Quito. 17.04.91. Doña Marujita Zurita se levanta todos los
días del año a las 6h00 por los golpes, un poco impertinentes,
del joven de la panadería que apura a todas las tenderas para
él tampoco retrasarse en el reparto.

"Sacrificado es tener una tienda, desde esas horas tengo que
permanecer hasta las 22h00 como mínimo".

En esta tienda ubicada en la pequeña calle Pereira y Montúfar
las cosas son difíciles, porque "nunca hay descanso en este
negocio".

Poseer una tienda es como estar en una cárcel porque inclusive
los productores llegan hasta nosotras, asegura esta señora que
abandonó Ambato hace ocho años "solo para educar a los hijos".

La situación actual también repercute en esta humilde tienda
que hace tres años recibía 10 mil sucres de pan y hoy apenas 3
mil. Por extraña razón igual fenómeno se ha producido en las
ganancias.

Pero a pesar de estos contratiempos diarios doña Marujita, con
tres hijos que se han marchado, no quiere cerrar su tienda.
Primero porque se ha enseñado y "también una pasa distraída
con los problemas que viene a contar la vecindad".Aunque
aconsejó, no confiar en la gente, "porque algunas personas no
son sinceras y esto es vital en la vida".

Para doña Marujita la mayor tragedia de las madres de familia
es no disponer del dinero suficiente para comprar los víveres:
"Cuando conversan de sus problemas aprovechan para pedirme
fiado. Como ya estoy involucrada en su situación ni como
negarme".

Después las beneficiadas desaparecen por largos períodos e
inclusive se dan el trabajo de irse por otras calles para
evadir la extensa cuenta.

En el umbral, con ojo avisor, espera pacientemente doña
Marujita porque sabe que los próximos consejos no tardarán en
acudir.

Transformada también en una especie de Celestina, decide los
lazos amorosos del barrio. Es una voz siempre oída y respetada
porque ella tiene influencia. Si no, su balanza puede caer en
forma desfavorable, y llevarse la carga.

"El más difícil consejo que he tenido que dar es cuando las
parejas están por separarse. Vino una señora, inclusive a
encargarme sus pertenencias pero era muy delicado para mi
aceptar".

La respuesta de doña Marujita fue aconsejar a su vecina que
regresara a su hogar. Después de un tiempo la pareja acudió a
su tienda para agradecerle ese servicio desinteresado. Colorín
colorado.

OTRA HISTORIA

En lo último de la avenida 24 de Mayo, donde ahora se reúnen
los rechazados de la urbe: prostitutas, ladrones y otra suerte
de personajes, existe una tienda popular que ha permanecido
inmutable a los cambios ocurridos tan drásticamente. El
negocio ha perdido casi todos sus clientes por los trabajos
que se realizan en lo que será la mayor calle peatonal de
Quito. Con la vía cerrada ahora la tienda se asusta de sus
clientes.

"El otro día le arrinconaron a un vecino los rateros que
pululan el sector. Nosotros tenemos que cerrar máximo a las
17h00, porque ya sabemos lo que nos espera", señaló triste
Raúl Castillo, veterano de la guerra del 41, que se encuentra
impotente en la guerra contra el vandalismo.

"Los dos, con mi esposa Carmen, somos solitos y permanecemos
aquí porque no existe más a donde ir".

Esta anciana pareja, que vino hace 30 años de Riobamba,
recordó que antes la gente acostumbraba contar sus problemas
pero ahora ni la "vecindad" de la pensión Santa Ana viene.
"Por eso aquí lo único que contamos son nuestras tristezas".

Y es que en la 24 de Mayo las cosas suceden como si fuera otro
mundo: un patrullero, con identificación de CPI-SU 22, recorre
la calle lentamente . Muy cerca pasa este reportero:

-Papeles, joven.
-Claro, pero ahorita que me acuerdo se me perdieron. Estoy
haciendo un reportaje.

El policía pide escuchar las grabaciones.

Y escucha a doña Carmen, a todo el volumen que dan las pilas,
quejarse de la falta de vigilancia policial y gentilmente
devuelve la cámara y grabadora.

Más allá observan el incidente otros dos sospechosos, es que
en la 24 de Mayo todos los son. El policía los reconoce y a
pesar de las protestas terminan en el asiento de atrás.

SUPERMERCADOS REEMPLAZAN A TIENDAS

El crecimiento urbano, más de cuatro veces en 20 años, ha
generado otras situaciones. Los nuevos barrios creados no
precisaron de muchas tiendas. Las costumbres cambiaron y los
grandes supermercados eliminaron el problema de acudir todos
los días para abastecerse.

Fue cuando se perdió el encuentro cotidiano y el "chisme"
ameno.

En el gráfico que acompaña esta crónica, donde se establecen
los lugares de concentración de las tiendas de Quito, su mayor
presencia se observa en el sur y centro de la ciudad, sectores
donde aún sobrevive la idea de barrio. En el norte, aunque
existen tiendas, son mucho más escasas.

Ana Rodríguez, que posee una tienda por el sector de la
avenida de la Prensa, comentó que "la relación que tengo con
la vecindad no es tan buena. Las señoras no acuden a comprar,
para eso mandan a sus empleadas".

Pablo Jaramillo, propietario de un minimercado cerca del
estadio, dijo que su negocio está sujeto a la oferta y la
demanda, "pero aquí no se regatea el precio porque todo está
debidamente marcado y enfundado".

Recalcó que la diferencia entre una tienda popular y su
negocio estriba en que "en la tienda de barrio le pueden
informar cualquier dirección de los vecinos, acá no se conoce
ni quien vive al lado".

Jaramillo dijo que "por lo general las gentes compran y se
van. Pero existen algunos, como en todas partes, que arman
enseguida la conversa".

Recordó la tienda de su antiguo barrio, en la Villaflora,
donde la tendera conversaba inclusive mientras medía la libra
de arroz.

Ahora en su local existe diversidad de productos que van desde
aceitunas hasta helados en caja. Todo con el precio
correctamente indicado. Por supuesto no existe el pequeño
letrero de doña Marujita que dice: "si fío pierdo lo que es
mío, si doy pierdo la ganancia de hoy, si presto al pagar me
hacen un gesto. Por eso no fío, no doy, ni presto", aunque
ella es la primera que rompe esta norma.

Lo cierto es que una tienda siempre es un sitio ideal para un
encontrón con la comunidad y como diría doña Marujita "para
enterarse de las últimas".

CORTOS

- Doña Marujita aseguró que por cada 10 mil sucres de venta
ella gana mil sucres.

- Para las dueñas de las tiendas el mejor día de venta es el
viernes.

- Existen lugares en la ciudad donde las tiendas son muy
abundantes. Por ejemplo en la calle Rocafuerte, como quien se
va a la Mama Cuchara, existen 14 tiendas.

- En las tiendas populares lo que más se vende es el pan,
leche y aceite. Lo que menos son las servilletas.

- Por lo general estos negocios tienen variedad de productos:
desde un limón hasta un foco.

- Las tiendas están siendo remplazadas por los micromercados,
que incluyen también un frigorífico. Lo que más se vende en
estos locales es refrescos y sopas preparadas en funda y lo
que menos verduras.

- En estos negocios, con frigorífico, se encuentran los
precios debidamente marcados y algunos clientes consiguen
crédito.

- La doña Marujita también recibe de vez en cuando la visita
de los "de la Intendencia" que comprueban si los precios están
correctos. (C-8)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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