LO QUE DICEN LAS PAREDES. Por Jorge Ortiz
Quito. 03.04.92. (Editorial) En ParÃs, en 1968, la imaginación
se tomó el poder: lo que empezó a fines de abril como una
protesta estudiantil se convirtió en mayo en un enorme
movimiento de masas, que conmovió en sus cimientos a la
sociedad francesa hasta poner en peligro el mantenimiento de
su sistema polÃtico. Por cierto, el sistema se mantuvo y el
movimiento se consumió en sus propias llamas, sin dejar tras
de sà casi nada que haya trascendido de lo anecdótico. Sin
embargo, durante unos dÃas la vigencia práctica del orden
establecido estuvo suspendida por la fuerza de una revuelta
que desbordó a las autoridades y que, inclusive, se salió del
control de sus promotores. "Cada uno de nosotros es el
Estado", proclamó en esos dÃas -parafraseando a Luis XIV- un
anónimo insurgente. Y, en esos dÃas, esa proclama se cumplió:
cada estudiante y obrero fue, en efecto, el Estado.
Esa proclama, como muchas otras, fue lanzada por medio de las
paredes. Los muros de ParÃs se convirtieron, durante dos
semanas, en el más importante medio de comunicación colectiva:
en ellos hubo proclamas y consignas, insultos y poemas, citas
e instrucciones. En ellos hubo, sobre todo, un derroche de
imaginación, como lo demuestran algunas de las frases escritas
en aquellos dÃas: "La barricada cierra la calle pero abre el
camino"; "la obediencia comienza por la conciencia, y la
conciencia por la desobediencia"; "pensar juntos no, empujar
juntos sÃ"; "la libertad comienza con una prohibición:
prohibido prohibir".
Pero, desde luego, no fue en ParÃs ni en 1968 cuando las
paredes sirvieron por primera vez como medios de comunicación.
Fueron, eso sÃ, cuando sirvieron más masivamente. El uso de
las paredes como instrumento de comunicación es inmemorial: se
remonta en el tiempo hasta llegar a los albores de la
civilización, cuando el hombre se valió de dibujos y pinturas,
realizados en cuevas y cavernas, para transmitir conocimientos
y para relatar sucesos. En las paredes nació la escritura y
se escribió la historia. Y a través de ellas el hombre se
sigue comunicando. Muchos siglos media entre las cuevas de
Altamira y los muros de ParÃs. Pero, en lo esencial, el
sistema no ha cambiado. Y hoy, en Quito, se lo usa con
entusiasmo e inspiración.
Efectivamente, a pesar del avance de la tecnologÃa -que en
materia de comunicaciones ha llegado a fronteras
inimaginables- las paredes de ciudades y pueblos siguen,
universalmente, transmitiendo proclamas y consignas, ofensas
polÃticas y declaraciones de amor, revelando verdades y,
también, difundiendo mentiras. Y es que, ya desbordados por
la modernidad, los sistemas murales de comunicación siguen
siendo los más democráticos, pluralistas, abiertos e
igualitarios: solamente requieren de una brocha y un poco de
imaginación, idealismo, sentido del humor, enojo o rebeldÃa.
En estos dÃas, precisamente, en los muros y paredes de todo el
Ecuador -como en la televisión, la radio y la prensa- se
"hace" la polÃtica, la campaña electoral y, en definitiva, la
historia del paÃs. Y no se la hace solamente con consignas
polÃticas y lemas electorales, generalmente vacÃos y
repetidÃsimos, sino también en esas leyendas llenas de chispa
e ingenio que han aparecido fértilmente en las paredes de
Quito (incluyendo aquella brillante pregunta, parafraseando a
Galileo, "Y el PUR, ¿si mouve?", además de otras más
conocidas, comprendidas y comentadas), que demuestran una vez
más, rotundamente, que al igual que ocurre en la polÃtica
-donde los electores son mejores que los elegidos-, en el
conjunto de la sociedad hay más capacidad de reflexión, humor
y agudeza intelectual que en sus cúpulas, habitualmente tan
almidonadas, solemnes, pomposas y poco imaginativas. (4A)
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Ciudad N/D
Publicado el 03/Abril/1992 | 00:00