LA TIERRA NO DA MAS:
DRAMATICA DECLINACION EN RENDIMIENTOS DE CULTIVOS AGRICOLAS
Por josé Vicente Troya.

Quito.10.04.91. En esta década, cuando se supone que deben
sentarse las bases para encontrar en la agricultura una fuente
alternativa al perecible petróleo para la economía
ecuatoriana, una retrospectiva de este sector alerta sobre una
dramática caída en los rendimientos de los diferentes cultivos
a lo largo del decenio de los 80.

En efecto, según cifras del Ministerio de Agricultura (MAG) y
del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC),
consignadas en un estudio de los investigadores agrarios
Manuel Chiriboga Vega y Rubén Flores Agreda, se establece que
en 17 de los 25 cultivos más importantes del Ecuador existe
una declinación en su productividad, comparados 1981 y 1989.

El abanico de esta decadencia involucra no solo a los cultivos
de productos orientados para el mercado interno (arroz,
arveja, lenteja, haba, maíz suave, trigo, papas, yuca,
cebolla, tomate, entre otros), sino que comprende también a
los principales cultivos de exportación (banano, café y
cacao). Los únicos productos agrícolas que han incrementado su
productividad, entre 1981 y 1989, son los correspondientes a
maíz duro, cebada, palma africana, soya, caña de azúcar,
abacá, plátano y fréjol, que comparados con el resto de
cultivos son minoritarios.

Este hecho despierta una interrogante obligatoria ¿cómo puede
el Ecuador alimentar a su población, o generar excedentes para
la exportación, si frente al crecimiento poblacional y a las
demandas crecientes de los mercados internacionales se opone
una estructura productiva declinante?

Recetas caseras para bajar la productividadLas razones para la
caída de los rendimientos de los cultivos agrícolas van desde
la escasa inversión en tecnología hasta la inequitativa
distribución de la tierra en la población rural, pasando por
la escasa o nula democratización crediticia, el mal uso de la
tierra y la inconsistencia en las políticas de precios.

Respecto a la baja inversión tecnológica en el agro, se
aprecia que responde a las pocas expectativas que ha
despertado el sector en los últimos años, así como por el
criterio inmediatista de los productores que, en algunos
casos, a través de la ampliación de la frontera agrícola, han
compensado la baja productividad, con lo que no se han visto
forzados a introducir mayores innovaciones tecnológicas.

En torno a la inequitativa distribución de la tierra, se
observa que hasta 1987, no se habían operado modificaciones
importantes en la estructura de la tenencia de la tierra, al
punto de que el 3,6% de las unidades de explotación agrícola
concentraban el 48,8% del total de las tierras cosechadas.

En relación al crédito agrícola subsidiado, se mantiene su
concentración en los medianos y grandes productores, al
extremo de que, según cifras del Banco Central, el crédito de
capacitación agropecuario -diseñado para los pequeños
productores- ha perdido importancia dentro de los recursos que
concede el Banco Nacional de Fomento. Así, mientras a mediados
de la década anterior, el crédito agropecuario de capacitación
constituyó el 40,2% del total de crédito concedido por el BNF
al sector agropecuario, en enero de 1991, solo representó el
27%.

El mal uso de la tierra ha conducido a que se instalen
monocultivos en suelos que, por su fragilidad, demandaban la
implantación de policultivos agrícolas. Estos hechos han
favorecido procesos de erosión y desertificación. Es más, no
existe ninguna disposición legal o reglamentaria para que el
Banco Nacional de Fomento o la banca privada estén impedidos
de conceder créditos agrícolas en áreas en las que únicamente
se recomendaría la mantención o cultivo de los bosques
nativos, por ejemplo. Así como tampoco existe ninguna
restricción para que se financie generosamente la conversión
de tierras agrícolas en pastizales, con lo que la
disponibilidad de una base alimenticia para la población se ve
fuertemente castigada.

Es claro, que una hectárea de fréjol asociada con algún otro
grano produce una cantidad notablemente superior de alimento
que esa misma hectárea dedicada exclusivamente a la cría de
ganado.

La falta de consistencia en las políticas de precios ha
determinado que, por ejemplo, la producción nacional de arroz
no se vea estimulada. Los bajos precios de sustentación
establecidos por el gobierno para esta gramínea han
determinado que la inversión en el cultivo no se amplíe.
Al contrario, la política de precios para cultivos como los de
palma africana y soya ha favorecido la inversión en ellos.

Evidentemente, la política de precios administrados para el
aceite comestible -lo que implica una fijación autónoma de los
precios, sin mayor injerencia del Estado- ha permitido que el
aceite, procedente de la palma africana y la soya, se venda a
precios alentadores en el mercado, lo cual a su vez ha
supuesto un estímulo para la producción de estas oleaginosas.

Como se indicó, todos estos factores han determinado que la
escasa productividad se vea compensada por una ampliación de
la frontera agrícola, que ha pasado de 4,6 millones de
hectáreas de superficie con uso agropecuario, en 1974, a 7,8
millones en 1987, esto es, un incremento del 70%.

En términos de superficie cosechada, la variación ha sido de
7,9 a 14,6 millones de hectáreas, es decir, un crecimiento del
92%. Esta ampliación del área de las tierras agropecuarias, en
muchos casos, ha ido en desmedro de la conservación de los
ecosistemas y de toda la base de recursos naturales que ellos
contienen.

Banano, café y cacao,un caso aparte

La situación de los principales cultivos agrícolas para
exportación se muestra tanto o más crítica que la de los
productos para consumo interno.

En efecto, tanto banano como café y cacao han mostrado una
baja sensible en su productividad a lo largo de la década
anterior. Así, mientras, en 1981, el banano brindaba
rendimientos superiores a las 31 toneladas métricas por
hectárea, en 1989, su productividad había descendido a menos
de 20 toneladas, esto es, en más del 35%. De igual forma, el
cacao observó una baja en idéntico período, al bajar de 0,3 a
0,25 toneladas métricas por hectárea, es decir, una caída en
los rendimientos del orden del 17%.

El café tampoco pudo escapar a esta tendencia, cuando en 1989
registró una productividad de 0,95 toneladas métricas por
hectárea, luego de que en 1981 se consiguieron 1,26 toneladas
métricas por hectárea, es decir, un descenso de casi el
25%.

Estas cifras cuestionan seriamente la posibilidad de que la
economía del Ecuador pueda fundamentarse en la agroexportación
tradicional; puesto que, pese a las políticas de fomento a las
exportaciones, implantadas por los distintos regímenes de la
década anterior, el sector no ha logrado despegar. Es más,
parece que de poco sirvieron el abono tributario, el crédito
preferencial y las sistemáticas devaluaciones, puesto que, los
resultados son desalentadores. Unicamente la evolución
favorable de los precios internacionales del banano (la
tonelada métrica pasó de 172,1 dólares, en 1985, a 209,8
dólares en 1989) ha contrarrestado la pérdida en rendimientos;
en cambio, café y cacao, a más de bajar en productividad, han
sufrido fuertes reveses en sus precios internacionales.

Como se puede observar, la situación de los frentes interno y
externo de la agricultura exige una modificación sustancial en
las orientaciones y políticas que se han venido aplicando en
el país; de lo contrario, la alternativa de que la agricultura
reemplace al petróleo seguirá siendo una eterna quimera.
(A-2).


EXPLORED
en Ciudad N/D

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