si en tal cometido se pone la centésima parte del entusiasmo que se usó para la difusión del Campeonato Mundial de Fútbol, habremos aportado para el mejoramiento de la calidad de vida democrática del país, por cuyas deficiencias nos quejamos todos. Así como se gastó tanto tiempo en difundir la dolencia de alguna rodilla famosa o se exaltó la certera puntería de puntapiés y golpes de cabeza, debería explicarse cómo y cuándo va a ocurrir el más trascendental acto del Ecuador, que ciertamente tiene más contenido que una victoria efímera o una relampagueante alegría.
EXPLORED
en Autor: Marco Lara - [email protected] Ciudad Quito

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