LIBROS DE POCA FE. Por Daniel Samper Pizano

QUITO. 03.04.92. Mi relación con los libros ha tenido tres
etapas. Cuando era un estudiante desordenado y libre jamás
consultaba la fe de erratas, ese breve apéndice que solía
incluir correcciones de la Hora Nona al texto precedente. Más
tarde crecí en formalidad y juicio y me tomaba el trabajo de
trasladar, corregida en color rojo, cada errata de la fe al
renglón correspondiente del tomo. Estoy atravesando la última
etapa. Ahora me abstengo de leer el libro, y voy directamente
a la fe de erratas: ha descubierto que resulta mucho más
divertido e instructivo.
El problema es que cada vez es menor el número de libros que
traen la consabida fe de erratas. No sé exactamente a qué se
debe. Con el torrente de imbecilidades que a diario se
escribe, supongo que no habrá de explicarse por la mayor
sabiduría del mundo. Tiene que ser por soberbia o por
dejadez. El caso es que el amante de la fées de erratas se ve
obligado hoy a hurgar en librerías de viejo en pos de aquellos
tomos humildes y sencillos que llevaban a cuestas su propia
contricción tipográfica. Y podrá considerarse sueño de un
tesoro si se topa con uno de los que, revelando ejemplar
escepticismo, rotulan su lista de errores como "Erratas
advertidas", con lo cual dejan intacta la probabilidad de que
el lector encuentre agazapadas muchas otras.
Uno de los libros con más apasionante fe de erratas que
conozco es el famoso Diccionario de María Moliner. Parece uno
de esos manuales de instrucciones para armar aparatos
domésticos. Conviene disponer de vacaciones para introducir
las enmiendas que doña María sugiere. No porque sean muchas:
se trata apenas de 65 erratas en casi 3.000 páginas. Sino
porque cada uno viene con advertencias ultra-detalladas para
su inserción en el lugar que corresponde, con lo cual la labor
se convierte en un laberinto de páginas, catálogos, grupos de
palabras, elementos, acepciones, encabezamientos y renglones.
Un ejemplo: en la página 1365 del tomo I hay un problema con
la palabra gallego, -a. La instrucciones al lector son estas:
"añadir, después de "(2)", "(adj. y n, masc.)"; después de
(3), "(adj, y n, masc y fem,)"; después de la acepción 3, (4 y
siguientes, n. en masc.)". Sólo faltó: sírvase bien frío.
La reina bufa de la fe de erratas aparece en Ambages,
delicioso libro del argentino Franz Moreno: "Donde dice donde
dice debe decir debe decir; donde dice debe decir debe decir
donde dice". Pero explicaba que ya estas listas son reliquias
que no han vuelto a aparecer en los libros. Por fortuna, una
reciente tendencia de la prensa ha venido a compensar la
desoladora ausencia de las fées de erratas. En ejercicio que
deberían imitar los diarios ecuatorianos, varios periódicos de
Europa y Estados Unidos incluyen correciones periódicas a
inexactitudes anteriores. Se ha vuelto mi sección favorita.
Allí se percata uno de las travesuras que perpetran en la
prensa el Duende de las Erratas, el Gnomo de la Prisa y la
Bruja de la Ignorancia. Es toda una caja de sorpresas donde lo
mismo aparece una rectificación sin importancia de corte
burocrático ("Fulano de Tal es profesor asistente y no
profesor titular de filología") que la aclaración a un
tropezón realmente simpático (Un diario aclara, por ejemplo,
que hace ocho días, cuando anunció el estreno de las óperas
"La vuelta de la tuerca" dirigida por su autor, Benjamin
Britten, y Turandot, bajo la dirección escénica de Jean Pierre
Ponelle, estaba cometiendo una ligereza puesto que ambos están
muertos; Britten falleció en 1976 y el segundo en 1988. Otra
corrección señala un lapsus que habría podido cambiar por
completo la historia sagrada: "Donde se decía Abraham, debía
leerse Moisés".
Otras erratas absolutamente genuinas: "En la nota según la
cual el cartero violó a la señorita S.N. luego de haber
golpeado a su novio en el otro hombro, aclaremos que hay un
error: en realidad se trata del novio de la señorita S.N., que
golpeó a su novia tras haber descubierto, al violar una carta,
que amaba a otro hombre"... "El perro de la página 7a. no era
un pomeranio sino un pastor alemán; de hecho, no era un perro,
sino un sacerdote alemán destacado en Pomerania"... "En la
página 37, donde se lee que la vida media del sirio es de sólo
17 días, debe leerse que la vida de medio cirio es apenas de
17 días"... "El lector sabe bien que Suiza no tiene mar y que
donde se indica que el Almirante Lausanne cantó en un
restaurante es preciso entender que nos referimos al
restaurante Almirante del cantón de Lausanne"...
Si siguen prosperando estas secciones de enmiendas, muchos
periodistas terminarán en el futuro como cierto redactor de
planta que cometía muchos y muy frecuentes yerros en un diario
norteamericano, todos los cuales pretendía aclarar después en
la sección de erratas. Su última sarta de correciones apareció
con la siguiente nota final, agregada por el director: "donde
dice redactor de planta, debe decir imbécil despedido".
ERRATAS ADVERTIDAS EN ESTA COLUMNA:
En el penúltimo párrafo donde dice absolutamente genuinas debe
decir completamente ficticias.
EXPLORED
en Ciudad N/D

Otras Noticias del día 03/Abril/1992

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el