Washington. 29.09.94. Si no fuera por la timidez burocrática de la
Organización de Estados Americanos (OEA), la crisis haitiana pudo
haberse resuelto hace 2 años.
Asà piensan quienes conocen los detalles de una sugerencia hecha
por un experto de la Universida de Harvard a altos funcionario de
la OEA, cuando a mediados de 1992 fracasaron sus esfuerzos por
restaurar al depuesto presidente Jean Bertrand Aristide.
El experto sugirió aprovechar el prestigio del general Colin Powel,
jefe del estado mayor norteamericano, para presionar a los
militares haitianos a que abandonen el poder.
Esta es una historia que solo unos pocos funcionarios diplomáticos
conocen, pero que vale la pena recordar, considerando el papel
central que tuvo el general Powell como integrante del equipo de
mediadores junto con el ex presidente Jimmy Carter y el senador Sam
Nunn.
El experto en cuestión es el profesor Roger Fischer de la Escuela
de Derecho de Harvard, cuya cátedra sobre mediación y resolución de
conflictos tiene fama mundial. Cada año los seminarios de Fischer
están colmados no solo de estudiantes de Derecho sino de muchos
latinoamericanos inscritos en la maestrÃa de Administración Pública
de la John F. Kennedy School of Goverment de Harvard.
La propuesta nació de una conversación de Fischer con otro profesor
de derecho de Harvard, Abram Chayes, antiguo asesor jurÃdico del
departamento de Estado durante la presidencia de John F. Kennedy.
El interlocutor fui yo mismo, que en ese momento me encontraba
estudiando las nuevas responsabilidades que recaÃan sobre la OEA.
Como ex director del Departamento de Asuntos Culturales de este
organismo, conversé con Baena Soares sobre la posibilidad de
establecer contactos más estrechos entre la comunidad académica y
el organismo interamericano, precisamente para usar su asesorÃa en
situaciones difÃciles como la crisis creada por los militares
haitianos.
A la propuesta, Fischer respondió que habÃa seguido los vaivenes de
la isla caribeña de cerca y que para él podrÃa constituir un reto
novedoso.
Durante la conversación con Chayes, en la cual me encontraba como
interlocutor, Fisher usó como hipótesis enviar al general Powell
a HaitÃ.
La estrategia del profesor Fischer no planteaba, sin embargo, un
encuentro formal en el palacio presidencial de Puerto PrÃncipe,
como la del grupo Carter con la amenaza de los paracaidistas de
EEUU en camino, sino algo bastante diferente.
Su hipotético escenario vislumbraba un relajado "fin de semana" en
el cual Powell y Cedras pasarÃan muchas horas juntos los dos solos.
"Yo los enviarÃa a pescar que es un deporte muy tranquilizador", me
dijo Fischer. "Lo importante es establecer rápidamente un sentido
de confianza mutua. Conociendo a Powell me parece que él serÃa
capaz de convencer a su colega de que el honor militar está mejor
cuando se coloca al servicio de la democracia y, en este caso, la
necesidad de cambiar el rumbo represivo al que se encaminaba
HaitÃ".
Este escenario me recordaba las reuniones que mantuvo del general
panameño Omar Torrijos con el embajador Ellsworth Bunker cuando
negociaban el tratado que iba a devolver la soberanÃa del Canal de
Panamá. Cada vez que llegaban a un punto muerto, Bunker sugerÃa que
salieran de pesca para que solucionaran sus diferencias en alta
mar.
Invariablemente regresaban con soluciones acordadas entre horas de
amigables charlas y anécdotas, en las que no siempre pescaron algo.
Después de la conversación con el profesor Chayes, escribà a Baena
Soares y al entonces presidente del Consejo de la OEA, que la
consideró una idea "interesante". Pero nadie en Washington expresó
gran entusiasmo por involucrar en la OEA a uno de los expertos más
connotados del mundo académico en el arte de la resolución de
conflictos.
Pasaron semanas sin respuesta. Durante una visita subsiguiente a
Washington, Baena Soares me dijo que era muy difÃcil para un
organismo multinacional como la OEA entablar una relación
institucional de esa Ãndole con una institución no gubernamental.
El presidente del Consejo indicó que habÃa escrito a su gobierno
pero que tampoco tuvo contestación.
En realidad, la OEA ya estaba enfrascada en una amarga disputa
jurisdiccional con el Secretario General de las Naciones Unidas,
Boutros-Boutros Ghali, quien acababa de nombrar al ex canciller
argentino Dante como su mediador personal, aunque públicamente
figuraba como representante ante los dos organismos.
La abortada tentativa de involucrar al Colegio de Derecho de
Harvard en una crisis fue solo un ejemplo más de las inhibiciones
burocráticas que impiden que el organismo interamericano se salga
de la rutina y de la inoperancia que tan mala fama le ha dado. Esa
es precisamente la valla que pretende saltar el nuevo secretario
general, el ex presidente colombiano César Gaviria, que se propone
construir lo que el ha denominado: una renovada arquitectura
interamericana.
LA IDEA MURIO POR INANICION
En el decálogo de propósitos enunciados por el ex-presidente
colombiano, el dÃa de posesión de su nuevo cargo, destaca el
fortalecimiento de la democracia en el marco ya generalizado de la
vigencia de la libertad. Es en esa corriente que Gaviria quiere
insertar a la OEA para devolver el protagonismo que paulatinamente
perdió, lo que hasta 1954 se denominaba con orgullo, la
organización regional más antigua y democrática del mundo.
La polÃtica de la guerra frÃa cambió esta perspectiva y empezó a
dominar las gestiones de la OEA, dejando asà de velar por los
problemas más apremiantes de América Latina. Desde la década de los
50, la OEA comenzó a perder prestigio y credibilidad. El punto
culminante fue la guerra de las Malvinas, cuando EEUU apoyó a Gran
Bretaña. Para la opinión pública latinoamericana ese gesto fue
señal de que para Washington los convenios con el organismo
interamericano representan un compromiso desdeñable u olvidado.
No cabe duda de que, los 80 fueron dominados por las tentativas de
la organización de insertarse en la crisis latinoamericana,
agudizada por la ayuda que Ronald Reagan daba a los militares
salvadoreños en su lucha contra la insurrección, mientras se
esforzaron por derrocar al gobierno sandinista en Nicaragua. Los
temas más apremiantes para la región, como quedó patente el
conflicto con Cuba, la crisis centroamericana, la guerra de las
Malvinas, la deuda externa, el problema de Panamá y otros le dieron
una imagen de languidez e inoperancia.
Hay que reconocer, no obstante, que bajó el liderazgo del brasileño
Baena Soares durante lo que algunos llaman la "década perdida" de
los 80, el organismo comenzó un movimiento para recobrar por lo
menos alguna vigencia jurÃdica. Baena Soares, sin duda, hizo todo
lo posible por lograr poner en jaque a los militares haitianos,
como efectivamente lo logró en Guatemala después del golpe que
depuso al presidente Jorge Serrano.
No obstante sus esfuerzos, se hizo evidente que la posición de
EEUU, todavÃa con el gobierno de Bush, era más bien ambigua con
respecto al regreso de Aristide. cosa que bien sabÃan los generales
y coroneles que lo depusieron.
No se pretende aquà afirmar que la estrategia del profesor Fischer
hubiera logrado el objetivo que no pudieron lograr las gestiones de
Baena Soares y Caputo -la salida del general Raoul Cedras y la
restauración de Aristide. El motivo con que se ofrece la anécdota
es para enfatizar que cuando la organización enfrenta una crisis y
no es capaz de explorar nuevas soluciones por informales y
heterodoxas que sean, siempre correrá el peligro de quedar
paralizada de la actualidad polÃtica e histórica.
Quizás lo más triste del caso es que la idea nunca fue rechazada,
sino que murió por inanición - nadie se hizo responsable por tomar
una decisión, como tanto pasa en las burocracias latinoamericanas.
(9A)
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 29/Septiembre/1994 | 00:00