¿ES PERTINENTE UN NUEVO AJUSTE? Por Gonzalo Maldonado Albán

Quito. 26.04.91. Intentar una respuesta a esta pregunta es
como rememorar las mefistofélicas negociaciones que Adrian
LeverkYhn entabló con el Dr. Faustus, pero al revés. Porque en
la novela de Thomas Mann, LeverkYhn, un brillante violinista
alemán, decide vender su alma al diablo con tal de mejorar su
arte y ser el mejor músico de la historia.

El músico de marras tuvo su época de gloria, pero luego tuvo
que soportar que sus posaderas se frían en las brasas del
infierno por toda la eternidad.

En cambio, en el folletín trágico que narra las tortuosas
relaciones entre el FMI y el Ecuador la cosa se plantea de
manera algo diferente: el país debe sufrir primero los
tormentos del ajuste, para luego regocijarse en las nubes de
la bonanza económica y el crecimiento sostenido. Un cambalache
bastante chimbo al parecer. Hasta con el diablo se han
deteriorado los términos de intercambio.

El infierno

Y es que acordar un nuevo plan de ajuste con el FMI
significará que la economía ecuatoriana deberá continuar
sujeta con el estrecho corsé de la restricción de la demanda,
para generar un excedente de divisas que le permita seguir
sirviendo la deuda externa.

Esto significa que, al interior de la economía, las
autoridades del país no podrán abrir las llaves del crédito
para los sectores productivos y el Estado no tendrá recursos
para invertir en obras de infraestructura ni en obras
sociales.

En otras palabras, la tan mentada reactivación productiva
tampoco llegará este año y el nivel de bienestar de los
ecuatorianos seguirá en picada. Porque, claro, según el
enfoque teórico del Fondo Monetario, la causa del desajuste
externo en los países subdesarrollados está en una excesiva
oferta monetaria que ha provocado, a su vez, que la demanda
interna se sobreexpanda y, por lo tanto, que el nivel de
reservas internacionales decline, hasta generar críticos
desequilibrios en balanza de pagos.

Pero sucede que, en su afán por reducir ese exceso de oferta
de dinero, el esquema de ajuste del FMI arremete, no solo
contra los rubros de gasto improductivos, sino contra los de
inversión, de consumo interno y externo, en fin contrae
abruptamente la demanda interna y con ella caen justos y
pecadores.Y lo que es peor: esta caída de la demanda interna
no provoca, en el corto plazo, un declive de los precios, sino
una contracción de la producción y, por ende, un aumento del
desempleo, porque, en gran medida, los precios de los países
latinoamericanos son administrados y no responden, por lo
tanto, a cambios de la demanda total, sino a criterios de
largo plazo como costos promedio, pro ejemplo.

Las medidas que el Fondo recomienda adicionalmente -como las
devaluaciones o la liberación de precios internos- generan
procesos de concentración de la riqueza e inflación interna,
respectivamente, en vista de la alta concentración de la
oferta exportable y la pobre capacidad de respuesta de la
producción nacional, ante variaciones en los precios. Hasta
aquí el infierno.

La gloria

Y después del infierno vendrá la gloria. Porque, según el FMI,
los países que apliquen su esquema de ajuste sentarán las
bases para su desarrollo sostenido; esto es tendrán una
situación de balanza de pagos viable en el mediano y largo
plazo y unos agregados macroeconómicos internos en
equilibrio.

Se supone que con la aplicación del ajuste fondomonetarista,
el país tendrá unos indicadores externos fortalecidos y unas
finanzas públicas saneadas, ambas, condiciones indispensables
para alcanzar el cielo de la reactivación económica.

Pero además de estas aburridas consideraciones teóricas,
existen argumentos más mundanos, que deben ser considerados a
la hora de pensar en la conveniencia o no de firmar un
convenio con el FMI: el hecho que el Ecuador necesita el
"certificado de buena conducta" que expide este organismo a
los países que cumplen con sus programas, pues sin este
certificado es imposible acercarse a dialogar con el Comité de
Gestión o el Club de París para intentar una renegociación de
la deuda externa. Y dado que el peso de la deuda externa del
país es una espada de Damocles que pende sobre la cabeza de su
economía, tentación de firmar con el FMI es fuerte.

De otra parte, al interior del país, un acuerdo con el FMI
impediría que las autoridades sucumban a la tentación de
hechar al tarro de basura todo los esfuerzos de austeridad
realizados desde 1988, gastando a diestra y siniestra los
fondos públicos en época de elecciones.

Consideraciones mefistofélicas, no hay duda. Pero no en vano,
el diablo sabe más por viejo que por diablo. (A-2).
EXPLORED
en Ciudad N/D

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